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febrero 21, 2016

Juicio a los dioses - El Juicio [19]

El cielo era el mar, no había árboles solo incontables corales que dominaban el lugar, un espacio amplio y extrañamente luminoso, con una quietud que fue perturbada por el derrumbe de uno de sus pilares. Los guerreros ya habían conseguido derribar los restantes seis pilares y frente al último esperaban que al menos la Tierra no sucumbiera bajo el océano, sin embargo, aunque se podía oir un gran estruendo, parecía que esto estaba lejos de terminar.

— No ha ocurrido gran cosa, el reino continúa prácticamente igual ¿Acaso el anciano nos ha engañado? —estaba muy confundido Kythnos.
— Él no diría engaño, más bien omisión, ese viejo pillo nos ocultó el resto de la historia. Debe haber algún otro pilar o estructura a derribar en alguna parte —le contestó resignado el asgariano quien enfundó su espada.

Ambos continuaron su búsqueda sin mayor resistencia pues solo había algunos soldados rasos fácilmente superables derribados por el Escorpión mientras Erik guardaba fuerzas para lo que sea que encontraran más adelante. Fue así que un pilar aun más grande se erguía en el horizonte, al acercarse vieron el gran Templo de Poseidón.

Polaris esperaba con paciencia en Asgard el resultado de la incursión de Erik y Kythnos, se sentía decepcionada por no poder acompañarles, pero en ese instante no quizo contradecir al joven asgariano luego de aquel halago, así que solo deseaba que ambos regresaran a salvo. Sin embargo un destello justo frente a la estatua de Odín le cegó por un momento, una enorme esfera de energía apareció de pronto y bajó hacia la amazona posándose unos delicados pies con infantiles zapatos en la fría baldosa.

—¿Quién eres, muchacha?—estaba sumamente impresionada Sekiam, aquella joven de cabellos purpuras emanaba un gran cosmos, cálido y apacible.
—Mi nombre es Dian, la diosa Athena —dijo ella con una voz suave.
—Athena...—hizo Polaris una leve reverencia queriendo ser cortés— ¿Cómo es posible que se encuentre aquí?
—Un hombre muy poderoso acabó con mi vida, pero Hades me ha traído de vuelta antes de ser encerrado por la vasija...—hablaba la pequeña cual adulta con cierta expresión de enfado.
—¿Hades fue encerrado? Entonces... el Inframundo...
—Debemos detener a Poseidón y liberar a Hades —dijo decidida la pequeña.

Sekiam asintió sin salir de su sorpresa, la jovencita sin duda era una diosa, al parecer la experiencia de la muerte había despertado a la diosa Athena dentro de ella manifestándose en su juvenil cuerpo. De inmediato tomaron rumbo hacia el abismo que conducía hacia el Reino Marino con Athena como guía, ambas aparecieron momentos más tarde en el reino de Poseidón.

La joven Athena se movía con rapidez por el escarpado terreno como si supiera de antemano el camino o alguna fuerza le indicase la dirección a seguir. Unos soldados marinos se presentaron frente a las intrusas repentinamente, un grupo pequeño les cortó el paso haciendo que Dian se detuviera de golpe muy asutada. Sekiam se extrañó por este comportamiento, toda la decisión y seguridad de la joven había desaparecido frente a unos simples soldados, esto hizo pensar a la amazona que aunque fuese una poderosa diosa seguía siendo una pequeña niña.

— No te preocupes Dian, me encargaré —dijo con entusiasmo la amazona arremangando un poco el largo de su vestido y entregando su lanza a la pequeña, con rápidos movimientos golpeó fuertemente a los soldados con mucho gusto como en los viejos tiempos.

Esto hizo que Dian sintiera confianza en Polaris y que tenía su apoyo, a sus cortos 10 años nada sabía de enfrentamientos, pero por alguna razón se sentía segura de si misma cuando se trataba de plantar cara a Poseidón. Ella le devolvió la lanza y continuaron su camino.

Pronto llegaron al Templo del dios, entraron al lugar subiendo una larga y amplia escalinata mientras se oía el estruendo de una batalla. Kythnos y Erik batallaban contra el Hipocampo y Kraken, en el fondo de esta escena el trono se encontraba vacío. En ese instante el cuerpo del joven Devon se desplomó ante los ojos asombrados de la pequeña Dian dejando al Kraken en desventaja numérica.

— Ríndete, Kraken, un solo hombre no puede continuar esta guerra —dijo muy seguro Kythnos.
— Estúpido Dorado, ustedes son quienes no pueden continuar con esto —replicó el pelirrojo y solo entonces se dio cuenta que Athena había llegado.
— Es momento de emparejar la batalla, por favor caballeros, la vasija de Hades se encuentra más adelante, les pido que lo liberen, yo me encargaré de este sujeto —interrumpió la diosa sorprendiendo al Dorado y al asgariano.
— Señorita Dian, está con vida...—no salía de su asombro Kythnos.
— De prisa muchachos, no hay tiempo que perder —insistió Sekiam.

Ambos estuvieron de acuerdo y continuaron por la habitación hacia el exterior donde un camino llevaba al gran pilar que habían visto desde la distancia. Si Dian tenía razón la vasija debía estar dentro del Sustento Principal, pero no esperaban ver frente a frente en la puerta del pilar a Poseidón.

—¿Qué hacen aquí? —se enfadó el dios—. Largo de una vez, ¡no quiero más interrupciones!

Desató su furia el dios de los mares atacando con su tridente a los dos guerreros que cayeron al suelo arrastrados varios metros. Era imposible enfrentarse a aquel dios y ellos lo sabían, pero tenían encomendada una misión, liberar a Hades.

— Athena, no esperaba tu visita, ese Hades, me sorprende su rapidez mental... Pero no cambiará nada —estaba muy tranquilo Kraken y sacó la daga dorada para arremeter una vez más contra la pequeña Dian.
— No lo harás de nuevo...—materializó ella el báculo de Athena y detuvo la embestida del pelirrojo en un choque de armas.
— Aunque tu poder haya despertado no significa que puedas manejarlo, chiquilla, para eso debes entrenarte —aplicó mayor presión a la daga detenida por el báculo y ciertamente Dian cedió un poco ante la fuerza desplegada por el Marino.
— Dionisio, no lo entiendo, tú jamás habías interferido en la Guerra Santa, nunca te importó el destino de los humanos...
— Es cierto, pero las cosas cambian, en verdad los humanos me agradan bastante con todos sus vicios y frivolidades, cada generación supera a la anterior, en verdad son seres fascinantes... Y luego llegan ustedes a estropearlo todo con su ridícula guerra por poseer esta Tierra, Hades y su loca idea de imponer justicia sobre las almas y purificar el mundo y tú... tú queriéndolos dejar hacer lo que les plazca por esa pequeña parte en ellos que es inocente... Me han fastidiado ya lo suficiente, es tiempo que haya un verdadero ganador y dejar esa farsa que haces encerrándoles temporalmente, he elegido al ganador y ese es Poseidón.

Encendiendo su rojo cosmos el dios concentró aun más fuerza y logró enviar por los aires a la pequeña que cayó estrepitosamente al suelo. Polaris acudió en su ayuda, aun así el poder de aquel dios era muy fuerte.

En tanto Erik y Kythnos no tenía posibilidad contra el poderoso dios del mar que se acercaba a ellos a paso lento y evidentemente molesto, ellos debían ser quienes destruyeron los siete pilares con la espada que cargaba el de claros cabellos. Entonces supo el joven Caballero de Oro que solo había una forma de lograr el pedido de su diosa y se lo hizo saber a Erik.

— Aun si intentaras golpear ese enorme pilar con la espada de Balmung podría no resultar... debes enviarme con todo tu cosmos contra el Sustento Principal y me encargaré de recuperar la vasija que contiene a Hades. Esta armadura dorada resistirá el golpe —dijo con seguridad sin una duda en sus palabras.

El asgariano se sorprendió más que por el alocado plan por la seguridad del escorpión en arriesgar su vida para completar la tarea y por esta razón estuvo de acuerdo. Preparó la espada girándola de manera que el filo quedase hacia atrás y empuño su mano.

— No les permitiré tal cosa —dijo Poseidón— ¡Acabaré con ustedes antes que lleguen a tocar el Sustento Principal!

Dian se levantó decidida, sabía perfectamente cuan fuerte era Dionisio pero tambien sabía que tenía límites. Su dorado cosmos resplandeció por todo el lugar intensamente desplegando un increible poder y se avalanzó sobre Dionisio quien la detuvo con la daga esta vez con dificultad resistía el gran ataque de Athena.

— Eres sin duda una diosa poderosa, Athena, pero sigues siendo solo una niña, no puedes controlarlo...—aumentó él su poder tanto que poco a poco su escama marina comenzó a agrietarse.
— Es cierto, mi límite es no saber usar toda mi fuerza correctamente, pero tu límite es el cuerpo que has poseído, aun siendo un dios más poderoso que yo nunca podrás desplegar ese poder, te destruirías a ti mismo...
— Niña débil, ¡no juegues a ser un dios!—se enfadó sobremanera Dionisio y aumentó su cosmos resquebrajando aun más su armadura logrando superar a la diosa acercando peligrosamente la daga a su pecho.

El Caballero de Escorpión corrió rápidamente y dando un gran salto se elevó por encima de Poseidón quien envió un poderoso rayo hacia él para detenerlo, sin embargo el Dorado recibió en ese instante el impulso del ataque del dragón de dos cabezas, Erik, que lo catapultó como un rayo dorado hacia el Gran Sustento Principal. Tras un breve silencio en la estructura se dibujó una grieta que la dividió a la mitad en su parte baja y poco a poco se deslisó derrumabando el gran pilar por completo.

— ¡Malditos entrometidos! No me vencerán, reconstruiré los pilares y el Sustento Principal, ¡nada se interpondrá en mi camino!—dijo colérico el joven dios.
— Ya estás vencido, tú y Dionisio, dejarás de una vez de interponerte en nuestra guerra...—apareció Kythnos sin su armadura dorada de entre los escombros.

Su cabello era totalmente negro y su rostro estaba ensombrecido, llevaba la vasija de Athena en su mano emanando un gran poder purpúreo. De inmediato una luz apareció y esta se trasformó en una perfecta esfera que se posó frente al Dorado, la esfera contenía dentro de sí a su recipiente, en ese momento, apenas Eleazar tocó el suelo, Kythnos se desplomó siendo auxiliado por el asgariano.

A pesar de invocar todo su poder Dian no podía derrotar a Dionisio, sin duda le faltaba experiencia para afrontar mejor un mano a mano como este lo cual daba ventaja al dios del vino que se encontraba en su límite. Pero este no esperaba que alguien más apoyara a la diosa en ese mismo instante, Sekiam empuñando su lanza se puso junto a Dian y encendió su frío cosmos, enganchando su arma a la daga dorada restituyó la balanza a favor de la diosa.

— Acéptalo de una vez, esta guerra seguirá ocurriendo una y otra vez. Athena jamás dejará de proteger esta Tierra y mientras los seres humanos no se hagan cargo correctamente de sí mismos Hades siempre querrá ponerlos en su lugar. Esto no se terminará con la intervensión de más dioses, esto solo depende de los propios humanos...—avanzó Sekiam hacia Dionisio y este cayó de rodillas mientras la daga salía volando y la lanza de Polaris se enterraba en el pecho del joven pelirrojo.
— ¡No, Sekiam!—dio un grito desesperado Athena y soltó su báculo.

Por su parte Poseidón estaba frente a frente con el mismisimo Hades que había recuperado su cuerpo. Eleazar caminó hacia el dios vestido con su armadura y con el rostro evidentemente enfadado desenfundó su espada.

— De nuevo intervienes Poseidón, no puedes comprender que la Tierra nunca será tuya, Athena y yo no te dejaremos, ¡es una lucha entre ella y yo!—dijo y se lanzó con gran ímpetu empuñando su espada y aunque Alan interpuso su tridente la fuerza del ataque lo arrastró por el suelo varios metros.
— Hades, estoy seguro que no eres capaz, como sea nos veremos una y otra vez, ¡nunca desistiré!—se preparó para el enfrentamiento pero Eleazar ya estaba sobre él con un golpe a la cara fuertísimo.
— No lo entiendes, yo no soy Athena y da la casualidad que no esta aquí para defenderte de nuevo...—dijo y luego atravezó el cuerpo de Alan con la espada sin contemplación.

El rojo cosmos de Dionisio se apagó por completo abandonando el cuerpo del joven desconocido, el dios ya no tenía un cuerpo que habitar y estaba condenado a volver al Olimpo. Dian no dejaba de llorar mientras Sekiam quitaba la lanza del pecho del muchacho agonizante sosteniéndolo con gentileza.

— No sé como Dionisio te ha convencido, pero debes guardar un gran rencor en tu corazón —le dijo la amazona.
— Solo quería ser un caballero de Athena como los demás... ese maldito, ese patriarca no me eligió —desbordaba la sangre por su boca.
— Sentir odio es humano, querer vengarte y hacer pagar a quienes te han dañado, pero no puedes cargar con eso toda tu vida, en algún momento debes simplemente continuar...
— Es tiempo de continuar...—se aferró a ella y dio su último respiro.

Polaris dejó allí el cuerpo del joven y fue a consolar a Dian quien estaba muy apesadumbrada por lo sucedido. Ambas siguieron hacia el exterior donde vieron el momento justo en que Hades atravezaba el joven cuerpo de Alan.

—¡No, no, no!¡Qué hacen!¡Por qué! —gritó Dian corriendo hacia Alan llorando desconsolada.
— Lo que se debe hacer, Athena. De esta forma Poseidón volverá al Olimpo y no podrá seguir interfiriendo en nuestra guerra —dijo con frialdad el dios del inframundo.
— Son tan crueles, tú y Sekiam, matan sin la más mínima duda...—brotaban sus lágrimas sin parar mientras abrazaba el ensangrentado cuerpo del recipiente de Poseidón.
— Es lo que hacen los guerreros... —argumentó Hades y Sekiam le tocó el brazo para intervenir.
— Tranquila Dian, todas las cosas suceden por una razón, la muerte nunca ha sido ni será el final... Su alma ha sido liberada del dominio de Poseidón, al igual que aquel muchacho del odio de Dionisio hacia ustedes.
— Pero... pero yo, yo podía encerrarlos, yo...
— Es cierto, pero las cosas no resultan siempre como queremos —le dijo la amazona y le abrazó comprendiendo la tristeza de la pequeña.

El derrumbe del Reino Marino era inminente, las aguas comenzaron a dominar el sitio con enormes olas que venían en todas direcciones. Erik tomó a Kythnos quien poco a poco recuperaba la conciencia, Sekiam cargó a la pequeña Dian y Hades los envolvió a todos con su gran cosmos y los sacó de allí rápidamente llevándolos a su castillo.

En el lugar los esperaban Kainex, Jeshab y Rebecca quien no pudo contener su felicidad al ver a Eleazar y lo abrazó con fuerza mientras el dios la apartó con sutileza algo apenado. Era el final de esta contienda y solo había una cosa más por hacer, Athena y Hades lo sabían por lo que no detuvieron su paso hasta llegar a unas enormes puertas que llevaban hacia las escaleras del Inframundo.

El gran cosmos de Hades restauró en un momento toda la estructura dañada por el abandono y la batalla, el amplio territorio que rodeaba el castillo reverdeció llenándose de vida. El edificio completo fue restaurado hermosamente aun la habitación donde todos se encontraban presentes. Hades dió la mano a Kainex y a Jeshab, mirando con detenimiento a este último como diciéndole algo, frente a Rebecca realizó una leve reverencia que asombró a la muchacha quien no comprendía de que se trataba todo esto.

— Ya es hora, Hades. Nos veremos otra vez...—dijo Dian tomándole la mano.
— La próxima vez te venceré, no tengas dudas de eso —le besó la pequeña mano mientras las puertas se abrían de par en par hacia adentro.

Las armaduras de Wyvern, Grifo y Sapuri Camaleón abandonaron a sus respectivos portadores y volviéndose a su forma de objeto bajaron hacia el Inframundo, por su parte la armadura de Hades hizo lo mismo separándose pieza por pieza del cuerpo de Eleazar  pero llevando dentro de si al dios de los muertos. El joven Eleazar era libre del alma del dios y las puertas se cerraron, Athena colocó su mano en la unión y puso allí su sello, este no se rompería hasta dentro de 250 años.

Dian caminó unos pasos dentro de la habitación, un hermoso haz de luz la iluminaba desde el techo vidriado y poco a poco empezó a desvanecerse. sorprendido Kythnos se acercó a ella arrodillándose a sus pies.

— Athena, no puedes dejarnos... el Santuario esta destruido, recostrúyelo como ha hecho Hades con este castillo... No puedes irte así... debes prepararnos para la siguiente guerra... yo...
— Mi tiempo se ha terminado, joven caballero. El orden se ha restituido, apenas he podido sellar a Hades. Lo siento, te encomiendo hacer del Santuario el reino con los más poderosos guerreros...—dicho esto su cuerpo se desvaneció por completo.

___

Y así fue como derrotando a Dionisio cada uno de los sobrevivientes comenzó una nueva vida. Kainex partió por el mundo hasta encontrar su lugar en él, sin prisa disfrutaría de su tiempo al máximo libre de toda obligación; mientras Jeshab continuó con la misión que Hades le había dado desde el momento en que volvió a la vida, buscar incansablemente a los mejores guerreros a favor del dios de los muertos, tendría mucho tiempo por delante para esto. Tanto Rebecca como Eleazar aceptaron el regalo de Hades y vivieron en el gran castillo restaurado, con aquel amplio terreno fértil podrían vivir cómodamente y así comenzar con una nueva sucesión de recipientes aptos para contener al dios del Inframundo.

Tanto Erik como Sekiam volvieron a Asgard y allí gobernó Polaris en pos de una nueva generación de dioses guerreros empezando por el joven Phil, el reino recuperó poco a poco su estado normal haciendo felices a todos sus ciudadanos. Allí estuvo un tiempo Kythnos recuperándose con los famosos cuidados de las valkirias y hasta fue tentado a quedarse, sin embargo su lugar era el Santuario y en poco tiempo partió hacia allá.

Ver las ruinas del Santuario apretó el corazón del joven caballero y cargando su armadura dorada en la espalda caminó por el desolado terreno. En su camino encontró a Nyv, un maestro que conoció hacia años, y unos pocos muchachos que actualmente estaban en entrenamiento para caballeros de Bronce. Entonces se sintió reconfortado por ellos quienes le sonrieron y animaron, algunos metros a la distancia se encontraba el gran reloj derrumbado pero intacto en el circulo central, Kythnos sonrió y se sintió seguro de lograr la petición de Athena pues el reloj aun tenía encendida una llama, una resplandeciente llama dorada en Piscis.


FIN

Por Sekiam Hero

febrero 14, 2016

Juicio a los dioses - Contenedor de dioses [18]

El final era inminente para los tres jóvenes Caballeros de Hades, sin duda sus cuerpos no resistían más, tendidos en el suelo vieron como el lugar quedaba vacío mientras el último soldado Marino se lanzaba por las escaleras del Inframundo. Sylar era quien en peor condiciones estaba y sin embargo no dejaría que terminara de esta manera, reunió el resto de cosmos que le quedaba y lo envió a Kogu, el Aries sapuri lo recibió volviendo sus fuerzas poco a poco sin comprender lo que su compañero deseaba. A algunos metros de distancia Seth veía la muerte de Sylar con esta última acción y lo comprendió.

— Debes hacerlo Kogu, acaba con ese Marino...—su cosmos purpúreo reunido comenzó a llenar el cuerpo del agotado Aries sapuri quien solo entonces supo que hacer.

Baku de Krysaor se encontraba muy cómodo cortando en pedazos a los espectros terrestres que quedaban en los alrededores del Río Aquerón y se prestaba a abandonar el lugar cuando repentinamente vio a Kogu en posición de ataque con sus brazos apuntando al enemigo.

— Tú ya estás muerto... ¿Crees tener la fuerza para enfrentarme? No me hagas reir...—se burló el Marino sabiendo cuán herido estaba el Sapuri.

Sin responder en absoluto a estas palabras toda la concentración de Kogu estaba en esa técnica y la gran explosión golpeó con fuerza a Baku inesperadamente para él, sin embargo tenía razón en que el caballero de Hades no tenía la suficiente fuerza, pero Kogu también lo sabía. Aquello no había sido más que una distracción, con facilidad el Aries sapuri atrapó a Krisaor de frente en un abrazo fuerte y de un salto se elevaron unos metros para caer luego hacia el fondo del río.

Llendo cada vez más profundo ambos estaban en su límite, pero era obvio también quien resistiría más, poco a poco Kogu soltó el abrazo y el Marino comenzó a subir hacia la superficie. Esto aliviaba a Baku quien pensaba que estaba libre, no contaba con que allí había unos muertos muy decididos a obstaculizar su camino. Le sujetaron de las piernas luego del torso, sus brazos y el grupo se hizo cada vez más numeroso, se aferraban al Marino quien hacía todo lo posible por liberarse mas estaba agotado y falto de aire sucumbió ante simples muertos.

Pero aun quedaban Generales Marinos en el Inframundo, como Rage y Devon que tuvieron algo más de dificultad con los espectros celestiales, técnicas más elaboradas requerían mayor precisión y un desgaste evidente, sin embargo la diferencia de cosmos era notoria y los espectros disminuían rápidamente. Por su parte en el tejado del tribunal Miller de Siren y Morgan de Garuda se enfrentaban en una particular batalla, apenas cruzaron el tejado desde el interior del edificio el juez dejó caer el cuerpo de Miller quien no tuvo problemas para ponerse de pie, de inmediato este comenzó a tocar su siniestra melodía.

— ¿Qué técnica es esa?—no comprendía Morgan.
— Lo verás ahora mismo —la música se intensificó—. Esta melodía será la última que escuches...

Ilusiones de hermosas sirenas aladas aparecieron frente al juez que sentía un terrible dolor en su cabeza, aunque tapó sus oidos la música continuaba dentro de su cerebro y sentía como su gran fuerza era mermada rápidamente, aquel era un caballero letal. Pero el General peleaba contra el gran cosmos de Garuda y este no permitiría que Miller siguiera intacto justo frente a él observándole retorcerse de dolor.

El juez no tenía dificultad en lanzar todo su poder de una sola vez, extendiendo sus brazos hacia Miller puso sus manos como garras y se lanzó veloz contra el General atrapándole por los hombros y elevándolo sumamente alto. Aunque la música no se detenía mientras subían y Miller observaba con gran impresión a Garuda el estallido de su cosmos era más poderoso que cualquier ilusión. Pronto se dirigieron en picada hacía el Valle del huracán oscuro donde impactó de lleno en el suelo al Marino de Poseidón.

La flauta de Miller cayó varios metros lejos de él mientras tenía sobre sí al juez que luego se apartó tomándo distancia, su cabeza aun le dolía sobremanera e incluso acordes de la melodía aun atormentaban su mente. El Marino por su parte no podía ocultar la gran impresión en su rostro, su armadura estaba resquebrajada como jamás habría imaginado y sangraba profusamente, apenas podía moverse para intentar levantarse.

— No lo entiendo... ¡Maldita melodía!¡No dejo de oírla!—se sostenía la cabeza Garuda sufriendo aun los efectos de la técnica.
— Y la seguirás oyendo hasta que toque la última nota... deja que alivie tu dolor...

Saliendo del enorme agujero hecho por el impacto de la caida Miller claramente dañado fue en busca de su flauta tomándola del suelo. A pesar del gran dolor Morgan no estaba dispuesto a ser vencido por aquel joven y trató de arrebatársela para que no tocase esa nota antes que el general cayese.

— ¿Crees que soy idiota?—forsejeó con el Marino—. No eres más que un niño con su juguete...

Diciendo esto le golpeó con fuerza la cara a Miller tirándolo al suelo bruscamente y así le quitó la flauta que lanzó hacia el profundo abismo no muy lejos de allí. Perturbado aun por la música y evidentemente sufriendo no podía dejar ir al Marino aun cuando este fuese un inútil sin su instrumento. Pero sus fuerzas seguían disminuyendo sin remedio, entonces vio como Siren trataba de escapar al incorporarse y dar algunos pasos alejándose. Si aquel dolor le persiguiría hasta la muerte solo una cosa podía hacer.

— ¿A dónde crees que vas?—le tomó del brazo para impactarle un fuerte golpe al estómago.
— Tu escogiste tu final, juez del Inframundo...—susurró sangrando por su boca abundantemente Miller.
— Tu técnica es admirable, pero en lo que a mi respecta no eres un guerrero de verdad...

Le tomó esta vez del cuello sin que Miller opusiera resistencia y ambos se elevaron con el último estallido de cosmos del juez, esta vez no se alzaron demasiado sino lo suficiente como para caer por el mismo abismo que fue arrojada la flauta dorada. Así caía uno más de los poderosos Generales Marinos y el Inframundo sufría la pérdida irremediable de uno de los jueces.

Al mismo tiempo que se había dado esta contienda, en la habitación contigua del gran tribunal, Wyvern y Kraken se enfrentaban con múltiples golpes a gran velocidad, al parecer Jeshab tenía todo el control de la situación ante un preocupado adversario. Esto no era lo que el Marino había planeado  y debía retomar el rumbo pronto, pero lo veía muy dificil al enfrentar a tan aguerrido contrincante.

— Vamos, ya basta de juegos. Sé muy bien que me ocultas tu poder —dijo con seriedad Jeshab, no le había creído para nada al Marino.
— No entienden que son solo un montón de inútiles todos ustedes. Se prestan para el juego de los dioses a cambio de nada.
—¿Qué dices? Si eso es lo que crees ¿qué estás haciendo aquí?
— Acabando con toda su miseria de raíz...

Alzó sus brazos el Kraken como había hecho en la casa de Acuario y uniendo sus manos la intensidad de la blanca concentración de cosmos impresionó al juez. El General lanzó una fuerte tormenta de nieve contra el Wyvern congelando rápidamente todo su cuerpo y los alrededores en la habitación quedando estampado el juez en el muro cubierto de hielo.

El Kraken  sintió entonces el enorme choque de cosmos entre los dos dioses que se enfrentaban en la segunda prisión, por lo que no podía seguir allí y se apresuró a continuar su camino volviendo por el agujero hecho anteriormente por el Wyvern. Salius y el juez de Grifo batallaban en ese momento muy parejos en cuanto a fuerzas, tal como él lo había anticipado, el resultado sería distinto sin la intervención de ese juez.

Pasó el Marino por la amplia habitación principal sin más hacia la salida de esta, claro que Kainex de Grifo lo vio mientras luchaba un mano a mano con Lymnades, el juez estaba impresionado al entender que Jeshab había muerto en manos del pelirrojo y aquello le costó un fuerte golpe en la cara que lo arrastró por el suelo hasta el atrio en medio del gran salón.

— Vamos, vamos... no descanses demasiado que aun queda resto por pelear —estaba sumamente feliz el General de cabellera blanca y ojos de distintos colores.
— Lo tuyo es jugar sin dudas, pero no eres tan fuerte como para darte ese lujo...—se levantó el Grifo de entre los escombros.
— ¿Y ahora me dirás que eres más fuerte que yo?—se burló el Marino.
— En verdad tenemos un despliegue de cosmos muy similar, entiendo por qué el pecesito quería que pelearas contra Jeshab el Wyvern, lo habrías desgastado a pesar de su gran potencia...
— Vaya, has pensado todo eso en este tiempo, eres un listillo sin duda, Grifo.
— ¿Acaso pensabas que estabas en control de este combate?

Salius el albino observó a Kainex extrañado, precisamente pensaba eso pues estaba dominando al juez, vio entonces el puño cerrado del Grifo y cuando este lo levantó la poca luminosidad del salón dejó ver un hilo fino largo que llegaba hasta él, un leve movimiento del General le permitió ver cuan rodeado de hilos se encontraba. Era el Grifo quien todo este tiempo, sabiendo que el poder de Salius era similar al de él, lo rodeó con la mayor cantidad de hilos que pudo sin que Lymnades se diera cuenta.

— ¡Infeliz! Me... Me engañaste...—dijo aterrorizado.
— No importa cuanto intentes liberarte...—sonrió Kainex y tensó sus hilos para aprisionar con fuerza al Marino.
— ¡No puede ser! Grifo dejame ir... ¡me rindo, me rindo!—suplicaba.
— Qué tonterias dices...—se rió a carcajadas Kainex—. Esto es una batalla, no un juego de niños... la piedad es para los débiles —le dijo con mirada seria esta vez apretando aun más el cuerpo de Salius agrietando su escama.

Los hilos estrangularon el cuerpo de Salius Lymnades destrozando su armadura y desgarrando su cuerpo, un movimiento del juez hizo que las ataduras de su rival lo elevaran hacia el alto techo del tribunal y allí lo dejó colgado desangrándose ante la mirada perdida y agonizante del Marino.

Kainex debía alcanzar rápidamente al Kraken, mientras tanto la lucha continuaba fuera del tribunal entre los Marinos y las fuerzas espectrales de grado medio los celestiales. Tras la ardua batalla solo Devon el Hipocampo sobrevivió pero con graves heridas, aquellos espectros tenían técnicas sofisticadas y el hecho de atacar en grupo les dio cierta ventaja a pesar de ser los Generales sumamente fuertes.

Por otro lado Alan el nuevo Poseidón y Eleazar Hades se enfrentaban a muerte en la segunda prisión, con clara superioridad del dios de los muertos quien tenía en el piso al agotado dios de cabellos claros.

— Acéptalo, Poseidón, este no es tu lugar... Solo Athena y yo podemos pelear por el dominio de la superficie. A mi no me puedes ganar con artimañas —mantenía su rostro serio y decidido.
— Te equivocas, Hades. Siempre hay una trampa según la presa...—sonrió el dios de los mares levantándose con dificultad apoyado en su tridente.
— Haré que pagues por lo que has hecho, intervenir en la Guerra Santa. Yo habría vencido a Athena justamente, cuando ella fuese mayor mi ejército habría sido más fuerte bajo los nuevos parámetros que tenía planeados, nadie habría dudado de mi victoria y por fin dominaría el Inframundo y la superficie.
— ¿Acaso luego de tantas batallas contra Athena aprendiste algo? —se burló Poseidón.
— Precisamente...—sonrió Hades encendiendo su espada y lanzándose nuevamente contra el dios de los mares.

Ambos chocaron sus armas entrelazando el tridente con la espada y se mantuvieron así, cosmos contra cosmos desplegando su poder que remecía la tierra. Hades por su parte se veía muy seguro de si mismo pensando en dar el golpe final mientras Poseidón lo contenía con esfuerzo en el mano a mano.

Pronto llegó el General Marino de Kraken quien se había librado fácilmente del Wyvern, este vio la situación en la que estaba Poseidón la cual era una posibilidad, pero no estaba necesariamente dentro de los planes. Al parecer Hades había optado esta vez por un cuerpo de guerrero que además fuese compatible con él a un nivel inesperado. Aunque el Marino había preparado muy bien a Alan tenía dudas si podría con la tarea y junto con la acertada opción de Hades era evidente que era el momento para intervenir.

Un brillo intenso apareció en las manos del Kraken al unirlas como si sostuviera algo, rápidamente se materializó una vasija muy conocida por el dios de los mares pues esta lo había contenido por un largo tiempo. La abrió con una gran sonrisa en su rostro, un poder enorme volvió a emanar de él, su cosmos rojo sangre ardió con fuerza y nisiquiera tuvo que acercarse mucho para que el dios del Inframundo empezara rápidamente a ser absorvido por la vasija.

— ¿Qué? ¡Poseidón! ¡No te saldrás con la tuya, infeliz!—trató de mantener su postura en el choque de armas pero su fuerza era ampliamente superada por Alan quien ahora se mostraba muy seguro de si mismo.
— Te lo dije, siempre hay un truco para atrapar a cada presa —dijo él y entonces hizo estallar su gran cosmos y golpeó a Eleazar expulsándolo a varios metros de distancia.

El alma de Hades fue completamente absorbida en la vasija que se tapó al instante y esto llevó a que poco a poco el Inframundo comenzara a derrumbarse, sin el dios su obra perdía los cimientos y el poder que lo mantenía en funcionamiento.

 —¡Detengan esta locura!—se avalanzó Kainex de Grifo quien había dado alcance al Kraken pero muy tarde, aun así arremetió con un golpe a la cara del Marino tan inesperadamente que este dejó caer la vasija.

— Imbécil, nada pueden hacer ahora —se burló Kraken recuperándose del golpe mientras Alan, Poseidón, recogió el contenedor y puso su sello en este.
— Hemos terminado aquí—dijo satisfecho el dios de los mares, entonces se rodeo de un aura celeste verdosa como una esfera y lo mismo hizo con el Kraken.
— ¡Qué se supone que pasará con las almas! No tienen idea de lo que han hecho...—apretó los dientes el Grifo sin poder creer lo que estaba sucediendo.
—Tonterías, eres un ingenuo, hablas con dioses. Desde ahora yo juzgaré a cada alma y las convertiré en mis súbditos bajo el mar —dijo y luego rió de buena gana elevándose por sobre el Grifo mientras el suelo se agrietaba bajo sus pies.

De esta manera Poseidón y los suyos salieron rápidamente del Inframundo con dirección al Reino Marino, incluido Devon quien al entrar en la primera prisión se había encontrado con el Wyvern. El juez Jeshab logró escapar de la gruesa capa de hielo donde lo había aprisionado Kraken y al ver a Devon le interrogó sobre el Marino, mas el Hipocampo fue envuelto por la esfera de Poseidón y escapó del lugar.

 A unos metros de distancia de Kainex el cuerpo de Eleazar, aun vestido con la armadura de Hades, estaba en peligro de caer en una zanja que se abría donde él yacía en el suelo. Percatándose de esto el juez de Grifo acudió en su ayuda sosteniéndolo pero no pudo escapar de la grieta, mas un látigo purpúreo se enlazó en su brazo y los sacó de allí.

La amazona Sapuri Camaleón se hacía presente en la escena, Rebecca la chica que Eleazar encontró en el bosque de las almas suicidas había vuelto a la vida como un sapuri y llegaba justo a tiempo para darles una mano. Kainex cargó a Eleazar y se reunieron luego con Jeshab huyendo del sitio entre abismos sin fondo del accidentado terreno.

Por su parte la joven Pandora decidió quedarse a los pies del trono de su señor, momentos antes Rebecca le imploraba que ambas salieran del Inframundo pues este se destruía sin remedio, pero ella se negó rotundamente abrazando el reposabrazos del trono como si se aferrara a alguien con todas sus fuerzas.

— Este es mi lugar, Rebecca. Es todo lo que conozco, es lo que soy, el Inframundo es mi hogar, si cae caeré con él... —su actitud era determinada, pero evidenciaba una gran pena—. No me entristece perder mi vida, me entristece perder lo único que tiene verdadero valor para mí...

febrero 07, 2016

Juicio a los dioses - Uniendo Fuerzas [17]

La amazona de Polaris se encontraba ya muy agotada por el viaje, gastó gran energía en volver lo más rápido posible a Asgard y por ello dejó caer pesadamente el cuerpo de Kythnos, el Dorado de Escorpión que vestía su impecable armadura. El paisaje era algo distinto al que vio en su partida, todo era un llano nevado de un blanco puro, grandes icebergs como montañas se divisaban en el horizonte, por ello estaba un poco desorientada, pero sabía que estaba cerca, a lo lejos un muro de hielo se erguía sin embargo parecía posible entrar por un costado.

— ¿Quién... está ahí?—habló suave y susurrante el caballero tendido en el suelo frío.
— ¿No te acuerdas?—se acercó ella para que le viera desde más cerca.
— Creo que... sí, peleamos... fue hace mucho. Vaya... Sekiam...—le regaló una sonrisa leve.
— Venga, Kytt, nos queda un poco para llegar, tengo unas amigas que te ayudarán —le dijo la joven refiriéndose a las valkirias de palacio.

Quitó las partes de la armadura al escorpión y esta tomó su forma de objeto apareciendo una caja dorada que la resguardó. La chica se puso la caja cual mochila en su espalda y luego arrastró a Kythnos algunos metros tomándole de un brazo. La nieve superficial comenzó a acumularse alrededor del caballero quien no podía oponer resistencia.

— Sekiam... mejor me dejas por aquí... ya que más da, estoy más muerto que vivo...—su corazón estaba dolido por el trágico final del Santuario.
— Kytt, no seas llorón —le soltó volviendo a colocarse cara a cara con el Dorado quitando la nieve de su cara—. Es un insulto a los escorpiones que te precedieron el rendirte de una manera tan baja. Estas vivo y te recuperarás pronto, de eso no hay duda, así que deja la quejadera o harás que me arrepienta de haberte sacado de allí...
— ... No es que me esté quejando hace mucho...—abrió mejor los ojos.
— Pues simplemente no te lo permito ni un segundo —declaró con seguridad Polaris.

La amazona en verdad fuerzas no le quedaban, el frío le congelaba como aquella vez que conoció Asgard, tenía puesta la misma ropa simple de entrenamiento y aun no se acostumbrada del todo a la intensidad del clima, el aire parecía escaso y le costaba recuperar el aliento, pero no se quedarían allí, lograría llegar al palacio. Kythnos solo la miraba mientras ella intentaba ponerse de pie, no sabía que decirle, en verdad no le importaba nada ahora y sin embargo había alguien que inesperadamente creía en él.

— Se acabó, Sekiam... debes... —pero sus palabras fueron interrumpidas por el puñado de nieve que la amazona le plantó en la boca.
— Era mejor cuando guardabas silencio —se enfadó ella—. No necesito tu optimismo en este momento...—y luego se desplomó junto a él tirando a un lado la caja dorada mirando el cielo blanco imperturbable.
— Todo tiene un límite...—insistió Kythnos, esta vez solo por molestar ya que había entendido el mensaje.

El joven se levantó, con gran dificultad pero se puso de pie, la gran fuerza de su cosmos aun no se había apagado y tomó en sus brazos a la amazona cual héroe de película mas ambos cayeron de espaldas de vuelta al suelo.

— Buen intento, galán, pero ahora pongámonos serios...

Sekiam no esperaba recurrir a todo su cosmos para cumplir la tarea pues esto le desgastaría en verdad pero el caso lo ameritaba. Reuniendo sus fuerzas el cosmos ahora frío de la guerrera le envolvió, tomó de vuelta la caja de la armadura y esta vez colocó el brazo de Kythnos por encima de sus hombros y le sostuvo la cintura, una forma un poco más digna de cargarlo ahora que se estaba recuperando. Así no tardaron en llegar al punto que había visto Sekiam pudiendo observar desde allí las grandes paredes de hielo que envolvían con gracia las edificaciones del reino haciendo un claro camino hacia la cima.

Al poco andar se encontraron a Erik el fornido y alto asgariano quien estaba atento al cosmos de Polaris acudiendo a ver por qué tardaba tanto. Al ver la situación se acomodó la caja en un hombro y cargó a Kythnos en sus brazos cual damisela en apuros llevándolo con  mayor rapidez al palacio mientras Sekiam le seguía no muy lejos de él. Las valkirias acudieron con la prisa que les caracterizaba, con pociones raras, ungüentos varios y vendajes atendieron al joven herido y volvieron a la vida el desgastado cuerpo de Kythnos.

Mientras tanto Sekiam se encontraba ya más cómoda con el nuevo vestido que le prepararon las chicas y su indumentaría como Polaris, llendo a la estatua de Odín para sacar la lanza de su lugar. El hielo había dejado de avanzar aunque abarcaba más de lo que la amazona había esperado, ella sabía que esto no era suficiente, pero tampoco tenía idea de qué podían hacer.

— El reino esta a salvo de la gran inundación, probablemente las personas que vivían en zonas muy altas han sobrevivido también —le indicó Erik a la amazona que sostenía su lanza observándola muy pensativa.
— Esto no ha terminado, Erik. Debe haber algo más que podamos hacer.
— De hecho pueden...—afirmó el anciano que se presentó en el lugar.
— ¿A qué se refiere? Ni se le ocurra que nos meteremos en esta guerra —enfatizó el asgariano.
— Las fuerzas de Poseidón se encuentran todas sin duda en el Inframundo... por lo que su propio reino ha de estar desprotegido.
—¿Y qué haríamos allí? —estaba muy interesada Sekiam a diferencia de Erik.
— Las aguas que inundan el mundo son sostenidas por siete pilares los cuales representan los siete mares. Si van al Reino Marino y destruyen los pilares las aguas bajarán.
— Entonces hagámoslo de inmediato —se entusiasmó la amazona pensando que no habría resistencia por parte del enemigo.
— Anciano no vengas con ideas tan arriesgadas, por más que esté sin protección el reino no creo que sea tan fácil—seguía Erik sin estar de acuerdo.

Entonces desde el profundo acantilado donde se encontraba la estatua de Odín emergió rodeada de un blanco y brillante cosmos la armadura del dios de Asgard, que se posó ante la mirada asombrada de los presentes.

— Je. je, nuestro dios Odín te ha respondido, Erik. La gran espada de Balmung puede destruir los pilares del Reino Marino, solo necesita que alguien la empuñe contra ellos.
— De acuerdo —asintió Polaris y se apresuró a quitar la espada de la armadura, pero apenas la levantó unos centímetros de su lugar, pesaba demasiado.
— ¿Que haces, chiquilla?—la reprendió el anciano—. Eso no es para niños... ve Erik, tú eres un verdadero asgariano.

El joven miró con desconfianza al anciano pero le obedeció sacando sin problemas la refulgente espada. Sekiam lo miró algo molesta por no poder hacer lo mismo, pero se resignó luego aceptando que era lo más adecuado.

— Debes ir al Reino Marino, te guiaré hacia el abismo que conduce a ese lugar.
— Vamos, de una vez —agregó la amazona pero Erik se negó.
— Debe quedarse, ya se lo he dicho, este es su lugar.
— Pero bueno, soy una guerrera también...—se enfadó al ver que le dejaban a un lado por ser una chica.
— Lo sé —puso el joven su mano en el hombro de Sekiam—. Es por eso que si las cosas no salen bien el reino de Asgard estará en buenas manos.

El joven encendió su cosmos en ese instante y la armadura que poseía se hizo presente, el dragón de dos cabezas, Dubhe Alpha vistió a Erik. Una valkiria le entregó la funda de la espada y guardándola en ella la cargó en su espalda listo para partir. Pero no iría solo, Kythnos no permitiría que le dejaran fuera de la misión, había oído todo y queria ser parte de la acción.

— No pienso quedarme, les agradezco sus atenciones pero mi deber no ha terminado, daré mi apoyo en esta misión —ya estaba entero el Dorado y vestido con su armadura como el Caballero de Escorpión.

El asgariano estuvo de acuerdo, conocía muy bien lo rápido que actuaban los cuidados de las valkirias de palacio y aunque Kythnos no estaba al 100% podría ayudar en caso que inesperadamente regresaran los Marinos. Así que estando todos de acuerdo partieron al Reino Marino, guiados por el anciano llegaron al lugar indicado y cayendo por un profundo torbellino atravezaron las aguas y fueron depositados en las tierras de Poseidón.

enero 31, 2016

Juicio a los dioses - La tierra de los muertos [16]



Los Marinos salieron raudos del Santuario mientras este se destruía, se reunieron en una cumbre pues el océano había tomado un gran porcentaje de la Tierra y seguía avanzando. Kraken estaba molesto con los dos Marinos que se presentaron sin su permiso.

— ¿Es que no entienden? Los necesito intactos para combatir a Hades, me habría encargado de cualquier Dorado sobreviviente y al final lo que importaba era quitar el factor Athena del camino y sus patéticos guerreros caerían con ella.
— Calma, Kraken, estamos aquí, al menos la mayoría. Aunque hubo perdidas importantes...—interrumpió Salius.
— No les justifiques Salius, pero tienes razón, esos Dorados dieron más resistencia de la que esperaba, el caso es que ahora empieza la verdadera guerra. Estamos hablando de 105 espectros que aunque no sean demasiado fuertes son un número importante que pueden mermarlos contra los jueces.
— Reunámonos de una vez con nuestro señor Poseidón y vayamos al castillo de Hades—dijo con entusiasmo Salius.
— Recuerden que esta vez es en serio, no dejen uno vivo y el Inframundo caerá a nuestros pies.

Se apresuraron hacia el castillo en ruinas de la familia de Marixose, la actual Pandora, entre sus habitaciones Sylar, Kogu y Seth se reunían pues era el lugar que más frecuentaban ya que les recordaba su vida fuera del reino. Sylar ya se había recuperado bastante bien de sus heridas igualmente Kogu tras el ataque inesperado de los asgarianos. Reuniéndose en la cocina para merendar uno de ellos se quejaba de no tener personal de servicio.

— Eleazar ha exagerado despedir a todo el mundo ¿Tendremos nosotros que limpiar y prepararnos algo de comer?—reclamaba Kogu sentándose a la mesa.
— Cualquiera que te oyera creería que si tuvieras necesidad de hacerlo lo harías, pero nosotros sabemos que no moverías un dedo...—dijo Sylar, el sapuri de Cáncer,  dando una hojeada a su libro.
— Y ahora dilo en una palabra...—rezongó el Aries sapuri.
— Vago...— le respondió sin dejar de mirar su libro.
— No chilles Kogu, ¡cuentan con el mejor chef!—sirvió unos emparedados Seth a sus compañeros.
— ¿Otra vez sandwiches?—exclamó Kogu.
— Come y calla —le mostró sus garras afiladas el caballero albino conteniéndose el enfado— Te quejas de lleno...

No alcanzaron a saborear sus bocadillos cuando sintieron la presencia del enemigo acercándose al castillo. De inmediato salieron y un gran número de soldados se amontonaban en los alrededores. Provistos de sus sapuris los caballeros de Aries, Capricornio y Cáncer contuvieron la embestida del ejército acabando con ellos fácilmente uno tras otro hasta que los Marinos hicieron su aparición y sin mayor esfuerzo se abrieron camino hacia la habitación que contenía las escaleras hacia el Inframundo.

— Me quedaré con los sapuritos —dijo entusiasta Salius de Lymnades.
— Esta vez no, entrarás conmigo —señaló el Kraken— Baku, alcánzanos rápidamente.

El Marino de Krysaor asintió aunque no le agradaba la idea, pero las órdenes de Kraken eran indiscutibles. Los sapuris se sentían subestimados y atacaron al grupo de Marinos aun sabiendo que su número era mayor sin embargo ellos evadieron cada ataque y sin más continuaron hacia el interior del castillo para saltar por las escaleras.

Baku estaba inmóvil apoyado en su lanza observando a los caballeros de Hades que golpeaban sin cesar las huéstes marinas que entraban al castillo siguiendo a los Generales. Tras un momento el Marino interceptó a Sylar clavándole su lanza atravesando su pecho, ante esto los otros dos atacaron a Baku mas este sin esfuerzo les esquivó produciéndoles varios cortes en contrataque. El General Marino ya había observado los posibles movimientos de los sapuris cuando estos se abrían camino entre la multitud de soldados.

El Kraken había sido muy astuto al dejar a Baku sabiendo que él no perdería el tiempo para terminar con sus víctimas y así mismo lo hizo, atacando sin piedad a los sapuris que poco y nada pudieron hacer cayendo definitivamente ante el poderoso Marino. En ese momento el gran poder de Poseidón se sintió en el lugar, moribundos los sapuris vieron pasar cerca de ellos la figura impoluta del dios de los mares, un hombre muy joven de unos 16 años.

Con paso seguro y vestido con su armadura Alan destelleaba su gran cosmos, protegiendo así a sus soldados y Generales mientras estos caían al Inframundo, su cabello rizado era de un tono celeste clarísimo como sus ojos. Su protección era crucial para esta fase de la guerra y descendió él también pues enfrentaría cara a cara a su hermano Hades.

El número mayor de espectros, los terrestres, hicieron frente al enemigo en primera instancia cual barrera cerraba el paso de los Soldados marinos, la gran batalla se estableció cerca de la puerta de la famosa inscripción, peleando los espectros y destruyendo a los soldados mientras los Generales por su parte les destrozaban sin dificultad.

— No te escondas, Hades.  Ven y enfrentame aquí, no tengo ganas de recorrer tu horrible reino...—dijo el inexpresivo dios de los mares, pero no tuvo respuesta.

En aquel lugar se encontraba una barca y Poseidón subió a ella junto con los Generales, aun las aguas del Inframundo le obedecían y no tardó en llegar a la otra orilla mientras la batalla seguía entre sus soldados y los espectros terrestres de Hades con el apoyo de Baku quien se aseguró que ninguno sobreviviera.

Era el momento de los espectros celestiales que se avalanzaron contra el dios mientras este se bajaba de la barca, sin embargo fueron incapaces de siquiera acercarse. Devon se quedó esta vez acabando con ímpetu un espectro tras otro apoyado por Rage, la nueva Marina de Dragón. Alan y los 3 restantes Generales siguieron por la primera prisión donde el juez de Grifo les esperaba.

— Mis órdenes son que el señor Poseidón es bienvenido, sin embargo no así sus lacayos—sonrió el espectro y tras él los otros 2 jueces aparecieron, Jeshab de Wyvern y Morgan de Garuda.

Ante esto ni una expresión se vio en el rostro de Alan quien siguió su camino a la siguiente prisión. Los Marinos que quedaban Salius y Miller no se movieron hasta oir al Kraken quien les señaló con quien enfrentarse cada uno, decidiendo que Lymnades iría contra el Wyvern y Siren contra Grifo, ordenando que se separasen unos de otros. Pero Miller al intentar moverse no pudo hacerlo pues finos hilos enredaban a los 3 Marinos.

— No estoy de acuerdo con tu plan, pecesito —se burló el Grifo de larga cabellera verdeazulada.
— Yo quiero el pelirrojo —dijo Wyvern avanzando hacia este tomándole del cuello y estrellándolo varios metros atrás contra el muro de la edificación traspasando a una habitación contigua.
— Te dejo al raro —habló Morgan atrapando sin previo aviso a Siren en su técnica haciéndolo atravesar el techo del recinto para luego seguirlo y enfrentarlo sobre el tejado de la prisión.
— ¡Siempre me dejan el raro! —se molestó Kainex el Grifo.

Mientras a paso lijero Alan llegó a la segunda prisión donde Hades le esperaba en la entrada vestido con su armadura y la espada en su mano. Eleazar estaba furioso por la intromisión a su reino, no esperaba que Poseidón se atreviera a invadirle cuando las Guerras Santas siempre fueron contra Athena.

— ¿Vienes a explicar tu osadía, Poseidón? Sabes que solo puedes obtener la Tierra si ganas a Athena justamente.
— No me vengas con tu sermón de la justicia, Hades. Athena esta fuera del camino como debe ser, eres tú quien se interpone ahora a mi reinado sobre esta tierra.
— Bien conoces la justicia del dios de los muertos, no permitiré que arraces mi reino como has hecho con el Santuario ¡Tu ambición llega hasta aquí! —elevó su espada y un rayo rojo sangre cortó el camino entre él y el dios de los mares quien lo esquivó por muy poco.
— Como si tú no tuvieras la ambición de controlar también la Tierra, pero decidiremos esto viendo cual de nuestros recipientes humanos tiene mejor conexión con nosotros, sabes muy bien lo fundamental que es.

Los enormes cosmos de los dioses remecieron el lugar, dispuestos a pelear mano a mano ambos confiaban en sus habilidades. Y empezó su ataque Poseidón empuñando su tridente y lanzando veloces rayos de energía a Hades quien ágilmente los interceptó con su espada. El dios de los muertos hizo lo suyo con su arma lanzando un haz horizontal brillante como el fuego que Poseidón cortó con su tridente. Así se enfrascaron en una batalla de poder enviándose rápidos ataques sin recibir daño alguno, mas Eleazar teniendo al dios de los mares muy cerca aprovechó para conectarle una patada al estómago que retorció el cuerpo de Alan y luego con el puño golpeó su cara.

enero 27, 2016

Despertar del enemigo - Las llamas rojas del reloj [15]

Kythnos avanzó sintiéndose orgulloso por no haberse rendido, por primera vez se sentía como un Caballero de Oro de verdad. Sus fuerzas estaban a tope y listo para enfrentarse a otros Marinos y por cierto que Salius junto a Devon ya habían salido de los escombros en la casa de Virgo, pronto se encontraron con el escorpión que les esperaba. Aunque lógicamente el nuevo Krysaor debía ser el primero en encontrarse con el Dorado de Escorpión, pero no había señales de él.

—¿Con que aun vives?—dijo Devon al joven pelirrojo, aunque Salius ya no estaba a su lado.
— Ven de una vez, Marino.
— Hombre, Ciris era de las más fuertes...—estaba enfadado, ella no tenía reemplazante por su habilidad tan particular.

Detrás del General apareció corriendo Adar quien se aproximó a Kythnos, a lo cual el Dorado de la octava casa quedó impactado. Había sentido claramente la extinción de su cosmos, no era posible lo que sus ojos veían, pero el Caballero Dorado de Piscis estaba sin dudas ante sus ojos.

— Compañero, no te preocupes, yo me encargaré de este Marino, hay más...—pero Kythnos lo miró seriamente y lo atrapó por la garganta.
— ¿Eres una especie de imitador?...
— Soy tu amigo, el pisciano...—rió burlonamente el General de Lymnades con la apariencia del Dorado.

La tromba marina de Hipocampo hizo que Kythnos soltara al falso Adar para evitar tan fortísimo ataque. Claramente le habría destrozado la garganta con sus agujas, pero el Marino le rescató al impostor y volvió a embestir luego al Dorado sin darle tiempo impactándolo contra los pilares internos de su casa.

— Qué raro... estaba seguro que caería—dijo con decepción Lymnades volviendo a su forma habitual.
— Es claro que no puedes esconder tu olor a putrefacción...—se levantó con enfado Kythnos.
— Y eso qué, vas a decir que el pisciano olía a rosas... espera...
— ¡Déjense de tonterias!—interrumpió Devon quien solo quería vencer de una vez al escorpión.

Mientras tanto Kraken y Siren ya habían salido  de los escombros al otro lado de la casa de Escorpión heridos con agujas en sus armaduras, aunque solo unas pocas que no significaban mucho para los Marinos, listos para seguir se apresuraron a recorrer Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis.

— Vete Lymnades, yo me encargo de este...
— Eres nada divertido, caballito de mar—refunfuñó Salius abandonando la escena adelantándose para encontrarse con los otros dos Generales

El joven Dorado debía atacar sin vacilación, esta vez no caería ante la decepción y pelearía por sus compañeros caidos. Ambos listos para actuar se miraron fijamente un momento para ver quien era el primero en actuar, fue el Marino el que concentró todo su cosmos en un puño sorprendiendo a Kythnos que encendió rápidamente su aguja del indice interceptando el ataque de Devon y cambio de inmediato a la gran tromba marina que atrapó al escorpión estrellándolo en el techo de su casa.

Mal herido Kythnos no se rendía y seguiría levantándose mientras sus fuerzas se lo permitieran. El General Marino estaba confiado al ver que Ciris ya había hecho la mayor parte disminuyendo al agotado escorpión y no se percató que este apenas plantó bien su pie en el empedrado suelo envió las 14 agujas escarlatas hacia él. Lamentablemente la rapidez del Hipocampo no permitió que las acertara todas, después de todo se había vuelto un poco lento en comparación al prácticamente intacto General Marino.

Devon continuó a pesar de sus heridas sangrantes, estas no le detendrían para arremeter con su torbellino marino, aunque Kythnos ya había recibido esta técnica le era imposible moverse suficientemente rápido para evitarla y nuevamente fue arrastrado por las aguas arremolinadas que esta vez lo sacaron de la casa del Escorpión para elevarlo muy alto. Resistiendo con todas sus fuerzas el Dorado notó una gran diferencia con la anterior tromba, múltiples cortes lo azotaban y estos no provenían de la técnica del Hipocampo.

Su cuerpo incapaz de moverse dentro del remolino de agua recibió cortes en todas las partes donde la piel quedaba al descubierto y finalmente en lugar de caer por la técnica en sí alguien le golpeó el estómago dándole un mayor impulso para impactarlo contra el suelo de las escalinatas fuera de la octava casa. El cuerpo inerte del Dorado ya no se levantaría y junto a él un molesto Devon reprendía al General de Krysaor.

— ¡No hacía falta!¡¿Acaso piensas que no puedo con un Dorado moribundo?!—tenía su mano empuñada y se contenía para no atacar al compañero.
—¿Y qué harás, pelearás contra mí? Dejen ya las sutilezas con estos tipos, no olvides que luego tenemos que ir al Inframundo—empezó a caminar hacia el interior de la casa.
— Infeliz, no vueltas a meterte en una pelea mia o la próxima verás de lo que soy capaz...— le dijo mientras pasaba a su lado adelantándolo.
— No hagas mucho esfuerzo o perderás más sangre...—corrió esta vez veloz dejando atrás al herido Hipocampo que no podía más de rabia contra el Marino.

Tras cruzar la casa de Piscis Kraken y Siren vieron un campo de rosas rojas que expelían un grato pero mortal perfume. Era el trabajo de Adar para proteger el camino hacia el Templo de Athena, sin embargo no sería obstáculo para el pelirrojo quien unió sus manos por sobre su cabeza y separando sus pies movió sus brazos juntos hacia el frente, una tormenta de hielo congeló todas las rosas y cercanías  creando un paisaje nevado blanco. Siren pisó el camino de rosas y estás se rompieron cual cristal, ya no tenían su perfume y avanzaron sin demora hasta llegar al Templo.

Un temeroso Patriarca quedó petrificado al verlos entrar en el salón principal donde se encontraba, la música de Siren le comenzó a destruir por dentro a él y los guardías presentes, mientras Kraken avanzaba hacia la habitación de Dian, tras las cortinas del salón, quien jugaba en la alfombra cerca de su cama.

— ¿Quién eres tú?–preguntó ella inocente.
— Dime tú quién eres primero...—parecía amable el sujeto al acercarse.
— Soy Dian, ese es mi nombre —se levantó la pequeña.
— No pequeña, te equivocas... la respuesta correcta es... Athena...

Sacó el hombre la daga dorada y sin más la clavó en el pecho de la jovencita. Aquella daga era la única arma que podía matar a un dios, Kraken había cumplido su promesa de hace 10 años, que volvería y la nueva Athena no serviría de nada para detenerle. El cosmos de la diosa se encendió y poco a poco la daga comenzó a salirse de su cuerpo, pero Kraken también hizo arder su gran cosmos carmesí y ambos tenían una lucha uno manteniendo la daga y la otra tratando de quitárla.

— Es inútil que te resistas Athena, has despertado en vano en este tiempo...
— Eres tú el que no debería estar aquí...
— Yo hago lo que se me da la gana, chiquilla, dejaré la Tierra en manos de Poseidón y nunca más habrá una estúpida Guerra Santa, es la última y es mia...

El ardor rojizo del Marino se intensificó y siendo que Athena nunca entrenó su poder para despertarlo por completo el cuerpo de la niña cedió desangrándose por el poder de ambos y poco a poco desapareció frente a los ojos del General de Siren que ya había acabado con los inútiles guardias.

—¿Quien rayos eres, Kraken?—preguntó desconcertado el Marino.
— No tienes que saberlo...—le sonrió pasando a su lado y tomándole el hombro para luego salir de la habitación.

Ante la pérdida del cosmos de Athena el Santuario comenzó a derrumbarse pieza por pieza, todas las edificaciones sucumbieron, un gran temblor como un llanto de la Tierra sacudió el lugar desplomándolo todo para no dejar rastro de lo que fue. La amazona de Asgard había llegado tarde, las aguas desbordadas tenían control en gran parte del mundo y sintió tristeza al ver los cuerpos de quienes habrían sido sus compañeros si se hubiese quedado en el Santuario.

Sin embargo no se fue hasta ver a Kythnos, tenía que cerciorarse que también estaba muerto como los otros a pesar del derrumbe inminente de todo el Santuario. Lo halló frente a su casa sumamente mal herido, pero notó que aun respiraba débilmente, esto era suficiente para Polaris y decidió sacarlo de allí, no tenía seguridad si sobreviviría pero tenía que hacer el esfuerzo por salvarle. Con su mano creó una película fría alrededor de Kythnos para conservar su cuerpo el tiempo que dudaría su viaje de regreso y en el camino trataría de curarle, así lo tomó de un brazo y una pierna cargándolo sobre su espalda, era bastante pesado con su armadura puesta, pero sintió que tambien debía rescatar a su amada armadura de oro.

Con dificultad avanzó mientras todo se desplomaba donde pisara y no muy lejos de allí podía observarse el reloj con sus llamas rojas que se inclinaba hasta estrellarse en el suelo y sin embargo el círculo de las horas quedó intacto pudiendo verse las pocas horas que le quedaban a la Tierra.

Continuará...

enero 17, 2016

Extra - Cosmos y guerreros


[Los extras son historias que sucedieron antes, durante o después de los hechos narrados en el fic, pero no tienen relevancia dentro de la trama.]

El ímpetu el pequeño Phil lo llevó a recorrer las tierras de Asgard buscando la forma de ser parte de la lucha que se aproximaba a las tierras del norte. A pesar de ser muy joven y sin ningún tipo de experiencia como guerrero pensaba que si obtenía una de esas armaduras de las que hablaban podría hacerse fuerte y batallar junto a Erik y la señorita Sekiam. Emprendió entonces su búsqueda y no le fue muy difícil hallar algunas, sin embargo su acceso era muy restringido y le eran imposibles, por ejemplo una estaba en las profundidades del lago, era notorio su lugar bajo las aguas pero el hielo de esa zona inhóspita era demasiado grueso, aquello era imposible de atravesar.

Otra la encontró en una mansión abandonada y en ruinas, al menos creyó ubicarla pues para él era evidente que el relieve de un muro en el salón principal escondía una armadura pues estaba tallada con  precisión en la pared. Esas estaban muy difíciles, pero aun quedaban más y no importaba cuanto tiempo le tomara llegaría a cada rincón de Asgard, la conversación con Erik sobre las armaduras asgarianas había avivado el deseo del pequeño valiente de convertirse en un guerrero del reino.

Hace un tiempo Phil vivía en el palacio junto a Polaris y el único guerrero residente Erik, para este último el entusiasmo que mostraba el pequeño le recordaba su propia juventud cuando con los otros jóvenes entrenaban duramente para convertirse en grandes protectores de Asgard y es por esto que le contaba muchas historias. Erik no se habría imaginado que todo eso provocaría que Phil se arriesgara por el inclemente territorio nevado para conseguir una de esas fantásticas armaduras.

Adentrándose en una profunda cueva para protegerse de una gran tormenta logró encontrar una más, la diferencia entre el exterior y el interior de la cueva eran extremos, el calor que sentía el joven le quitaba el aliento, sin embargo siguió avanzando más y más profundamente hasta hallar una zona llana que en medio tenía una laguna de lava ardiente y en su centro sobre un peñasco la flamante armadura de Merak Beta, el caballo de 8 patas permanecía inamovible ante la vista incrédula del pequeño.

La laguna no era muy grande y peñascos parecían indicar el camino hasta el centro lo cual hacia fácil para Phil poder alcanzarla, finalmente hallaba una que estuviera a su alcance aun siendo algo realmente peligroso. El sudor le bañaba el cuerpo y cada vez el aire era más escaso, pero Phil emprendió el camino por entre los peñascos saltándolos uno a la vez mientras la lava burbujeaba a escasos centímetros de él. Estando a medio camino dudó de lo que estaba haciendo, era una locura y sus fuerzas le abandonaban, no sabía si podría llegar al siguiente peñasco ni avanzando ni retrocediendo para estar a salvo.

La angustia lo invadió y su temor se convirtió en terror que le paralizó todo el cuerpo, las lágrimas eran inevitables, sollozaba aferrado a la roca sin saber qué hacer y muy atemorizado. Entonces la armadura de Merak comenzó a brillar intensamente, viendo esto el muchacho pudo sentir como esta le llamaba con una atracción tan poderosa que su terror poco a poco comenzó a disminuir, como si ella le consolara con su calidez.

– ¿Puedes sentir esa energia Erik? Es Merak..– dijo con desconcierto la valkiria a su acompañante en el salón.
– Imposible... una armadura de Asgard se ha activado... ¿Será posible que un guerrero la haya obtenido sin nosotros percatarnos de su presencia en el reino?
– Ve de inmediato, Erik, averigua de quién se trata – ordenó Sekiam y con una reverencia Erik se apresuró hacia la cueva de Merak.

A su llegada el alto guerrero observó que el peñasco de en medio de la laguna de lava estaba congelado haciendo un camino por las otras rocas incrustadas. Sobre la roca central un niño portaba la armadura de Merak tendido en el suelo inconsciente. Rápidamente Erik lo sacó de allí hacia un lugar menos extremo ambientalmente donde el pequeño recuperó la conciencia.

– ¿Te has vuelto loco? Eres un incensato Phil, pudiste haber muerto ¿qué pretendías?...– le hablaba al joven con rabia contenida y muy preocupado por lo sucedido.
– Pero estoy bien– se incorporó el muchacho con entusiasmo – Encontré una de las armaduras de las que me habló, mire, es magnífica.
– Que tonterías dices, Phil.
– Mire aquí está, la saqué de la laguna de lava– dijo indicando la armadura del caballo que se encontraba junto a ellos– Ahora podré ser un caballero como usted.

El muchacho desprendió una parte del brazo de la armadura y trató de ponérsela, pero esta no ajustaba y se caía, Phil insistía con las piezas acomodándolas sobre sí, pero aun la tiara de la cabeza le quedaba grande y se deslizaba.

– Pero... recuerdo que la tenía puesta, antes de desmayarme.. yo, ella me aceptó como usted me dijo...
– Querrás decir que la armadura te salvó la vida – se sonrió Erik al comprender qué había sucedido.
– Usted me dijo que las armaduras solo podían ser usadas si ellas te aceptaban y eso ocurrió, lo juro... – dejó de insistir el joven cayendo de rodillas mientras la armadura recuperaba su forma de objeto.
– Phil, Merak no hizo más que cuidar de ti al verte en aprietos, deberías de agradecerle y prometerle entrenar duramente para ser un digno portador. El cosmos es algo que todos sobre este mundo tenemos, se trata de las potencialidades, cuando esto se une a tu voluntad puedes incluso destruir una roca con tus manos – le enseñó Erik tomando una roca cercana.
– Dice usted que no estoy preparado... entiendo – dijo decepcionado el chico.
– El cosmos dentro de ti arde con  vigor estoy seguro, pero debes entrenar cómo hacer que eso salga de tu interior y puedas controlarlo a voluntad. Merak o cualquier otra armadura de Asgard sabrán cuando su portador sea digno de ellas, y no solo las armaduras de este lugar, hay muchas más que se regocijan al proteger a sus respectivos portadores.  Nunca olvides Phil que las armaduras tienen vida y solo están al servicio de verdaderos guerreros.

Con estas palabras Erik emprendió su salida de la cueva con el muchacho siguiéndole de cerca, cuando Phil dio una mirada hacia atrás mientras caminaba vio que la armadura destelló y se retiró hacia las profundidades de la cueva.

enero 10, 2016

Despertar del enemigo - Muerte y destrucción [14]

El joven se presentó ante Adar quien no podía creer lo que veía, dijo llamarse Devon de Hipocampo y portaba la armadura del recién caído rival que yacía en el suelo desprovisto de su escama. El agujero de la rosa blanca permanecía en sus ropajes, aquella era la misma armadura, pero jamás el Dorado había oido que fuese posible esto, dos portadores simultáneos.

— No te sorprendas tanto, doradito. Este fue nuestro plan desde el principio, algunos Generales Marinos tienen su reemplazante y te has cruzado con uno...
— Imposible...—el cuerpo de Adar ya había recibido mucho castigo, jamás habría imaginado que en las sombras otro esperaba pacientemente la muerte de su compañero.
— Acabaré contigo, pecesito, ya Kuda hizo la mayoría del trabajo...

A pesar de estar sumamente lastimado el Caballero Dorado preparó sus rosas rojas, en su corazón sabía que aquel sería su último ataque, Devon por su parte atacaría al estilo del Hipocampo con gran poder destructivo, así emergió de entre sus manos extendidas al frente la gran tromba marina más fuerte y rápida que la de Kuda. Aun así las rosas rojas siguieron su camino a través del torbellino de agua alcanzando al Marino.

La tromba marina elevó a Adar varios metros sobre el suelo, en sus últimos pensamientos el Dorado recordó con nostalgia pasajes de su vida junto a Fares y más recientemente su compañero Kythnos, ya no les volvería a ver.

— Fares... Kythnos, he fallado... perdónenme...—su cuerpo se estrelló en las escalinatas con gran estruendo y su cosmos se apagó finalmente.

En cuanto a Devon, este se encontraba junto a un gran peñasco estrellado a sus pies con Salius sobre él, ambos recibieron las rosas rojas del pisciano.

— ¿Que haces Salius? ¡Quítate de una vez!—exclamó con ira el Marino.
— Vaya manera de agradecer, idiota —le indicó este el peñasco, un metro por sobre sus cabezas estaba enterrada una rosa blanca que poco a poco dejó caer sus pétalos al deshacerse.
— ¿Un rosa blanca? Ese infeliz Dorado la ocultó entre sus rosas rojas...—se tocó el pecho donde estaba el agujero de la rosa enviada contra Kuda.
— Continuemos de una vez —ya se había levantado Salius el General Marino de Lymnades.

Tras el estallido de la técnica de Virgo, ella cayó de rodillas, agotada por el gran esfuerzo de mantener aquel haz de luz más los constantes y fuertes ataques del Dragón marino. Sintió entonces la extinción del cosmos de Adar produciéndole un gran dolor en su corazón. Sus ojos se entreabieron un poco, sin embargo para ella no había diferencia pues era invidente desde su nacimiento, lo cual nunca fue impedimento en su vida para convertirse en una fuerte y valerosa guerrera.

Mas sus lágrimas no alcanzaron a tocar al piso empedrado cuando el filo de la lanza se posó en su cuello y de un movimiento rápido derramó la sangre de la amazona quien cayó definitivamente al suelo. El Marino vestía los ropajes de Krysaor y caminó sin prisa en dirección a la salida de aquella casa.

— Espera... no es justo...—oyó hablar con dificultad a la Marina morena de púrpura cabellera—Aun no he muerto...
— Yo creo que sí...—dijo el sujeto acercándose con su lanza dorada y atravezando el cuerpo moribundo de la amazona con esta, apoyando su pie quitó el arma continuando su camino fuera del lugar.

Una vez que se había ido llegaron los otros dos Marinos, Salius y Devon que pasaron raudos por entre los cadáveres sin la más mínima contemplación, sin embargo el cosmos de Virgo aun tenía fuerza. Incapaz de levantarse y desangrándose el cuerpo de Fares emitió su último aliento remeciendo la casa que rápidamente se desplomó sobre los enemigos, quedando atrapados entre los escombros.

Aquello no duraría mucho y sin embargo unos minutos podrían hacer la diferencia para Kythnos quien tenía un feroz encuentro con Ciris de Scylla. Atacdo por la Abeja reina de Ciris y posteriormente por el Águila Kythnos no había sido capaz de evitar tan variados ataques.

— Te presentaré a mis seis bestias, no te preocupes de morir antes de verlas a todas —se burló la chica de las coletas peliverdes.

El joven de Escorpión no podía predecir con seguridad cual sería el movimiento de la amazona pues esta variaba en postura y ángulo de ataque, además era muy veloz al evitar sus agujas escarlatas ya que las había visto actuar contra los otros guerreros, esto hacia que estuviera en clara desventaja ante alguien tan versátil.

— En verdad no quiero tardame demasiado, quiero conocer el Templo de Athena y destruir personalmente la estatua de la diosa mientras todo este reino se desmorona...
— No pasarás de aquí, ya te lo he dicho, aunque me cueste la vida... acabaré con todos ustedes...
— Tratas de ocultarlo pero es obvio para mí cuánto te afecta, sabes muy bien que tus compañeros han caido, ya no hay esperanza para ustedes... ¡resignate de una vez!

Alzó las alas de su armadura que destellearon y encendiendo su brazo izquierdo atacó nuevamente al herido escorpión que no pudo impedir ser aprisionado por la serpiente mientras muerciélagos chupasangre mermaban su energía. Entonces sintió que Ciris tenía razón ya no había manera de cambiar las cosas, solo tres dorados no podría contra rivales tan fuertes y bien preparados.

— Los dorados nada pueden hacen contra nosotros, no solo somos más sino mejores... todos ustedes no son más que escoria en nuestro camino y los quitaremos sin el mayor esfuerzo.

Estaba totalmente confiada Scylla sus compañeros no tendrían problemas para salir del derrumbe y avanzar hacia el Templo de Athena, allí se encontraba Dian, una chica de solo 10 años que se mantenía ignorante ante lo que acontecía en el Santuario, sin embargo su guardián el Patriarca estaba temeroso de los últimos acontecimientos.

— El reloj se ha encendido con llamas rojas, esto no puede ser bueno..¿qué ocurre con esos caballeros de oro? deberían estar aquí protegiéndonos a mí y Dian... qué será de nosotros... qué será de nosotros...

Caminaba para un lado y otro sin sociego, un tipo que jamás tuvo entrenamiento de caballero se había adjudicado el Patriarcado hace 10 años al ser hermano mayor del difunto antiguo Patriarca. Creyendo que dirigiría en tiempos de paz nunca se preocupó del Santuario sino que disfrutó de todos los beneficios del puesto. Ahora estaba en peligro y no sabía si escapar de inmediato o si al hacerlo se encontraría con los enemigos.

— ¿Crees que son mejores?—dijo con dificultad el caballero de Escorpión—. Tal vez este vencido, pero no te permito que ofendas la orden de los Caballeros Dorados, ni a ningún rango atheniense...—se levantó decidido Kythnos.

Así como sus compañeros lucharon a pesar de la desventaja con todas sus fuerzas, incluso los jóvenes de Plata y Bronce que ante el poderío enemigo dieron su vida sin vacilación, Kythnos pelearía hasta el final aun si no fuese suficiente el esfuerzo.

— No eres más que un estúpido, la orden que quieres defender se ha extinguido y junto con ellos caerá el Santuario, te dejaría vivir solo para que vieras con tus propios ojos como todo se derrumba... sin embargo, prefiero acabar con tu vida ahora...

Su brazo izquierdo brillo un segundo lanzándose con la serpiente más la mordida del lobo al Dorado tendido en el suelo, sin embargo esta vez el escorpión atrapó su brazo con la mano izquierda evitando el golpe y con su mano derecha le tomó el casco a la amazona.

— Me pregunto de qué estan hechas tus escamas...—le encaró Kythnos mirándola frente a frente y la mano que sostenía el casco de ella alargó sus uñas filosas destruyéndolo por completo.
—¿Qué? Imposible...—estaba impresionada la peliverde por la osadía del escorpión.
— No son muy resistentes que digamos... Verás, si tratarás de hacer lo mismo con mi casco no podrías siquiera razguñarlo...

La mano que sostenía el brazo de Ciris tambien alargó sus uñas rojas destrozando el puño de la serpiente junto con su mano derramando por primera vez la sangre de la marina. A pesar de las heridas del Dorado era cierto lo que decía pues su armadura resistía sin complicaciones.

— La protección de la armadura no es solo contra el cosmos enemigo sino por sobre todo nos protegen de nuestro propio cosmos y nos permiten siendo humanos elevarlo por sobre cualquiera...
— Has recibido el daño a pesar de tu flamante dorada —replicó ella.
— Es cierto, pero peor sería si no la tuviese y con esto admito tu fuerza, sin embargo es hora de elevar el cosmos como corresponde a un Caballero Dorado.

Se levantó por completo Kythnos mientras la amazona trataba de retroceder al ver el resplancediente cosmos dorado. Cada uno de sus dedos destelleaba en ambas manos del escorpión, pero Ciris no permitiría que el caballero de oro realizace su ataque, ella también se preparó levantándose con el puño derecho de la abeja disparando al corazón del Dorado.

En un solo dedo concentró Kythnos su roja aguja  cual rayo que chocó con el de la marina haciendo pedazós toda su armadura del brazo derecho. De inmediato y aun con la general marina desconcertada cientos de agujas atravezaron el cuerpo de Ciris arrastrándola el impacto por media casa dorada casi hasta la salida.

diciembre 27, 2015

Despertar del enemigo - El avance enemigo [13]

Adar parecía estar a merced del Caballo Marino, su cuerpo había impactado con fuerza las escalinatas destrozándolas tras el feroz ataque. Confiado el Marino de azules cabellos caminó hasta él con aires de superioridad.

— Eres un tonto si crees que podrás vencernos, Kraken ha pensado muy bien este asunto, se aseguró que nuestra fuerza fuese superior a ustedes, claro, no imaginamos que las Doce Casas serían un paseo por la tarde.
— No digas estupideces, engreído —se levantó el pisciano sacudiéndose los fragmentos de piedra sobre él—. Verás el poder de un Caballero Dorado...

Sin guardarse nada encendiendo su cosmos y haciendo brillar intensamente su armadura el caballero de Piscis invocó un torbellino el cual atrapó al General quien permaneció firme en medio de este.

— ¿Te burlas de mí? Este viento suave no...—fue interrumpido por el corte en su rostro que deslizó sangre por su mejillla—¿Qué es esto?

El torbellino tomó fuerza y más rosas razguñaron su cuerpo en las partes descubiertas de su armadura, luego la fuerza creciente del torbellino lo elevó del suelo impactándolo contra un peñasco contiguo. El Marino estaba sorprendido por el rápido ataque que demostraba la fuerza del guerrero, al recuperarse observó que Piscis sostenía una rosa blanca en su mano como la que envió contra el Kraken.

—  No les permitiré que continuen, así que preparate para morir, caballito de mar...—sonrió confiado el caballero acercando la rosa a su nariz para oler su perfume.

Mientras esto ocurría Fares estaba rodeada por dos Marinos listos para atacar, Sibat de Krysaor y Ragun el Dragón marino. Ambos se movían alrededor de la amazona pelirosa con cuidado, pero ella permanecía inamovible en el lugar con sus ojos cerrados.

— Decidan de una vez quien quiere morir primero —dijo ella en tono serio enrollando el collar de cuentas en su muñeca izquierda.
— No digas tonterías, somos dos fuertes contrincantes —habló el dragón, moreno, alto y listo para actuar.

Ambos observaban a la amazona cuando de pronto haces de luz salieron desde el suelo en diferentes lugares desplazándose por las cercanías apareciendo y desapareciendo hasta atrapar a Sibat en uno de ellos. La mano izquierda de Fares sostenía con su dedo índice y pulgar una de las cuentas en el collar.

— ¡Qué haz hecho con Sibat!—se avalanzó el dragón contra la dorada con un poderoso ken que la Virgo esquivó con un rápido movimiento reapareciendo unos metros más allá de su posición anterior.
— Mira por ti mismo.

Se acercó entonces Ragun al haz de luz dorado intenso que contenía a la marina de Krysaor, ella permanecía en la misma pose como si se hubiese congelado en el tiempo. El joven Marino atinó a meter su mano a través del haz de luz pero rápidamente lo quitó con una expresión de horror en su rostro. Había sentido que apenas entraba su brazo perdía total sensibilidad como si estuviera su extremidad amputada.

— ¿Qué truco es este?—dijo sin dejar de observar a Sibat, no podía saber qué sucedía con ella dentro de aquel hermoso haz de luz que permanecía de piso a techo cual columna.
— ¿Acaso ya no piensas pelear? sigo aquí.
— Bruja, no creas que no me di cuenta... mi golpe no fue en vano, a pesar que lo esquivaste no lo hiciste del todo.

Poniéndose en posición el dragón elevó su cosmos lleno de ira, con ambas manos empuñadas lanzó todo su poder contra la dorada quien esta vez permaneció en el sitio. Ragun pudo observar en ese momento que un haz cubría a la amazona y desaparecía al instante absorviendo de alguna forma todo el ken del rival.

— No haces más que usar trucos, pero no te servirán por siempre, destruiré todo el lugar si es necesario y sabes muy bien que para vencerme deberás atacar.

El pisciano tras disfrutar el dulce perfume de la rosa la lanzó sin previo aviso hacia Kuda quien apenas se levantaba del ataque anterior.

— Es una rosa mortal, ¡pero quedas totalmente al descubierto cuando la usas!—exclamó Hipocampo que contratacó con un furioso torbellino el cual atrapó a Piscis nuevamente.

Pero la rosa blanca se clavó en el corazón de Kuda haciendo un agujero limpio en su armadura, en ese instante comenzó la flor a tornarse roja lentamente. Mientras Adar era castigado por el brutal impacto tras ser elevado a gran altura y caer estrepitósamente al suelo.

— Morirás de todas maneras —agregó Piscis levantándose con dificultad y limpiando la sangre que derramaba por su boca.
— No me importa la muerte, ya te lo dije Kraken planeó muy bien todo esto, destruiremos el Santuario y luego el Inframundo, no habrá otro dios que Poseidón.

Seguía con suficiente fuerza para pelear el disminuido Caballo marino aunque la rosa en su pecho estaba casi roja por completo, su vista se nublaba, pero no dudo en lanzarse nuevamente concentrando su cosmos en el puño derecho destelleando con su última energía. Adar lo observó con decisión y preparó sus rosas rojas, ambos listos para un nuevo ataque chocaron sus cosmos impactándose mutuamente.

El pisciano estaba herido pero al menos con fuerzas para seguir adelante hacia la casa de Virgo, el cuerpo de Kuda yacía en el piso con la rosa blanca completamente roja de su sangre. mas este no portaba su armadura lo cual impresionó al Dorado cuando lo vio.

— No creas que esto ha terminado —oyó una voz que venía detrás del caballero de Athena.

Los ataques no cesaban por parte del General Marino quien no perdía un segundo entre cada una de sus técnicas y en todas ellas el impacto era absorbido por el haz de luz invocado por Virgo, sin embargo Ragun podía observar que la amazona se encontraba cada vez más agotada a pesar de prácticamente no hacer movimientos.

— ¿A qué juegas Virgo? —estaba desconcertado el Marino.
— Ahora lo verás...—dijo ella recuperando el aliento.

El haz de luz que envolvía a la guerrera de Krysaor desapareció dejando caer el cuerpo inerte y muy herido de Sibat que se desplomó sin dar señales de vida. Asombrado Ragun no daba crédito a lo que sus ojos veían, solo entonces un recuerdo rápido vino a su mente, cuando la amazona de Virgo interponía aquel haz de luz el de Sibat desaparecía por un instante.

— ¿Acaso ese haz era el mismo de Sibat?—preguntó temeroso el Marino al darse cuenta que todos los ataques hacia Virgo recayeron en su compañera.
— Así es... —se notaba cansada con el sudor deslizándose por el contorno de su rostro.
— Maldita —dijo entredientes el ofuscado General Marino—. Aunque he gastado energía en todos esos ataques tu también has sufrido el embate de sostener una técnica todo este tiempo, veremos quien resiste más...

Ambos elevaron sus fuertes cosmos decididos a entregar su máximo, ella invocó los haces de luz para atrapar a Ragun, pero el astuto joven los evitó sabiendo las consecuencias de ello por lo que Virgo cambió a otra técnica. De pronto todo el interior de la casa de Virgo se convirtió en el espacio exterior con una gran estrella tras la amazona, un sol enorme y ardiente.

— No haces más que ilusiones, bruja, no caeré en tu juego...—dijo el debilitado Ragun.
— Dijiste que para vencerte debía atacar, ahora conocerás la muerte de una estrella.

El sol rojo tras Fares se hizo cada vez más grande cubriendo el lugar junto al Marino, el fuego le quemó el cuerpo mas por su armadura podía resistirlo medianamente, en un movimiento Fares hizo estallar la estrella produciendo un brillo intenso que pudo ser visto por Adar desde algunos metros alejado de la quinta casa.

Los jóvenes Marinos continuaron su trayecto por Libra hasta llegar a la octava casa, allí estaba Kythnos quien se asombró al ver tres rivales aproximándose. Se preguntó entonces si Adar y Fares habrían sido vencidos, aunque lo sabría si sus cosmos desaparecían abruptamente. Reuniendo coraje el más novato de los dorados se presentó a los que llegaban a las puertas de su casa.

— No avanzarán de aquí  —preparó entonces su aguja escarlata listo para actuar.
— Niño insolente —se molestó la peliverde— ¿En verdad crees que podrás con nosotros?, solo uno es necesario para un novato como tú...
— Encárgate del pequeño, Ciris —habló el Kraken y con Siren avanzaron dejando atrás a Kythnos.
— ¡Hey! Dije que no pasarán...—se volteó el escorpión lanzando sus agujas escarlatas pero fue brutalmente golpeado por el ataque de Ciris que lo impactó por la espalda tirándolo al suelo, mientras los Marinos continuaban su avance sin obstáculos.
— Eres muy pequeño novato, pero no te preocupes no me tardaré contigo.

Kythnos se levantó de inmediato y siguió a los Marinos ignorando por completo a Ciris quien quedó atras con cara desencajada por el desdén del escorpión. Casi a punto de salir de la casa y con el Dorado tras ellos, debía detenerlos a como diera lugar, entonces Kythnos decidió lanzar un nuevo ataque, esta vez cientos de agujas rojas destrozaron los pilares y todo lo que se les cruzó incluso hiriendo a los enemigos deteniendo así su avance, luego vieron con sorpresa como toda la estructura se les caía encima.

La mitad de la octava casa fue derribada sobre los rivales, solo Ciris que no estaba con ellos se libró del derrumbe para luego alcanzar al escorpión quien volteó para mirarla cara a cara. El joven pelirrojo parecía estar más cómodo ahora caminando hacia su rival.

— Pelearemos ahora y después me encargaré de esos tipos. ¡Ninguno de ustedes pasará esta casa!

diciembre 13, 2015

Despertar del enemigo - La contienda desigual [12]

Repentinamente el mar despertó azotando las costas, las fuerzas del dios y las aguas tomaban su lugar sobre el pueblo cercano al reino de Athena, los 7 Generales Marinos corrían veloces por entre las casas ávidos de destrucción mientras las grandes olas les seguían arrazando el lugar. Pronto estuvieron en la primera casa ya dentro del Santuario, sin defensor allí continuaron su camino, pasando hacia Tauro donde se había reunido un grupo de plateados, los pocos que salieron a resguardar las Doce Casas.

— ¿Quién quiere perder su tiempo con estos idiotas?—dijo una de ellos, morena de ojos verdeazulados clarísimos.
— Adelántense —contestó el albino, parecía entusiasmado y rápidamente atacó a los caballeros destrozando sus cuerpos con sus propias manos.

La resistencia era nula por la falta de Caballeros Dorados, más arriba en las Doce Casas Adar llegó a la octava casa del Escorpión.

— ¿Qué haces Kythnos? Vamos de una vez, es hora de pelear con los invasores...—con seriedad habló el pisciano, pero el Dorado de Escorpión estaba paralizado.
— No, espera... el Patriarca ha dicho que resguardemos cada uno nuestra casa, no debemos desobedecer...—se notaba nervioso, esta era la primera vez que había una amenaza inminente.
— No digas tonterías —su tono se volvió frío como no le había visto antes Kythnos—. El Patriarca del que hablas no es más que un inútil que tomó ese puesto hace 10 años, lo único que hace es mimar a Dian en lugar de enseñarle lo que es ser una verdadera Athena.

Sorprendido ante esto Kythnos fue incapaz de moverse del sitio, esta era la hora de la verdad y no había esperanza para el Santuario, todo lo que conocía se le derrumbaba en ese instante, luego de tantos años volvía a ser un simple novato.

— Haz lo que quieras, Kythnos, pero esos tipos llegarán hasta Dian si no los derrotamos. Quédate, pero que no pasen de aquí —con estas duras palabras el caballero se fue bajando las casas para encontrarse con los enemigos y luchar.

Pasó por Libra y se reunió con Fares en Virgo, ella llevaba un collar muy largo de cuentas en su mano que Adar no había visto antes. Sus ojos permanecían cerrados y en posición de loto cerca de la entrada de su casa.

— ¿Y ese collar? —preguntó el rubio curioso por el objeto.
— Es en lo que he trabajado este tiempo, incluso ya hace su trabajo —le indicó al joven una de las cuentas de un color distinto.
— Pelearemos juntos de nuevo...—dijo después con algo de nostalgia—. Aunque si quieres me adelanto.
— Kythnos es solo un novato, acabarán con él... los tiempos de paz no soy adecuados para los guerreros confiados...—se levantó la chica de hermoso cabello rosa.
— Encarguémonos nosotros entonces —dijo el caballero de Piscis y acercó su mano a la de ella pero no pudo tomársela ya que los rivales se encontraban ya subiendo esa escalera.

Adar se colocó delante y sin mayor presentación uno de los Marinos se precipitó hacía él con su lanza, el Dorado le esquivó por poco propinándole un fuerte golpe en el rostro a la morena. En el suelo se dibujó una fina línea que continuaba hasta un pilar cercano, este se derrumbó de inmediato con el corte perfecto de la Marina.

— Veo que no dudas en golpear a una dama —bromeó la chica de la lanza—. Yo soy Sibat de Krysaor y pelearé contigo —pero uno más de los presentes se interpuso indicando con su mano que retrocediera.
— Yo me encargaré de este tipo, se ve fuerte, por fin aparecen los famosos caballeros de oro —se burló Kuda, el Hipocampo.

Sin ánimos de presentación tras ellos empezó a sonar una dulce melodía, uno de los rivales tocaba una flauta traversa. Pero el pelirrojo del grupo le detuvo avanzando hacia Adar.

— Ha pasado tiempo, no me digan que se han olvidado de mí —sonrió el hombre, Adar le reconoció de inmediato.
— ¿Cómo es posible? Tú... cobarde, reuniste a tus amigos para venir aquí, enfréntanos ahora que nos hemos convertido en caballeros —dijo furioso Adar.
— Dije que volvería, deberías estar feliz, acabaré con toda su miseria patéticos caballeros de Athena, debieron prepararse mejor... Oh, claro, no tienen un Patriarca, murió el pobre tipo hace mucho tiempo... —se burló jactándose de lo ocurrido en el pasado.
— Miserable... te haré tragar tus palabras...—avanzó el pisciano decidido haciendo aparecer en su mano una de sus rosas más peligrosas, la rosa blanca y la envió directo al pelirrojo, mas el cosmos de este se intensificó y deshizo la rosa cuando esta estuvo a punto de atravezarle el corazón.
— No entiendes que no eres rival, ni antes ni ahora Dorado de pacotilla...—frunció el ceño esta vez el Marino—. Sibat, Kuda y Ragun, encárguense de estos tipos, los demás avancen conmigo.

Los Dorados no pudieron impedirle el paso a los Generales pues los que se quedaban se interpusieron para comenzar sus batallas. Kuda de Hipocampo invocó súbitamente el torbellino de agua atrapando al pisciano en él y enviándolo varios metros más abajo por las escaleras, tomando así distancia de la lucha en la entrada de Virgo.

— Es cierto...—dijo el pelirrojo al observar en su paso el reloj del Santuario—. Aun con la intervención del viejo nórdico podríamos decir que el tiempo de todo el mundo se agota...

Rió burlonamente el caballero vestido con la armadura del Kraken y chasqueando sus dedos el reloj se encendió con llamas rojas siendo visible en todo el reino.

diciembre 12, 2015

Fichas de personajes - El Novato

 En orden de títulos





Nombre: Eleazar
Edad: 20 años
Reino: Inframundo
Armadura/rango: Disponible en el fic
Personalidad: Un tipo afable que no se anda con rodeos, duro, noble y dispuesto a usar la fuerza para actuar con justicia. Fuerte y decidido no se dejará amedrentar por nadie, cree en el honor y la justicia por sobre todas las cosas.
Datos: Estando listo para recibir su armadura se adentra en las tierras del Inframundo por ella y allí encontrará su destino.
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Nombre: Jeshab
Edad: 23 años
Reino: Inframundo
Armadura/rango: Juez Wyvern
Personalidad: Joven serio con ideas claras, panciente y amante del vino. Fue revivido por Hades para ser parte de su ejército, lucha sin escatimar en recursos.
Datos: Junto a Pandora esperan la llegada del nuevo Hades que reviva las huéstes y avancen hacia el dominio del mundo.
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Nombre: Marixose
Edad: 22 años
Reino: Inframundo
Armadura/rango: Pandora
Personalidad: La dama del Inframundo es una mujer muy indiferente a lo que ocurre a su alrededor, despreocupada parece que nada le importara o no existiera algo que le interese, adora el jardín de flores y es allí donde se siente más a gusto.
Datos: Fue reclutada desde muy joven para servir en el Inframundo.
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Nombre: Morgan
Edad: 25 años
Reino: Inframundo
Armadura/rango: Juez Garuda
Personalidad: Reservado juez, amable y tranquilo es muy serio cuando de combates se trata y no duda en enfrentarse a cualquiera digno de su admiración.
Datos: Revivido hace algunos años por Hades gracias a Jeshab quien lo reclutó por su evidente fuerza y destreza en la lucha.
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Nombre: Kainex
Edad: 25 años
Reino: Inframundo
Armadura/rango: Juez Grifo
Personalidad: El más amigable de los jueces siempre bromea y toma las cosas muy ligeramente aun en las peores situaciones, seguro de sus habilidades nunca rechaza a un buen contrincante.
Datos: Revivido por Hades después de perder un duro combate en el pasado.
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Nombre: Blackbird
Edad: 18 años
Reino: Inframundo
Armadura/rango: Papillon, estrella terrestre del encantamiento.
Personalidad: Indiferente joven, a veces distraido, a veces perdido en su propio mundo, adora a sus orugas de seda que le siguen y no parece interesado mayormente en las batallas.
Datos: Revivido por Hades por su propio deseo antes de morir.
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Nombre: Kogu
Edad: 22 años
Reino: Inframundo
Armadura/rango: Sapuri de Aries
Personalidad: Irrespetuoso y grosero siempre hace lo que se le da la gana, bebedor y conflictivo, acepta su destino en el Inframundo sin darle importancia.
Datos: Reclutado por Sekiam en uno de sus viajes logró entrar al reino de Hades sin morir y así consiguió la Sapuri de Aries.
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Nombre: Seth
Edad: 24 años
Reino: Inframundo
Armadura/rango: Sapuri de Capricornio
Personalidad: El más sanguinario de los espectros de Hades siempre sediento por derramar la sangre de sus rivales, un asesino que disfruta la muerte lenta de sus víctimas, es apenas sociable y prefiere la soledad de su prisión.
Datos: Reclutado por Sekiam tras un arduo enfrentamiento, vio la posibilidad de aliarse al Inframundo y sobrevivió la entrada a este obteniendo la Sapuri de Capricornio.
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Nombre: Sylar
Edad: 23 años
Reino: Inframundo
Armadura/rango: Sapuri de Cáncer
Personalidad: Un lector asiduo, muy educado, tranquilo, no parece fuerte pero su fuerza recide en la inteligencia de sus movimientos, respetuoso y silencioso es siempre muy cordial.
Datos: Reclutado en uno de los viajes de la amazona Sapuri Scorpio tras descubrir su potencial como guerrero.
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Nombre: Sekiam
Edad: 20 años
Reino: Asgard
Armadura/rango: Polaris
Personalidad: Una guerrera amistosa, cordial con sus pares y viajera, comprometida con la justicia, el honor de caballeros, a veces seria frente a los demás, es muy confiable y honesta.
Datos: Sapuri Scorpio por opción propia más tarde convertida en Polaris por su destino, ha abandonado su ira y rencor para defender a Asgard.
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Nombre: Erik
Edad: 25 años
Reino: Asgard
Armadura/rango: Dios Guerrero Dubhe Alpha
Personalidad: Hombre cortés, serio, muy valiente y aguerrido, obediente por sobre todas las cosas y un lider entre sus compañeros, ama su pueblo Asgard, confrontacional en ocasiones y servicial.
Datos: Único sobreviviente tras el secuestro es el más leal sirviente al reino.
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Nombre: Kythnos
Edad: 18 años
Reino: Santuario
Armadura/rango: Dorado Scorpio
Personalidad: Es un chico entusiasta, generoso y alegre, a veces dudoso de sus propias capacidades y temeroso ante la incertidumbre, pero siempre termina actuando como cree que es correcto.
Datos: A corta edad comenzó su entrenamiento para convertirse en un caballero, menospreciado por ser extranjero nadie esperaba que lograra obtener un ropaje dorado.
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Nombre: Adar
Edad: 22 años
Reino: Santuario
Armadura/rango: Dorado Piscis
Personalidad: Gentil, valiente y amable caballero al servicio de Athena, muy serio cuando se trata de luchar siempre da el máximo de sí por la causa, no acepta la duda y posee gran fuerza.
Datos: Alejado del Santuario por algunos años tras un trágico incidente vuelve con más ganas a proteger la doceava casa.
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Nombre: Fares
Edad: 21 años
Reino: Santuario
Armadura/rango: Dorado Virgo
Personalidad: Discreta, silenciosa, concentrada totalmente en su trabajo de mejorar como un caballero, alejada de las múltitudes se siente más cómoda, pero no por ello ignora lo que ocurre a su alrededor.
Datos: Una de las sobrevivientes hace 10 años junto a Adar, aun en ese tiempo mostraba tener grandes aptitudes como dorado.
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Nombre: Dian
Edad: 10 años
Reino: Santuario
Armadura/rango: Athena
Personalidad: Una niña muy común, enfocada en su estudios dentro del Santuario y sus juegos infantiles, nunca comparte con otros niños pero esto no le parece raro, acostumbrada a estar rodeada de comodidades y adultos su carácter es más bien indiferente.
Datos: Es la nueva Athena de este tiempo, sin embargo sabiéndolo no tiene la más mínima idea de qué significa esto.
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Nombre: Ragun
Edad: 26 años
Reino: Reino Marino
Armadura/rango: Scale Dragón Marino
Personalidad: Impetuoso, aguerrido, siempre va de frente y no escatima en usar toda su fuerza para atacar al enemigo.
Datos: Tiene una hermana gemela, ambos practicaron arduamente para utilizar la escama de Dragón Marino.
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Nombre: Sibat
Edad: 24 años
Reino: Reino Marino
Armadura/rango: Scale Krysaor
Personalidad: La guerrera con más resistencia y fuerza de ataque, un rival de temer que corta todo a su paso, disfruta de las batallas, le gusta retar a los más fuertes.
Datos: Se unió al grupo de los marinos cuando conoció a Alan y desde entonces juró servirle.
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Nombre: Salius
Edad: 24 años
Reino: Reino Marino
Armadura/rango: Scale Lymnades
Personalidad: Excéntrico con instinto asesino, disfruta las peleas bajo sus propios términos, no tiene piedad aunque siempre parece de buen humor, permanentemente desea jugar con sus víctimas.
Datos: Único general de Lymnades por sus particulares caracteristicas, fue uno de los primeros reclutados por Kraken.
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Nombre: Miller
Edad: 26 años
Reino: Reino Marino
Armadura/rango: Scale Sirena Alada
Personalidad: Bastante serio, reservado sobre sus intereses y nadie de sus compañeros sabe muy bien que pasa por su cabeza, mantiene distancia de todos y todo, pero es un rival de temer pues su concentración en la batalla es inigualable.
Datos: Se desconoce las razones por las que se unió al grupo de generales.
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Nombre: Kuda
Edad: 23 años
Reino: Reino Marino
Armadura/rango: Scale Hipocampo
Personalidad: Entusiasta por las batallas, uno de los más fuertes generales en cuanto a despliegue de poder, le gustan los retos y hacer explotar su cosmos al máximo sin rodeos.
Datos: El más cercano al Kraken es quien más conoce sobre este y el primero al que el marino le confiaba sus planes.
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Nombre: Ciris
Edad: 19 años
Reino: Reino Marino
Armadura/rango: Scale Scylla
Personalidad: La más joven de las marinas tiene gran confianza en sus técnicas, su habilidad es natural en ella pudiendo dominar con gracia a las 6 bestias, decidida y la más versátil de los marinos.
Datos: Fue la más difícil de encontrar para el marino, no había quien pudiese dominar a las 6 bestias y muchos murieron en su intento, hasta que Ciris mostró a pesar de su corta edad tener un gran potencial.
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Nombre: Desconocido
Edad: 25 años
Reino: Reino Marino
Armadura/rango: Scale Kraken
Personalidad: Arrogante, con gran capacidad física, contiene dentro de sí un gran poder en el cual confía plenamente para hacer su voluntad, poco serio hasta que algo le molesta, un tipo que guarda gran rencor.
Datos: El artífice de esta guerra que esta decidido a destruir la Tierra, ha reunido a un grupo de elite escogido y entrenado por él mismo para llevar a cabo sus planes.
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Nombre: Rebecca
Edad: 19 años
Reino: Inframundo
Armadura/rango: Sapuri Camaleón
Personalidad: Una dulce y amorosa joven, atenta, responsable, se entrega por completo a sus emociones y su fidelidad no tiene límites.
Datos: Tuvo que abandonar al hombre que amaba para emprender su propio camino pero fue incapaz de olvidarle y esto la llevó a tomar una drástica decisión, sin embargo eso que parecía ser el final de todo la condujo a reencontrarse con su amado.
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Nombre: Baku
Edad: 23 años
Reino: Reino Marino
Armadura/rango: Scale Krysaor (R)
Personalidad: Despiadado, indolente, no tiene respeto por nada ni nadie, sigue sus propios propósitos, no le interesa el honor ni actuar bajo las reglas,´hábil y veloz actua sin contemplación.
Datos: Deseaba por sobre todo la Scale de Krysaor sin embargo fue Sibat la escogida como la portadora en primera instancia y desde entonces le siguió en las sombras para aprovechar cualquier oportunidad.
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Nombre: Devon
Edad: 22 años
Reino: Reino Marino
Armadura/rango: Scale Hipocampo (R)
Personalidad: Indiferente, aguerrido en combate, deseoso siempre de mostrar su poder ante los demás, peca de confiado y tiende a subestimar a su oponente.
Datos: Sabiendo que tras ir al Santuario enfrentaría a Hades cedió su puesto a Kuda esperando que este muriera en primera instancia para ser el único portador de la scale.
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Nombre: Rage
Edad: 26 años
Reino: Reino marino
Armadura/rango: Scale Dragón marino (R)
Personalidad: Tan impetuosa como su hermano son dos gotas de agua, ambos poderosos y arriesgados en combate.
Datos: Aunque entrenaron juntos y compitieron por la misma scale nunca dejó de adorar a su hermano quien le ganó justamente el puesto, por lo que no esperaba vestir esta armadura.
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Nombre: Alan
Edad: 16 años
Reino: Reino Marino
Armadura/rango: Poseidón
Personalidad: Un joven muy tranquilo, reservado cuya infancia lo preparó para una gran conexión con Poseidón haciendo que fuese prácticamente uno en pensamiento y actos por lo que el dios es él y él es el dios de los mares.
Datos: Kraken intervino en su infancia para convertirlo en el mejor recipiente de Poseidón de manera que pudiera superar a Hades, pues en cuanto a Athena no había necesidad de luchar contra ella, el mismo marino se encargaría.