noviembre 29, 2015

Despertar del enemigo - Defensores de la Tierra [11]



Los años trascurrían sin mayores sobresaltos en la vida de Kythnos, hacía un tiempo se había convertido en un Santo de Athena, su duro y arduo entrenamiento le había valido para poseer la flamante armadura de Escorpión de la cual se sentía muy orgulloso. Claro no había tenido ocasión de usarla tras recibirla hace algunos años todo porque la paz reinaba en el lugar y era innecesario custodiar su casa. Estas eran las órdenes del Patriarca quien sí permanecía en el Templo todo el tiempo.

Así que su vida giraba en torno a las vicisitudes del pueblo cercano al Santuario donde vivía. En tiempos de paz la vida de un caballero estaba dividida en continuar mejorando sus técnicas y vivir de su reputación como caballero. Era conocido en el pueblo como Santo de Athena por demostrar varias veces su fuerza contra abusivos y malhechores, todo un héroe en situaciones adversas, aunque nunca le vieron con su armadura sabían que era un caballero de elite.

Con estos antecedentes a su haber caminaba el Dorado por las calles del pueblo tranquilo y confiado mientras saludaba a las personas del lugar. Su destino era la floristería donde gustaba apreciar las nuevas flores que llegaban de lugares lejanos.

— Buen día, señor Kythnos, me da gusto verlo nuevamente —dijo amablemente la tendera, una mujer mayor que estaba acomodando unas flores.
— Buenas, sabe que no fallo cuando llegan las entregas especiales —correspondió el pelirrojo alegremente.

En ese momento entró otro joven de larga cabellera rubia que se detuvo junto a Kythnos frente al mesón. Este pidió un ramo de rosas rojas mientras el escorpión lo observaba con asombro, el Dorado solo conocía a uno más de sus compañeros, a pesar de ser un caballero hace años desconocía que hubiera más dentro o fuera del Santuario.

— ¿Qué sucede?¿se nota que vengo del extranjero?—preguntó el rubio en tono risueño mientras la mujer iba por las rosas que había pedido.
— Es solo que no esperaba encontrarme con un caballero —dijo seriamente cambiando totalmente su actitud inicial.
— No soy un enemigo si eso imaginas. Me presento, soy Adar de Piscis, estuve en entrenamiento mucho tiempo fuera del Santuario, pero ya he regresado.

La mujer de la tienda volvió con las rosas y las entregó al caballero, tras pagarlas se retiró del lugar no sin antes dirigirse al escorpión.

— ¿Qué te parece si nos vemos más tarde y nos reunimos con los demás? Cerca del teatro sería un buen lugar —levantó su mano en señal de despedida retirándose de la tienda.

Kythnos siguió con su rutina aquel día y casi al anochecer aceptó la invitación del recién llegado. No estaba seguro si le encontraría allí por lo que se sorprendió al verlo sentado con el ramo de rosas en sus manos en las gradas del teatro.

— ¿No me has esperado todo el día, cierto?—bromeó Kythnos al acercarse.
—  No realmente, tenía unos asuntos antes... aunque admito que si llevo un tiempo aquí, ya pensaba que no vendrías.
—  Lo siento, me distraigo con facilidad en la aldea —dijo apenado—. Últimamente frecuento poco este lugar.
—  Está bien, vamos —se levantó el Dorado, ninguno portaba entonces su armadura, y el escorpión le siguió.
— ¿A dónde vamos?
—  Te dije que nos reuniríamos con los demás.

El caballero de  Escorpión tenía al menos unos 8 años en el Santuario desde que llegó y empezó su entrenamiento, pasando las pruebas iniciales a pesar de su corta edad le dieron la oportunidad de ser guiado por un maestro, convertido ya en Dorado no supo de más caballeros con ese rango que uno solo, aquel que habitaba la sexta casa, por lo que tenía curiosidad de a quienes se refería Adar. Un silencio incómodo se sostuvo por unos minutos mientras caminaban por el llano rocoso con el sol escondiéndose en el horizonte.

— ¿Por qué no fueron al teatro? Habría sido mejor reunirnos allí —dijo titubeante siguiendo de cerca al pisciano.
—  Cuando me fui del Santuario no alcancé a conocerte, sabía de algunos aprendices que buscaban portar las armaduras doradas, su ambición les llevaría a la muerte.
—  No ha sido ambición lo que me ha permitido ser un Caballero Dorado—se detuvo súbitamente Kythnos.
—  Lo sé, ahora lo sé...

No tardaron en llegar a un sitio apartado lleno de tumbas, epitafios de roca anunciaban los nombres de sus moradores. Piscis continuó guiando al Dorado hasta detenerse frente a cuatro sepulturas una junto a la otra y en cada una repartió las rosas que cargaba.

— ¿Quiénes son ellos?—temía preguntar el pelirrojo pero aun así lo hizo, ya podía imaginar la respuesta del joven.
—  Son nuestros compañeros... bueno, lo habrían sido si ese suceso no hubiese tenido lugar—habló con una profunda tristeza.
— ¿Cuando pasó esto? Nunca oí  sobre Caballeros Dorados que perdieron su vida.
—  Ni lo oirás de nadie más. Esto fue hace unos 10 años, nosotros a diferencia de ti, nos criamos dentro del Santuario, ser caballeros era nuestro destino desde que nacimos. Seis de entre todos los aspirantes internos se destacaron por sobre los demás desde muy pequeños y recibieron el entrenamiento especial para convertirse en Dorados.
— ¿Seis?, los cuatro de aquí, tú y...
—  Sí, pero solo dos sobrevivimos a la tragedia. Eramos solo unos niños llenos de ilusiones hasta que apareció ese tipo...

En el solemne silencio de la noche Kythnos se enteró de la razón por la cual el Santuario se encontraba tan vacio, en verdad en ese momento solo contaba con 3 caballeros de oro, varios de plata y unos pocos bronce, que poco y nada de relación tenían entre sí.

—  Lo recuerdo bien, casi nos mata a Fares y a mí, aun siendo pequeña ella tenía un gran poder, pero nuestro compañeros no corrieron con la misma suerte—rememorar esos tiempos perturbaba notoriamente a Adar.
—  Entiendo, debe ser muy difícil para ti...¿es por esto que abandonaste el Santuario?
—  Sí, aunque ya había pasado varios años de eso nunca me sentí cómodo con todo esto y emprendí un largo viaje para tomar un respiro y asegurarme de ser un buen caballero para nuestra diosa —se volteó mirando al escorpión.
—  Dices que esto ocurrió hace 10 años, cuando Athena apareció en esta época.
—  Así es, apenas ocurrida esta tragedia Athena llegó para reconfortarnos y proteger el Santuario de ratas como ese sujeto. Aun siendo solo un bebe la sola presencia de ella en el reino hizo huir al cobarde.
—  Ya veo, un momento de alegría opacó la muerte de tus compañeros, al final para todo el mundo eran solo unos niños aspirantes a caballeros.
—  Eso es correcto, por tal motivo solo Fares y yo lo recordamos.
—  Gracias —le extendió la mano Kythnos—. Aprecio que me hayas contado todo esto.
—  Los tiempos cambian, antes no habría imaginado que un extranjero se convertiría en un Dorado—le estrechó la mano—. Pero las armaduras no se equivocan, saben bien con quien resuenan plenamente.
—  Creo que es hora de volver a casa—tomó distancia Kythnos y miró en dirección a las 12 Casas—. Por cierto, no puedo creer que Fares fuese una niña alguna vez...—bromeó el pelirrojo.
—  No ha cambiado nada, siempre dije que es como una piña... aspera por fuera y dulce por dentro, pero no se lo digas o se enfadará —se sonrojó el pisciano a lo cual ambos rieron y se fueron de allí conversando sobre los últimos años de Adar fuera del Santuario.

Hace 10 años atrás apareció la nueva Athena entre la gran conmoción de un suceso inédito, aun el tiempo correspondiente no había llegado, el despertar de los dioses estaba muy lejos de ocurrir y sin embargo alguien acortó ese tiempo interfiriendo en la gran guerra. En esa época el número de habitantes del Santuario era mínimo, la seguridad, los caballeros, los aspirantes, todo regido por un sabio Patriarca que intentaba por todos los medios posibles aumentar este número y así sembrar un futuro de grandes defensores de la Tierra y de su diosa.

Las cosas no marchaban al ritmo que el Patriarca quería pero era sabido por él que aun había tiempo para mejorar la situación y siempre estuvo vigilante ante los nuevos prospectos a caballero y de esta forma logró reclutar a seis pequeños pero entusiastas aprendices. El Patriarca pensaba que quienes pertenecieran a la elite de los caballeros debían ser formados desde su nacimiento dentro del Santuario, esto principalmente porque tenía un hijo y este debia convertirse en un caballero para tomar su lugar en el futuro. Nada mejor que rodear a su pequeño de otros niños con el potencial adecuado.

En la visita a las Doce Casas estaban reunidos los pequeños, verían por primera vez los aposentos de los Dorados y recorrerían el sitio hasta llegar al Templo de Athena. No alcanzaron a acercarse a la primera casa cuando un sujeto salió de entre la multitud, era solo un pequeño igual que ellos con cabello rojo como el vino y su rostro lleno de odio hacia los elegidos. Este era uno de los aspirantes rechazados para convertirse en Dorado, aunque había nacido y se había criado como los otros seis, el Patriarca le había descartado.

— El Santuario no tendrá caballeros de oro y ningún otro...—dijo con una voz profunda que no concordaba con su edad, rodeado de un poderoso cosmos rojo carmesí.
— ¿Has venido solo a molestarnos?, puedes ser cualquier otro caballero incluso seguir practicando —dijo el hijo del Patriarca enfrentándolo.
— La guerra no se llevará a cabo si termino con todos ustedes... si los quito del juego la Tierra por fin será destruida sin resistencia.

Los seis jóvenes se pusieron en guardia al ver que ese chico venía con intenciones de luchar, mas se pusieron delante de ellos los caballeros de plata que resguardaban el sitio diciendo que continuaran pues ellos se encargarían. Tres plateados cayeron en ese mismo momento por el fugaz ataque del pelirrojo furioso y al unirse más caballeros fueron siendo despedazados por este chico vestido simplemente con su ropa de entrenamiento. Esto provocó una gran conmoción en el lugar apartándose todos los presentes huyendo por sus vidas.

A diestra y siniestra el joven iracundo atacó con una fuerza desmedida a todo aquel que se pusiera en su camino y sin vacilación mató al hijo del Patriarca y tres jovenes más que le enfrentaron, otro pequeño y la chica del grupo se habían apartado cuando este le tomó la mano a ella para que escaparan del lugar. Ella de rosados cabellos no se resistió a la huida confundida por la situación mientras el rubio temeroso por su vida solo atinaba a escapar.

El Patriarca ante tan cruenta lucha se precipitó contra el joven de poderoso cosmos pero fue abatido sin más cayendo junto al cadáver de su hijo. El malvado alcanzó luego al par de aspirantes a caballeros, entonces fue que el rubio se enfrentó a él para proteger a la chica y sin embargo fue ella quien inesperadamante atacó al rival con un poder deslumbrante haciéndolo caer por primera vez.

Aun así eran tan solo unos pequeños contra la fuerza sobrenatural de aquel chico y habrían sufrido el mismo final de los demás tarde o temprano pues ese era el objetivo del enemigo. Entonces una estrella fugaz apareció en el claro cielo y un estruendo mayúsculo estremeció el Santuario, un poder enorme, cálido y reconfortante se apoderó de todo el lugar, la estrella había caido frente a la estatua de Athena a varios kilómetros de allí en la cima del monte junto al Templo.

Ante esto el sujeto de rojos cabellos retrocedió y con una muesca de desagrado se dispuso a retirarse del lugar no sin antes advertirles a los pequeños allí presentes y únicos sobrevivientes.

— No duden que volveré y esta Athena no les servirá de nada cuando eso ocurra...

Dejó así el lugar rápidamente perdiéndose en la lejanía mientras los muchachos se recuperaban de tan trágico evento. Así nació la nueva Athena, forzada a aparecer en este mundo antes de tiempo y sin personas experimentadas que pudieran guiarle y enseñarle su propósito. Hoy es solo una niña de 10 años ignorante de su destino, mimada en los aposentos de una diosa, rodeada de servidumbre lejos de la realidad que le rodea.

Pronto ella descubrirá el significado de ser llamada la nueva Athena, las tropas enemigas se mueven rápidamente a su encuentro sin ella percatarse siquiera del peligro que se aproxima.

noviembre 24, 2015

La Princesa del Norte - Mensaje divino [10]

La amazona continuó mejorando su conexión con Odín, practicando día y noche intentaba resistir aquel poder y mantener congelada las tierras y el mar cercano a Asgard, era importante recuperar todo el derretimiento ocurrido tras la muerte de la antigua Polaris hace algunos años atras. Los iceberg eran cada vez más robustos e incluso el lago que resguardaba una de las armaduras de dios guerrero se encontraba bajo una gruesa capa de hielo. Erik acudió donde Polaris para hablar de esta situación extraña, quizá la amazona se estaba pasando con mantener el frío en las tierras del norte.

— Entiendo que sea necesario mantener los iceberg, pero se ha congelado el lugar de una de las armaduras del reino, obstaculizando innecesariamente su obtención —dijo al acercarse junto a ella mientras la representante de Odín se mantenía de pie firme frente a la estatua del dios, sus ojos cerrados y su delicado vestido celeste ondeando suavemente.
— Qué dices Erik, sabes bien que no controlo a Odín sino él a mí... ¿En verdad el hielo ha aumentado tanto?
— Así es, esperaba que supiera algo sobre esto...—el dios guerrero observó entonces que ella abrió sus ojos y estos eran brillantes como aquella vez y supo que lo siguiente no vendría de la amazona.
— Las aguas aumentan en todo el mundo, el reino ha elevando los mares, él ha despertado con la suficiente fuerza como para empezar esta guerra... Congelaré las aguas y las contendré aquí en Asgard, sin embargo las horas llegarán a su fin...
— ¿Qué?¿Quién es él? Acaso...—se asombró el asgariano.
— Solo hay un dios que quiere sumergir al mundo...—dijo Sekiam recuperando el color natural y claro de sus ojos.
— En Asgard estaremos a salvo por el poder de Odín, no tenemos de qué preocuparnos.
— No lo entiendes Erik, es la guerra entre dioses. Si las aguas han aumentado en todo el mundo debo ir al Santuario y advertirles de este enemigo, Athena debe pelear esta guerra y vencer o será el fin de todo.
— ¿Al Santuario dice? —cruzó los brazos en franca señal de rechazo ante lo dicho por la amazona—. No creo que deba recordarle que su deber esta aquí en Asgard.
— Por supuesto, pero ellos deben defender la Tierra, el poder de Odín no evitará que el mundo se sumerja, solo lo contiene, tenemos que apoyar la causa... por cierto creo que necesitaré mi antigua ropa...

Dicho esto la amazona comenzó a bajar las escalinatas para emprender rumbo a su destino, pero Erik le detuvo tomándole del brazo muy serio.

— Deje que se arreglen ellos solos, usted debe estar aquí... Iré yo si tanto quiere darles aviso...
— Yo debo ir, conozco muy bien el Santuario podré entrar más facilmente, además conozco a alguien allí, él me ayudará a tener una audiencia con Athena.
— Pero...—le soltó el brazo— ¿Cómo es que conoce el Santuario? —reflexionó el dios guerrero incrédulo ante las palabras de Sekiam.

La amazona no esperaba contar esta historia, pero era necesario para que él entendiese, la situación era crítica para la Tierra y si algo podía hacer para mostrar su postura en la guerra debía hacerlo, entonces ella le reveló cómo conocía ese lugar.

— Las ambiciones pueden llevarte a lugares insospechados, eso me ocurrió... entrené arduamente por años para ser la amazona de Escorpio en el Santuario, pero un fanfarrón me quitó el puesto, admito que me venció justamente pero en aquel tiempo solo pensaba en vengarme de él.
—  Quién lo diría..—dijo él extrañado por la situación.
— Todos tenemos una historia —se sonrojó la amazona.
—  Y me dirá entonces que solo quiere advertirles a los athenienses sobre la guerra ¿o es que quiere volver a ver a ese tipo?. En verdad me cuesta creer que una espectro del Hades se preocupe tanto por el destino del mundo...—le dijo con un leve sonrisa, pero luego se miraron desafiantes por unos segundos.
— En lo que a mi respecta siempre he estado del lado de la justicia...—contestó y se volteó ella en claro gesto de desprecio.

El asgariano contuvo su risa ante la respuesta de Sekiam, ¿ser un espectro de Hades era estar de lado de la justicia? Eso era sin duda algo muy absurdo. Aunque esto hizo pensar a Polaris por un momento la situación, si en algo Erik tenía razón no podía irse así como así, entonces antes de retirarse encendió su cosmos sosteniendo su lanza y en un rápido movimiento la clavó en el lugar donde rezaba.

— Esto servirá en mi ausencia —miró nuevamente al asgariano esperando que su gesto lo dejara satisfecho—. No tardaré, ya verás...

Y caminó alejándose de allí hacia sus aposentos para volver a usar su vestimenta de entrenamiento y llegar al Santuario lo más rápido posible.

— Solo no te arriesgues, es su guerra no la nuestra...—dijo cuando ella ya se había marchado, se quedó allí el alto guerrero observando la estatua de Odín y a sus pies la lanza de Polaris brillando intensamente en espera del regreso de la representante del dios.

Seguía pensando que era inútil su gesto, que preocuparse de Asgard debía ser la prioridad de la amazona, pero si tanto deseaba volver allí no podía detenerla y sin embargo no permitiría una nueva acción que involucrara a Asgard en esta guerra.


Continuará...

Hades renace

 *** Mucho tiempo he pasado de foro en foro roleando mis personajes de Saint Seiya, ahora quiero rescatar las historias que se perdieron en diversos lugares. Esta es mi recopilación de fics ***

En medio del otoño las hojas caen ligeras al suelo en su tono amarillento mientras ella corre agitada, cansada y sin mirar hacia atrás continúa entre el bosque que se deshoja. Finalmente se detiene ocultándose tras un árbol de grueso tronco, se sienta allí y su corazón late con fuerza, no sabe si ellos continuan buscándola.

Era un pueblo pequeño en medio de un frondoso bosque aislado de la civilización, allí había nacido ella como cualquier otra niña, pero no tenía recuerdo de sus padres ya que era atendida por un grupo de personas de aquel pueblo en una de las casas más grandes del lugar. Todos sus recuerdos de niñez estaban limitados a las paredes de esa casa.

Al crecer sintió curiosidad por salir de ese entorno tan limitado, a sus 5 años años ya era una niña bastante centrada y seria, ya estaba harta del trato que le daban, siempre reuyendo mirarla a la cara, nunca permanecer cerca suyo, evitar hablarle, era una especie de fenómeno a quien debían mantener lo más cómoda posible. Su única distracción y mayor contacto con otro era durante sus clases privadas, desde muy pequeña comenzaron a educarla sobre el mundo. El tiempo pasó y ya era tiempo de huir, escapar a donde fuera, algo dentro de ella había despertado y no podía seguir en ese lugar.

Su fino vestido púrpura estaba desgarrado por las ramas que de forma inusual se movieron para impedirle el paso mientras atravesaba el jardín de la casona, se ensució con barro al caer más de una vez por el camino de tierra resbaloso por la lluvia del día anterior. No tenía como saber qué dirección seguir, ella solo salió y siguió lo más recto posible alejándose más y más.

La lluvia caía suavemente en los vidrios de la gran casa, le gustaba mucho observar las gotas caer en su ventana que no se podía abrir. Era un décimo piso, un largo trecho hasta los arbustos que rodeaban la casa, romper el vidrio alertaría de su huida y si cayera desde ese piso no podría asegurar un buen resultado. Pero qué más podría hacer, solo puso su mano en la gran ventana y aquel cosmo púrpura se reveló una vez más y el vidrio ante sus ojos se derritió sigiloso permitiéndole pasar a través de él y cuando estuvo en la orilla de la habitación su cuerpo se dejó caer hacia los arbustos con ligereza como si controlara la caida con aquella aura púrpura que le rodeaba.

Ahora estaba sentada en medio del bosque sin tener donde ir, seguro seguían buscándola, aquel sujeto del pueblo debió avisar cuando la vio pasar frente a él y ambos se observaron con temor y desconcierto, ella recordaba esa mirada y no sabía que pensar sobre ello, ese temor al verla, la forma en que se paralizó por completo ese sujeto, que fácilmente podría haberla tomado siendo ella tan pequeña, pero no hizo nada para detenerla.

Quizá solo suerte se decía a si misma retomando el camino para perderse luego de aquel descanso y su paso ya no era tan rápido, hasta que oyó a los perros ladrando en su dirección, esta vez no tenía escape, corrió de nuevo pero sus fuerzas la abandonaban, volvio a mirar hacia atrás y entonces su descuido la hizo caer por una cuesta empinada, rodó hasta golpear su cuerpo en el suelo, en medio de la calzada, adolorida se levantó mas un camión  se precipitaba contra ella demasiado veloz como para escapar, demasiado veloz como para que se detuviera y su energia púrpura le cubrió mas el impacto fue inminente.

Al abrir sus ojos se encontraba en una cómoda cama, muy suave y perfumada. No tenía ganas de levantar su rostro de la almohada mullida, ni moverse siquiera, sin embargo esa mano que acarició su cabeza le hizo reaccionar, pero no había nadie cerca de ella. Ya no conservaba su ropa sucia y hecha jirones, pero a los pies de la cama había un bello vestido que se puso luego para recorrer el sitio.

¿Quien podría ser aquella sombra que la recogió cuando su cuerpo inerte se encontraba a un lado del camino?, ella recordaba eso apenas, era un recuerdo borroso verse a si misma en aquellas condiciones como quedó el cuerpo tras el impacto, luego de ver inmovil aquello unas alas le cubrieron y no recuerda nada más.

Era un hermoso castillo antiguo, ella lo recorrió caminando por muchos pasillos, era enorme y se sintió perdida, estaba sola en ese sitio sin duda, pero una presencia la observaba todo el tiempo. Tras entrar a una de las habitaciones pudo observarse con asombro frente a un espejo de cuerpo completo algo polvoriento junto a la ventana. Con delicadeza tocó su largo cabello negro y se miró, limpiándolo un poco notó sus bellos ojos verdes, su imagen había cambiado por completo, esa no era ella, no podía ser... era otra persona.

No sabe cuanto tiempo pasó alli, seguro unos años ya cuando descubrió aquella habitación, sus comodidades no eran como en el pueblo del bosque pero no le faltaba nada gracias a su guardián que siempre le dio todo lo que necesitaba. Tras estos años descubrió quien era y cual sería su destino, mas estaba aun lejos de alcanzar ese destino. Su guardián ya se lo había dicho, debía prepararse físicamente para despertar y aquella habitación le ayudaría ya que tendría que recorrer un largo camino para encontrar su armadura.

Que extraño sitio era este tan oscuro y claro a la vez, sin la luz del sol radiante pero hermoso como un cielo estrellado aunque enrarecido. Quien podría apreciar tal sutil belleza sino solo su creador y quizá alguno que lo habitase. La barca en la orilla se movió suave cuando ella entró para cruzar aquel río inmenso. El lugar parecía estar abandonado, ella sabía que en algún momento rebozaría de poderosos espectros que le servirían. Tras entrar al gran tribunal empezó su juicio la armadura de Balrog pues nadie cruzaba aquella prisión sin ser juzgado. Y en su juicio la armadura vio que su técnica no le afectaba pues estaba libre de todo pecado, arrodillándose ante ella dejó que pasara hacia la siguiente prisión.

Y en la segunda Cerberus la recibió desconociéndola y la atacó con fiereza mas ella con sutiles movimiento le esquivó. Tocándolo apenas con su dedo la criatura supo de quien se trataba, aquel cosmos no podía ser de otro y así recorrió su camino hasta la tercera prisión. A su paso las almas se detenían con temor y se ocultaban tras las grandes rocas que empujaban hasta que llegó a la cuarta, la prisión del lago. allí esperaba la balsa sencilla y sin incomodarle hacer el esfuerzo tomó el remo y viajó a través del lago apestoso bajando en la otra orilla para encontrarse en la quinta prisión.

No había sudor en su rostro tras el largo recorrido ni un signo de cansancio, todo lo observaba con una gran tranquilidad, con todo el poder que había en su interior podía haber hecho ese recorrido en unos segundos, pero ella quería disfrutar cada momento, sentir el Inframundo, su olor, su frío, su belleza en cada rincón, esta era su creación. Y pasó la quinta prisión hasta la sexta y luego la séptima deteniéndose una vez más en Cocytos la octava prisión. desde allí expandió su cosmos por todo el Inframundo dando a conocer a cada rincón que había llegado mas le faltaba una cosa para reinar y aquello era su armadura.

En un segundo se encontraba en el salón principal de Giudecca, sobre el trono la impecable kamei de Hades y sus pasos se dirigieron a ella para luego desarmarse en sus partes y una vez cerca del trono la armadura se apoderó de su cuerpo tranformándose sutilmente a su cuerpo femenino. Entonces tomó asiento allí a la espera del despertar de su ejército.

- Nunca tuve un nombre, mas desde ahora me conoceran como el Dios Hades, la que gobierna el Inframundo, el lugar del castigo eterno donde la humanidad caerá por sus pecados. Con mi ejército reinaré sobre la Tierra al destruir a Athena y cualquier otro Dios que se interponga en mi camino... porque esperar la muerte para ser juzgado es dar demasiada libertad a la inmunda humanidad, deben ser arrancados de la superficie y recibir su juicio aquí, en mi maravillosa creación...


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Pues sí, una vez quice hacer de Hadesa, claro no funcionó ese foro, era de un amigo y más que nada lo hice para apoyar como siempre xD En ese tiempo ya no tenía ganas de meterme en roles, aprender sistemas y todo eso, recuerdo que me costó mucho hacer esta historia y eso que es muy simple.

noviembre 21, 2015

La Princesa del Norte - Convenciendo al escéptico [9]

Sekiam no estaba convencida del todo sobre este nuevo y repentino puesto, ser arrancada de los brazos del Inframundo era por lo demás curioso, de entrada no era posible que alguien de Asgard le conociera, ciertamente ella viajó mucho en el pasado, estando en entrenamiento y también en su ardua búsqueda de novatos apropiados para la causa, aun así no podía ser que le buscaran a ella específicamente.

— ¿Y si solo es por ser mujer?, tal vez solo cumplo con ese mínimo requisito... guerrera, noble y modesta...—sonrió para sí mientras se vestía luego de un relajante baño y suspiró—. En el Inframundo no tenemos estos lujos...

La ropa dejada por las mujeres eran finos vestidos, muy vaporosos y faldas largas, también había joyas muy hermosas, cintas y tiaras para su cabello, todo aquello era demasiado femenino para la escorpiona.

— Mhmm... creo que la difunta era más grande...—estaba decepcionada al ver que el vestido que se puso era muy largo en el doblez y las mangas, todo eso era demasiado incómodo por donde se mirara. Mas aceptó la vestimenta y continuó su recorrido esperando ver a alguien más o al anciano ese que le presionaba para ser Polaris, necesitaba más información.

Los pasillos del palacio eran muy extensos, puertas por todas partes y más y más pasillos en una y otra dirección, un verdadero laberinto, en la decoración abundaban las armas de todo tipo y cuadros polvorientos derruidos por el tiempo, en cada habitación que entraba había más puertas y se encontraban en desuso. En un momento encontró un salón alargado con una mesa de madera fantástica, en este cuarto todo estaba limpio y reluciente, pronto apareció una mujer con una bandeja saliendo de una de las puertas y preparó la mesa.

— ¿Ya es hora de comer?—preguntó Sekiam, este sin duda sería un buen momento para ver quien más habitaba este enorme sitio.
— Así es mi señora, tome asiento —le contestó con amabilidad la joven mujer.
— Mhmm.. ¿se tardarán mucho los demás?—dijo mientras se sentaba.
— ¿Los demás? Nadie más come en esta mesa, se la hemos preparado solo para usted...
— Saben que son raros ¿cierto?... dijo incrédula la amazona.

La mujer sonrió entendiendo a que se refería, dispuso todo para la comida de la nueva Polaris y se retiró del salón. El silencio de ese lugar era para volverse loco, tanta tranquilidad y soledad, era tan cruel y extrañamente familiar.

— Si que has mejorado en la vida Sekiam... Al menos allá se veía gente pasar todo el tiempo aunque no eran muy conversadores...—con resignación comió de su plato que estaba realmente delicioso.

Luego tuvo la idea de tomar la puerta por donde se había ido la sirvienta de palacio y resultó ser un largo pasillo esta vez con vista al exterior en todo su lado izquierdo, era dificíl decir que hora del día era, al menos estaba claro, las densas nubes cubrían el cielo hasta donde la vista alcanzaba a ver.

Entonces oyó los pasos de alguien viniendo desde el otro extremo del pasillo, vestido con ropas finas se acercaba  un hombre alto de largo cabello claro y ojos azules, se notaba que había sufrido algún accidente por sus vendajes y su brazo derecho estaba sujeto por un cabestrillo.

— Eres tú... —dijo ella muy sorprendida, ya lo había visto antes bajo otras circunstancias.
— Veo que estas a salvo, creí que habíamos fracasado, pero al final llegaste por tu cuenta —habló seriamente y con un dejo de molestia.
— Así que estan todos de acuerdo en que una extraña sea la nueva Polaris... ¿No había alguien más es este amplio reino?
– No, por lo que será mejor que cumplas correctamente tu papel aquí, es más deberías estar en otro sitio ahora en lugar de pasear por el palacio —esta vez su tono aunque respetuoso hacía notar su desprecio.
— De acuerdo, pero han sido ustedes quienes insisten con esta tontería, podría irme rápidamente de aquí si así lo quisiera—replicó ella con dureza muy firme y desafiante dando un paso hacia el joven guerrero.
— ¿Sabes qué?... alguna joya pequeña en tu cuello y quizás una cinta en tu cabello complementarían mejor tu vestimenta...—dijo él mirándola fijamente a los ojos sin retroceder ante el desafío de la amazona, esto desconcertó a Sekiam.
— El estilo princesa no va conmigo —se sonrojó sin darse cuenta y miró hacia el paisaje nevado a su lado.
—¿Ni siquiera te has preguntado cómo sobreviviste prácticamente sin un rasguño a tan dura caida? Y no, no espero que me lo agradezcas, pero te haría bien recordarlo.

En efecto durante su combate Sekiam aun sufría los efectos del somnífero por lo que poco y nada recordaba sobre lo sucedido, habría sido este joven quien al verla caer por el barranco se lanzó junto a ella protegiéndola con su cuerpo recibiendo los golpes del accidentado terreno. Aun cuando ella logró levantarse después de caer varios metros no se percató de la presencia del guerrero a su lado y continuó la huida de sus raptores.

— Cumpliste tu misión —lo miró ella de nuevo.
— Sí, y dos buenos hombres, guerreros y amigos perdieron su vida para que estuvieras aquí... solo espero que haya valido la pena—con esto se dispuso a seguir su camino en dirección al salón.
— ¿No habrá presentaciones formales?¿Dónde están los demás?—dijo Sekiam en tono amigable.
— Yo soy Erik, no hay alguien más que se pueda presentar, solo eramos tres, aunque claro también esta el anciano, pero me imagino que ya lo habrás visto. Bienvenida a Asgard—le hizo una reverencia el joven y se retiró del lugar dejándola con más preguntas que respuestas.
— Bien, ¿Y dónde se supone que debería estar, señor pocas referencias?—dijo en tono de burla luego que Erik ya había entrado al salón.

Se dispuso a continuar su recorrido cuando de súbito entraron las sirvientas, una de ellas tenía una cinta con la que midió a la amazona de pies a cabeza, hombros, brazos, espalda y más. Otras le probaban distintas tiaras y collares para ver qué le quedaba mejor.

— Chicas, chicas, no sean tan intensas —les dijo intentando sacárselas de encima—. Déjenme ver... creo que este collar pequeño estaría bien... y que tal esa cinta celeste, es linda y simple...—les indicaba mientras lentamente se acercaba a la puerta de salida—. Por cierto, ¿hay algún lugar que me recomienden ir?

— ¿Debería estar en la estatua del señor Odín? —respondió una de ellas en tono titubeante.
— Por supuesto, y eso queda justo...—esperaba que le dieran algunas indicaciones para ir.
— Yo la acompaño, no es problema, sígame —se ofreció una de ellas mientras las otras asintieron con la cabeza.

No tardaron en llegar al amplio patio enlozado de piedras, como figura principal había unas escalinatas hacía la imponente escultura del dios nórdico. La muchacha la dejó allí y ella caminó decidida hacia la estatua, observó un momento el sitio y de pronto una voz conocida se hacía presente en el lugar.

— Ya es hora que empieces a trabajar, jovencita —se acercó el anciano sosteniendo la lanza de Polaris.
— ¿En verdad cree que pueda hacer esto? ¿No entiende que no me interesa el destino de este mundo? Ciertamente olvida de donde me ha sacado, ya es tiempo de algunas respuestas.
— De acuerdo —suspiró el hombre y reveló a Sekiam cual era la situación—. Los hielos del norte han estado descongelándose desde ya unos años, la antigua Polaris murió a avanzada edad mas luego de su fallecimiento Odín no promulgó a ninguna otra en su puesto.
— Sin Polaris los mares ya habrían cubierto gran parte del mundo...
— Eso no ha ocurrido solo porque los habitantes de Asgard nos hemos hecho a la tarea de rezar para que el hielo no se derrita, aun así el proceso continúa lentamente mientras cobra la vida de nuestra gente.
— Odín les ha olvidado, no puedo creer que sigan con esto —dijo disgustada la amazona, este asunto seguía sin tener sentido.
— Te equivocas, jamás nos ha dejado y lo único que se necesita es un cosmos fuerte que rece sin ser abatido por esta carga, necesitamos a alguien que resista el poder de Odín a través de su cuerpo.
— Ya entiendo, soy su conejillo de indias, gracias por considerarme —interrumpió sarcásticamente—. Pero sigo sin entender por qué yo.
— Deja las tonterías, muchacha, ya es hora —le tomó del brazo y la condujo frente a la estatua, le golpeó las rodillas por detrás con el mango de la lanza haciendo que Sekiam cayera de rodillas.
— Hey, no hace falta la rudeza...—se quejó la amazona.
— Silencio... rezarás aquí, ponte derecha y enciende tu cosmos, desea con todo tu corazón que los hielos dejen de derretirse. No te moverás de aquí hasta que veamos un progreso o te mueras, lo que pase primero...

Sentenció el hombre mayor retirándose del lugar y dejando la lanza cerca de Sekiam. Ante esta imposición la amazona sintió que al menos debía intentarlo, había una razón interna para que estuviera allí, aquel anciano desconocía que dentro de la escorpiona algo crecía y poco a poco se apoderaba de ella. No muy lejos de allí el joven Erik observaba la escena, junto a él llegó el anciano mientras Sekiam unía sus manos y encendiendo su cosmos purpúreo pedía que los hielos dejaran de derretirse.

— ¿Crees que lo logre?—preguntó Erik sin dejar de observar a Sekiam.
— Ni idea, pero ha sido un gran riesgo. El único reino semiformado era el Inframundo y tuvimos suerte que tuviera a una mujer entre sus filas—respondió el hombre.
— ¡Cómo dices que no lo sabes!—le tomó con furia por la ropa al anciano—. Perdimos a Hans y Vali por tu loco plan ¿Y te dices sacerdote de Asgard? Esa chica tiene razón Odín nos ha abandonado...
— Si lo que dices fuera cierto tampoco tú estarías vivo, solo por el poder de Odín pudieron entrar al Inframundo.
— ¿Acaso siquiera sabías eso con certeza cuando nos enviaste a ese suicidio?
— Deja los cuestionamientos Erik, ella esta aquí y eso es todo lo que necesitabamos.

Fastidiado el dios guerrero soltó al hombre y se retiró del lugar dirigiéndose a sus aposentos. Erik quería descansar y no pensar más en este asunto, seguramente esa chica no podría con la tarea y al día siguiente le encontraría muerta.

Pasó esa tarde y pronto llegó la noche, la oscuridad del lugar solo era interrumpida por las antorchas en el jardín y algunas velas en los pasillos más usados del palacio. Recorriendo uno de esos pasillos se encontraba Erik quien se dio a la tarea de encender los faroles fuera de las habitaciones de sus compañeros caídos como señal que su alma siguiría viviendo en el lugar. Con algo de curiosidad decidió entonces darle una mirada a la joven Polaris, quien sabe si no estaría ya agonizante.

Con su antorcha en la mano izquierda avanzó por el patio enlozado y llegó hasta la amazona, aun desde lejos se podía ver el resplandor blanco y puro de su cosmos. Ella mantenía su postura desde la última vez que la vio, totalmente concentrada en su plegaría no había rastro de su cosmos púrpura.

— ¿Acaso es esto posible?¿Un espectro de Hades convirtiéndose en asgariano?—quedó estupefacto el dios guerrero sin darle crédito a lo que sus ojos veían.
— No, en eso te equivocas, es cierto que pertenecía a las filas de Hades, pero por mi voluntad... Hades no me revivió de entre los muertos, yo decidí entrar al Inframundo y ser su guerrera...—los ojos de Sekiam se abrieron lentamente dejando ver su color celeste clarísimo.
— ¿Entonces por tu voluntad ahora deseas cambiar eso y servir a Odín?
— Nunca me sacrifiqué por otros, nunca me importó la vida de los demás, para mi todos los humanos eran seres despreciables y ruines que debían ser juzgados por Hades... Pero quiero darles una oportunidad, quiero creer que estoy equivocada y que merecen vivir...

Ella hablaba en un tono solemne y suave, su cosmos emanaba un frío que estremecía al dios guerrero el cual cayó de rodillas ante Sekiam.

— Eres... no, es usted digna representante de nuestro dios y le serviré aun arriesgando mi vida...
— La guerra se aproxima y Asgard será una parte fundamental, sin ser nuestra esta contienda nos hemos visto envueltos en ella y cumpliremos a cabalidad con nuestra parte... tenemos que...—no logró terminar la frase cuando se desplomó súbitamente.

Erik acudió en su ayuda cobijándola en sus brazos sintiendo el frío abrumador que la rodeaba, en un instante ella volvió en sí temblando bruscamente.

— Vamos, ya te has esforzado mucho... Por cierto, no se cual es tu nombre —le dijo sonriendo por primera vez, ella apenas susurrando le contestó.
— Sekiam, Sekiam de Polaris...

Elías Punto final

Siempre estoy rogando, rogando a Dios, rogando por un poco de amor, rogando por encontrar el camino. Siempre el dolor es tan intenso, como herida abierta, como puñalada en el corazón.

Pero aquí, en medio de la blanca nieve el dolor se apacigua como si bebiese alguna pócima mágica, alguna bebida alcohólica que adormece mi ser.

Y a pesar de todo estoy bien, adormecido en la nieve, entumecido el corazón, en espera, en eterna espera.

Este árbol me resguarda de la nieve que cae, de vez en cuando miro el horizonte blanco, me quedo preferentemente acostado junto a las violetas congeladas.

No existe el sol en mi paisaje, ni colores, ni aromas, solo frío y blanca nieve. Paso la mayor parte del tiempo acostado, a veces durmiendo y mis sueños de antaño aún vagan por mi cabeza, la mayoría ya no los recuerdo.

Y mis sueños son blancos como la nieve, con personas desconocidas, siempre extraños e ilógicos lo que me ayuda a distinguirlos de la realidad.

Esta es la etapa de la nieve y el frío, tanto caminé que ya fue suficiente, tanto me cegó la noche que ahora me ciega la nieve.

Me pregunto si alguna vez vi el sol, no lo recuerdo, en el bosque los árboles dejaban pasar su luz, en la ciudad distinguía el día de la noche, en la eterna noche solo iluminaba una estrella y en la nieve el cielo está lleno de nubes grises claras. El sol siempre ha estado oculto de mí, mas siempre presente.

Elías es el río que desciende de la montaña hacia el mar, me pregunto si llegaré al mar, creo que no, solo lo veré a distancia de mí, como espejismo en el desierto, como reflejo en las aguas quietas. Elizar es el mar que reposa y observa con tranquilidad, Elizar...

Elías 12

Y mis pies frente al lago sintieron el frío, así que salí de allí, algo me decía que no volvería a ver ese lugar. Me retiré y caminé nuevamente en la oscuridad. Una brisa fría pasó junto a mí. Continué hasta ver caer un copo de nieve.

– ¿Nieve? –me pregunté y miré en dirección al cielo.

Otro copo de nieve cayó y puse mi mano para tomarlo.

– Al parecer algo ha cambiado –habló Elizar junto a mí.
– Sí, creo que sí.

Ahora nieva, cae poco a poco y suavemente. La nieve cubre todo en unos instantes, ya la noche quedó atrás.

– ¿Qué es la nada, Elizar?
– ¿Por qué dices eso?
– Porque cuando estaba en la ciudad me sentía en medio de la nada, luego en la eterna noche caminaba en la nada y ahora ante este paisaje nevado e inhóspito... sigo en la nada.
– No se trata de la nada, se trata de lo que cada lugar significa.
– Ya veo, todo es lo mismo y diferente a la vez.

Ante mí ahora un hermoso paisaje blanco. Caía la nieve, pura y fría congelando mi herida.

– No volveré a creer –le dije a Elizar.

Ahora podía mirarlo a los ojos y todo él era blanco fantasmal. Me vi a mi mismo en arapos y me sacudí un poco la nieve sobre mis hombros.

– Un elegante traje a tono me vendría bien.
– Solo debes seguir caminando, ya no te detengas por pequeñeces.
– Hemos perdido tiempo, ¿verdad?
– No te preocupes, sigamos.

Y la blanca nieve siguió cayendo sobre nosotros mientras continuamos nuestro camino. Que bueno es dejar la noche... que bueno es dejar ilusiones tontas en el pasado. Ahora respiro profundo y siento la brisa fría.

– Me agrada –le dije a Elizar.
– A mi también, es tan calmado.
– La noche fue de pensamiento tormentoso, quizá esto signifique que debería ser un poco... ¿cómo es la palabra?.
–¿Optimista?
– Emmh... sí, creo que esa es la palabra.
– Eso es entrar en un terreno desconocido.
– Bueno, seré razonablemente...
–...Optimista.
– Sí, algo así.
– No durará mucho –rió Elizar.
– Obviamente. No es mi naturaleza.

Y me detengo en un árbol nevado descansando allí un rato. Junto a mí hay unas hermosas violetas.

– Han crecido violetas aquí, mas no tienen color para mí. He sido privado del color y su belleza.
– Blanca es la nieve y fría, no deja de nevar.
– Sí, nieva incesantemente como si fuese un llanto congelado.
– Ya no le des más vueltas –dijo sentándose a mi lado.
– Preferiría no hacerlo, pero me siento triste porque todo terminó.
– Un alma comprensiva, con gestos amables y paciencia pura. Un alma dulce que también espere encontrar el verdadero amor. Alguien que espera igual que tú y yo.
– ¿Y estará en mi camino ese amor o es acaso un sueño que no debo soñar? Tanto tiempo de espera me hace dudar.
– No lo sé, en este punto estoy tan perdido como tú, mi sabiduría es congelada en este vasto paraje frío de pura nieve.

noviembre 19, 2015

La Princesa del Norte - El nuevo destino [8]

Al buscar refugio unas amables personas les recibieron, pudieron entonces guarecerse bajo un techo acogedor de uno de los aldeanos. Allí se recuperó la amazona, sentada en una alfombra de piel cerca de la chimenea cálida y con un abrigo sobre ella. Entonces una mujer le llevó un trozo de pan y curiosamente un poco de sal. Ella miró extrañada el ofrecimiento pero lo aceptó sin decir palabra. Phil se sentó junto a ella luego.

— Señorita, debo agradecerle infinitamente lo que usted ha hecho por mi, es un sueño increible poder conocer la mítica aldea asgariana... es realmente...
— Aquí te quedarás Phil, debo continuar mi camino cualquiera que sea...
— Me lo imaginaba, pero no entiendo que hará usted en el Valhalla...
— Ya te lo he dicho, soy una amazona, si estoy aquí en Asgard solo puede significar una cosa... el señor de los hielos me ha invocado...He podido recordar con mayor detalle lo que ha sucedido, esos tipos debieron traerme aquí...

Ciertamente tres dioses guerreros eran los que se habían presentado en el inframundo, ellos ayudados sin duda por su dios lograron entrar en las tierras del Inframundo por un tiempo muy limitado. Los tres al únisono habían atacado a Sekiam, al ser la primera en la linea de defensa estuvo fácilmente a su merced. Más tarde recobraría el conocimiento siendo cargada en el hombro de un sujeto muy alto, de inmediato tuvieron un fugaz encuentro que terminó al ella caer por un barranco tras desplomarse la orilla de este bajo sus pies. De allí en más cuando se levantó maltrecha camino sin rumbo y prácticamente de forma inconsciente por kilómetros hasta reaccionar frente al mar.

La amazona parecía resignada ya no pensaba más en volver al Inframundo, ahora su curiosidad la llevaba a descubrir qué deseaba Odín de ella ¿Acaso deseaba que se uniera a sus filas, Sekiam una valkiria de Asgard? Aquel pensamiento no hizo más que causarle risa, su lealtad al Inframundo era incuestionable, al menos antes que sucediera todo esto, y eso resultaba lo más extraño de todo.

Había anochecido cuando Sekiam salió del hogar, agradeció con una reverencia a sus hospitalarios habitantes y dejó allí a Phil para que cuidasen de él. No alcanzó a dar un paso fuera de la casa cuando el muchacho tomó su abrigo y la detuvo.

— Me convertiré en un guerrero de Asgard, te lo prometo, seré valiente, leal y honorable...
— Para ser valiente no necesitas ser un caballero, eso me lo enseñó alguien que tú y yo conocemos...—le tomó la mano ella quitándola de su abrigo.
— Mi padre fue valiente... siempre dijo que así era como deseaba morir...—el rostro del muchacho entristeció de pronto.

Ella puso su mano en el hombro del muchacho y le sonrió con dulzura.

— Serías un digno guerrero de Odín, sé fuerte, nos veremos otra vez...

Recuperada la amazona recorrió velozmente la aldea y se detuvo ante las imponentes puertas del palacio amurallado. Para su sorpresa estas se abrieron levemente, lo suficiente para pasar, con precaución ingresó al palacio. Había muchas puertas, salón tras salón, parecía un lugar deshabitado, silencioso y lúgubre, pero un aura fría parecía indicarle el camino en aquel laberinto hasta que finalmente llegó al salón principal del trono.

Un techo altísimo, amplio y bellamente decorado era ese lugar, muy solemne, allí la esperaba un anciano que estaba de espaldas a ella junto al trono de alto espaldar. Era el momento de discutir este asunto y ver que sucedía realmente ¿Acaso ese sujeto era Odín? un anciano vestido muy comúnmente no parecía ser el lider de aquel reino.

— No cumplirás tu nuevo destino si continúas con esa actitud —dijo el anciano sorpresivamente.
— ¿Quién eres tú? llame a Odín inmediatamente o a quien este a cargo, no me gusta para nada su juego... —dijo ella con desconfianza, este no podía ser Odín.

Entonces vio que debajo del trono muy cerca del anciano salió una serpiente pequeña que creció asombrosamente ante sus ojos repentinamente.

— Cumple ahora con el paso final... libérate de la oscuridad que llevas en tu corazón...

Al terminar aquella frase la serpiente ahora enorme y feroz se abalanzó súbitamente contra la amazona. Esta reaccionó lo más rápido posible para no ser devorada por las fauces de la criatura y de inmediato le golpeó la cabeza tras esquivarla. Pero aquel impacto fue como si no hubiese existido, ningún ataque físico podría dañar a la serpiente y esto fue confirmado por las palabras del anciano.

— Desata tu poder cósmico si deseas triunfar...—dijo el hombre que permanecía cerca del trono esta vez observando la acción.

Sekiam entonces concentró su cosmos y envió una esfera de energía púrpura contra la serpiente pero esto tampoco le hizo daño. Un movimiento rápido de la criatura la impactó de lleno lanzándola contra el trono de Odín. Junto a ella el anciano solo la miró sin el mínimo gesto ante lo ocurrido.

— No puedo ser un guerrero de Odín... —dijo Sekiam apoyada en el trono con su frente sangrando.
— Y no serás solo un guerrero...

Ella se levantó y miró con sorpresa al anciano, el extendió su mano hacia ella y le quitó el lazo a su trenza deshecha. Su cabello suelto se agitó con una brisa fría, y solo entonces notó que tenía unos mechones claros, habían perdido su color azabache, blancos eran ahora. Entonces lo comprendió, de esto se trataba todo, era una decisión tomada, su nuevo reino era ahora Asgard y defenderlo sería desde hoy su misión.

Cerrando los ojos su cosmos púrpura ardió como nunca y en un instante este se volvió blanco puro. Al abrir sus claros ojos celestes su mirada era otra. calmada y decidida, solo extendió su mano y la gran serpiente puso su cabeza para que ella la tocase. De inmediato al simple roce la serpiente disminuyó su tamaño y luego se deslizó lejos de la vista de Sekiam, fue entonces cuando el anciano le entregó a la amazona la lanza de Polaris.

— Desde ahora serás conocida como la representante de Odín, Polaris...
— Pero... ¿qué?¿así nada más?—dijo mientras se levantaba sin recibir la lanza.
— Hey, tenemos prisa... la gran guerra se acerca y Asgard debe estar preparado — respondió el anciano obligando a Sekiam tomar la lanza para luego alejarse hasta llegar a la puerta del salón.
— ¡No te vayas, tengo muchas preguntas que hacerte!...

El anciano no hizo caso a esto último y se fue, aunque Sekiam corrió a la puerta al abrirla ya no estaba. Se quedó con todas sus dudas y por sobre todo le abrumaba ser elegida como la nueva Polaris, era algo totalmente diferente, y su corazón seguía con esta sensación fría que la perturbaba, pero al mismo tiempo una chispa nació dentro de ella.

Cerró la puerta del salón y caminó unos pasos hacia el trono, clavó la lanza de Polaris en un movimiento rápido muy enfadada.

— ¿Que es esto? como podría tomar un puesto tan importante si ni siquiera me interesa este lugar... además...—tomó los mechones blancos de su largo cabello mayormente negro— ¿Tengo canas? ¡soy muy joven para tener el cabello blanco!...—sollozó desconsoladamente.

Era una situación muy difícil de digerir, cómo saber si esto debía ser así o una mera improvisación de aquel extraño anciano, mil pensamientos inundaban la mente de Sekiam, el inevitable recuerdo de sus compañeros la agobió de pronto ¿qué pensarían ellos?¿vendrían a rescatarle?¿sabrían su paradero? Mas no pudo continuar con esto pues las puertas se abrieron de pronto y una tropa de mujeres entró estruendosamente con ropajes finos y delicados.

— Mi señora —dijo una de ellas—. No puede estar vestida así...

La llevaron del brazo mientras unas cargaban vestidos muy finos y discutían sobre cual le quedaría mejor hablando muy ruidosamente. así llegaron a una habitación muy grande, para sorpresa de la amazona era un baño con una tina ya preparada. Las valkirias le quitaron el abrigo y se disponían a quitarle el resto de su ropa, estas le iban a bañar, pero ella las interrumpió diciendoles que podía sola y les pidió que se retirarán.

— Como usted desee, mi señora, estamos para servirle —dijo una de ellas y dejando los vestidos le hicieron una reverencia cada una antes de retirarse.

Aquello fue muy extraño, tardaría un tiempo en acostumbrase a esta nueva vida, seguramente ya no había lugar para ella en el Inframundo y esta posibilidad que se abría ante ella era de considerarse, después de todo no tenía otra opción, de alguna manera la esperanza volvía a brillar en su corazón.

noviembre 16, 2015

De publicar una historia

Considero que existe un ciclo en esto de escribir, puede cumplirse o no depende del autor cuánto le interesa su obra o si piensa de esta forma. Al escribir lo que anhelamos es algo muy simple desde mi punto de vista, solo queremos contar una historia. Es posible que nuestra ortografía no sea muy buena, quizá fallamos en la sintaxis, quizá nos resulta mejor un estilo que otro, la prosa o el guión, el lápiz o la tinta son nuestras herramientas y sepámoslas usar o no es simplemente que queremos exponer lo que nuestra mente ha creado.

Es muy difícil sabiendo nuestras limitaciones poner nuestras obras bajo el juicio público, quien sabe que mentes perversas pueden estar allí observando listos para devorar tus carnes al resaltar todos esos defectos que ya sabías. Y nosotros, inocentes, con nuestro semblante cabizbajo sentimos la vergüenza de nuestra desnudez, la desnudez de nuestra alma.

Pero es un ciclo, la publicación es el cierre del círculo que empieza con esa idea loca y vaga que poco a poco te entusiasma, es tan nítida y hermosa, emocionante y fantástica, los observas moverse, hablar, luchar contra sí mismos y morir, de pronto tienes en tus manos la vida de muchos y quieres contar su historia para que vivan en la imaginación de quien te lea. Luego te pones manos a la obra con un papel y lápiz, quizá la computadora, ese silencio y la hoja en blanco es el primer obstáculo serio en tu camino, mas al superarlo te sientes en la gloria y disfrutas cada palabra toda mal escrita a la primera pasada. Tras toda esa emoción de las primeras palabras puede que continues o le sigas otro día, es natural, pero inevitablemente llega la corrección, importante, ineludible y aburrida, pero es de sabios corregir o mínimamente hacer el intento.

Y este es el punto donde muchas historias mueren, por más amor que pusieras en cada palabra, por más que te empeñaras en que tuviera un mínimo sentido, la historia a muerto en un cuaderno olvidado, en el fondo de una carpeta, en el más polvoriento cajón. Por tu miserable culpa, el miedo o quien sabe que, todas excusas muy válidas, no creas que no, pero así como le has dado vida a unos pobres personajes se las has quitado de cuajo. Duermen el sueño eterno en el Inframundo de las historias y sufren terribles azotes... bueno, quizá exagero un poco...

Por eso publico, para que vivan por siempre en este humilde blog, en el foro ese de Saint Seiya y no sé donde más me ha dado por colgar mis cosas alguna vez, el punto es que la publicación de tu historia rara y torpe merece la vida eterna, merecen que alguien lea ese título rebuscado, trillado o simple como mínimo, pero han alcanzado la divinidad con este simple acto.

No escribas para darle el gusto a alguien más sino para darte el gusto de hacerlo y si a alguien más le agrada tu trabajo pues bien y si no bien también, tu haz cumplido con tu historia al hacerla pública y todo lo demás ya no depende de ti, puedes corregirlo luego agregar cosas y todo eso, pero ante todo debes ser fiel a uno solo, a ti mismo.


La Princesa del Norte - ¿Rapto o destino? [7]

Eleazar había llegado tarde a la escena junto a Wyvern, toda la acción concluyó muy rápidamente, los invasores tenían extrañas intenciones, al parecer solo deseaban llevarse a la amazona sapuri, aquello no tenía sentido. Sylar se encontraba muy herido tendido en el suelo acompañado por los otros dos jueces que cuidaban de él.

—¿Que ha sucedido?—dijo con enfado el recién llegado Hades.
— Señor Hades... se la han llevado...—pronunció con dificultad el Sapuri.
—¿Cómo es posible que hayan venido a hacer algo así?¡Cómo se atreven!
— "Quién" es la pregunta, señor —agregó Jeshab, el juez Wyvern se encontraba algunos metros más allá junto al cuerpo de uno de los invasores.

Hades caminó en aquella dirección y observó el cuerpo destrozado del enemigo, este por alguna razón no tenía su armadura puesta, aun recibiendo un gran ataque si el cuerpo estaba allí debía tener al menos fragmentos de sus ropajes pero no había rastro de ella. Sin embargo no había secretos cuando de muerte se trataba, era obvio para Eleazar quien era el sujeto y quién lo envió.

— Un asgariano...—dijo Hades molesto por la situación— ¿Que pretendes Odín?
—¿Odín?—replicó Jeshab junto al dios

Entonces apareció Seth acompañado de Kogu, este último se notaba que enfrentó también a uno de los intrusos, aunque no estaba tan mal como Sylar, y les contó a los presentes lo que él alcanzó a ver cuando llegó. Al parecer eran tres los sujetos, de alguna manera acorralaron a la amazona para dormirla con un somnífero y llevársela, Blackbird habría sido el primero en llegar pero fue rápidamente reducido por los tres tipos que no dudaron en atacar simultáneamente, pero a la llegada de Kogu decidieron separarse adelantándose dos de ellos y dejando a uno para distraer.

Kogu estaba dispuesto a enfrentar al rezagado pero pronto llegaría Sylar quien le dijo que impidiera el rapto por lo que persiguió a los otros esperando que el Sapuri le siguiera. Ya fuera del Inframundo Kogu logró interceptar a uno de los tipos y combatió con él hasta derrotarlo, mas no logró impedir que el tercero más alto se llevara a la amazona.

— Lo más extraño de todo fue que su armadura le abandonó antes del golpe final... él mismo se lo ordenó... Nos hemos enfrentado a unos camicaces...— bromeó adolorido el Aries Sapuri.

Uno de los espectros cayó en la invasión y dos estaban heridos, mas una había sido secuestrada. Tanto esfuerzo por parte de los enemigos para un acto tan aparentemente inútil era algo extraño, pero reflexionando un momento todo lo dicho por Kogu Hades pareció entender al menos en parte qué sucedió.

— Si se trata de asgarianos debemos ir por Sekiam, no podemos dejar esto así como así...—quiso levantarse Sylar pero los jueces se lo impidieron.
— No, te equivocas, dejaremos esto tal cual como esta...—interrumpió Eleazar esta vez más sereno—. Esta ha sido su decisión...

Sus caballeros quedaron apesadumbrados con lo dicho por Hades, no podían contradecirle aunque su deseo fuera recuperar a su compañera y rescatarla de Odín por la estrecha relación que tenían con ella, mas no entendían de que hablaba el joven con eso de "su decisión", incluso Jeshab dudó de la respuesta del dios y se lo hizo saber.

— ¿En verdad su primera decisión como el nuevo Hades es que nos olvidemos de una compañera caída en desgracia? No es mi intención juzgar, pero...
– Usted no conoce a Sekiam, es la más leal servidora del reino, siempre buscó a los mejores candidatos para que se unieran a nuestra causa...—agregó Sylar dolido con la decisión.
— En eso te equivocas Sylar, la conozco, sí, no tanto como ustedes con quienes ha compartido más tiempo, pero entiendan que esta no es solo la voluntad de Odín, sino también de ella misma...

Aquello les dejó sin habla y entonces apareció como un rayo púrpura que se posó frente al dios del Inframundo la flamante armadura Sapuri Escorpio, que regresaba a su reino en forma de objeto con la figura del escorpión lista para ser usada por algún otro aspirante de aquel reino.

Elías 11.8

Todavía de pie frente a la orilla mi mente vagaba por mil recuerdos.

– Hice el ridículo otra vez ¿cierto Elizar?
– No seas tan duro contigo, Elías.
– ¿Entonces cuál debe ser mi conclusión de todo esto?
– Ante los sentimientos nada puedes hacer, no hay lógica en el amor. Ahora puedes ver que tu herida no ha sanado.
– Lo había olvidado –toqué mi pecho.
– Por un tiempo no la sentimos, olvidamos que existía porque el dolor se había ido, pero solo era temporal.
– Ahora duele otra vez, no quiero sentirme así... vacío otra vez.
– No puedes retener a nadie contigo, es el destino, simplemente no estás en sus planes.
– No estoy en los planes de nadie ni de nada, soy como un actor sin papel protagónico.

Así es, siempre actuo de extra, un papel aquí otro allá. Cosas breves, insignificantes o simplemente rechazado una y otra vez. Y no sé que hago mal ¿Soy muy mal actor?¿no calzo con el perfil?¿no sirvo?

Y soy excluido de toda obra que quiero participar, en ninguna duro lo suficiente, siempre hay otros que se creen los directores cuando ni les alcanza para utilero. Mi talento no es apreciado, no encajo, no les soy de utilidad, no soy irremplazable.

Rechazo tras rechazo me obligo a pensar que lo superaré y me obligo a insistir ante la conocida derrota. Derrota tras derrota, me levanto cabizbajo intentando continuar y llega el fracaso. Fracaso tras fracaso me animo y sigo esperando que algo mejor llegue.

Y tras cada rechazo, derrota y fracaso soy el fénix que resurge de las cenizas, mas un día no volará más porque no resurgirá de nuevo. Entonces será el fin de este karma maldito.

Elías 11.7

Y la vi en la orilla del lago claro, luminoso... vi en su rostro una leve sonrisa mientras refrescaba sus pies en las aguas calmas. Me senté a su lado feliz de verla, mi corazón latió más fuerte que antes... Vivo.

– Me alegro tanto de verte, Juliette.
– Yo también me alegro –me sonrió.
– Te extrañé muchísimo, no quiero que te alejes así de mí.
– Es natural, no puedo estar siempre junto a ti.
– Pero Juliette, yo te necesito –le dije con angustia, pero pareció no oirme –. No quiero separarme de ti ni un segundo...

Ella siguió con su mirada perdida en el lago. entonces la abracé... sentí que se alejaba de mí... sentí que la perdía.

– Eres un amigo muy querido, Elías.
– ¿Un amigo? –entristecí al recordarlo.
– Un amigo muy especial –me sonrió nuevamente.

Entonces me di cuenta de lo que sucedía, resulta que he sido un tonto todo este tiempo.

– No me abandones, Juliette ¿Qué será de mí si no me amas? –dije con desconcierto.
– Después de todo este tiempo al fin te das cuenta –irrumpió Elizar en medio de ese paraje ideal.
– ¿Tú ya lo sabías, Elizar?
– El tiempo a su lado se agotó hace mucho ¿no notas cuánto ha pasado?
– Para mí es como si fuese ayer cuando nos conocimos, la primera vez que la vi y supe que era imposible, pero el tiempo me dio razones para creer que tal vez... Si yo... Si ella...
– Todo eso pasó hace mucho tiempo.
– Sí, pero...
– Pero no regresarán, nunca será como antes... todo murió.
– Mis sentimientos no han cambiado.
– Es hora de despertar. Sabes muy bien cuál es tu realidad y que su nombre no es Juliette.

Entonces observé a mi amada, ella era indiferente ante nuestra conversación entre Elizar y yo. La miré y me doy cuenta que soy un idiota sin remedio. Amo amar y para mí todas son Juliette. Pero eso no significa que mis sentimientos no sean intensos y verdaderos.

–¿Qué hago ahora si nunca me amarás?
– Tengo que irme –se levantó súbitamente–. Nos veremos luego –y desapareció.

Me quedé sentado en la orilla de ese hermoso lago, en medio de la claridad, de la belleza de un paisaje exuberante... solo, mientras Elizar se apoyó en un árbol cercano.

– ¿Cuándo es "luego", Elizar? Ya la extraño.
– "Pronto", "luego", "después" son tiempos inciertos. ¿Estás dispuesto a seguir esperando?

Me quedé en silencio, profundamente triste, luego suspiré.

– Nunca oiré un "te amo"...
– El tiempo no espera por ti.
– Ya no me abrazará cuando este triste o cansada, ni podré hacerlo yo, porque ya no estaré aquí para ella.
– Renunciarías a tantas cosas...
– No quiero olvidarla, Elizar.

Decidí levantarme y observar una vez más todo aquello, jamás volvería a verlo.

– Entonces sigue siendo el idiota que has sido –escuché otra voz.
– No quiero oirte Joel, déjame solo con Elizar.
– Pobre Elías, esperando tanto tiempo un sueño tonto, armando una torre de naipes con tanto entusiasmo, con tanto amor y cuidado– insistió.
– Tanto, tanto....
– Pacientemente, perdonándolo todo, dejando otra vez su orgullo por quien no lo merecía –llegó hasta mi lado.
– No lo merecía –dije perdido entre mil recuerdos.
– Otra vez arrastrado voluntariamente por la pasión de un anhelo absurdo. Qué patético.
– Retírate ya, Joel, es suficiente –le ordenó Elizar con firmeza.

Obedeciendo de inmediato se fue no sin antes decir:

– Deja de soñar, Elías.

Elías 11.6

Es un ciclo incesante de ligera calma y cruel tormento. Azota cual tormenta funesta arrazando contra mí... luego una calma sutil en la que logro respirar para luego sentir la tormenta sobre mí una vez más.

– Una vez más –oí un susurro, pero no lo veía.

Es un ciclo que se repite incesantemente, la calma sutil y breve... luego la feroz tormenta que desgarra mi ser... Y más tarde un respiro, un momento de nada que se esfuma al sentir la tormenta que regresa una vez más.

– Una vez más –es la voz de Elizar.

Es un ciclo que no se detiene, el cual rige mi vida miserable y del cual no puedo escapar, pues está fuera de mi alcance poder cambiarlo. Así que viene a mí la tormenta con su fuerte viento, el ruido sobrecogedor de los truenos y relámpagos, arraza mi alma, me desnuda ante la adversidad... Entonces se disipa momentáneamente y respiro con suavidad, trato de sanarme y cubrirme, levanto ligeramente la mirada y ya está aquí otra vez, la tormenta regresa una vez más.

– Así es, así será... una vez más...

Elías 11.5

Y mi esfuerzo por continuar es inútil. Vivo para esperar, siempre he esperado y detesto profundamente hacerlo. Mas a esta vida, concluyo, he venido a esperar, esperar ver el fin de este tiempo. Tal vez ser nadie ahora, bajo este sistema, me convierta en alguien bajo el nuevo orden de cosas.

¿Es la esperanza inútil? En mi mano herida se encuentra ella... ella quien siempre intenta huir de mí, a quien muchas veces dejé caer por el agotamiento de la vida y por el quebranto de mi alma. Mas aún sigue conmigo, no la abandono, no la abandono definitivamente. Es mi esperanza después de todo, es una de aquellas cosas que puedo decir que es mía.

Y llego al punto en que nadie me importa lo suficiente, la razón le gana al amor. De tal manera que si te pierdo a ti, hermano, será trágico por la razón y no por el amor que te tengo, si te pierdo a ti, madre, será trágico por la consecuencia de ello (la razón) y no sufriré porque no te tengo tanto amor, de la misma forma si te pierdo a ti, hermano, será trágico por la carga que caerá sobre mí (la razón) y no lloraré porque no siento el suficiente amor como para llorarte, finalmente si te pierdo, padre, a ti, será trágico por la carga sobre mí, por las consecuencias de ello, por la razón y no porque mi corazón sufra tal pérdida ya que no tengo suficiente amor por ti.

Así que perderlos es tragedia segura, pero mi alma no sufrirá la pérdida... solo se acongojará mi corazón por la consecuencia de ello. Triste, pero cierto.

La Princesa del Norte - En algún lugar del mundo [6]



No sabía cuanto tiempo había pasado desde su salida del Inframundo, lo último que recordaba eran apenas vagas imágenes revueltas que no podía ordenar en su cabeza, al menos en ese momento. El paraje a su alrededor no le era familiar en absoluto solo blancura interminable por donde se mire.

Ya no caminaba más, parecía que venía viajando desde hace un buen tiempo, su sendero se vio interrumpido por el inmenso mar frente a ella. Quieta en el muelle mirando el sol tenue tras unas nubes que se ocultaba ya acabando el día. Hacía frío pero la amazona miraba el horizonte inamovible casi sin pestañear, mientras leves copos de nieve cubrían su cabeza y hombros desnudos ante el hostil clima.

De pronto sus ojos comenzaron a parpadear más normalmente y casi como si despertara de un largo sueño se percató del lugar donde estaba. Sorprendida observó a un lado y otro preguntándose cómo había llegado ahí, recordar lo último sucedido le resultaba muy difícil y no podía comprender qué le había pasado. Como fuese tenía que salir de allí, hacía frío pero lo más extraño era esa sensación rara dentro de si, un frío que venía aparentemente desde su interior. No muy lejos de ella unos hombres subían a un barco solitario en el puerto.

Solo vestida con su ropa de entrenamiento, un top sin tiras ajustado y pantalones de una tela delgada, se acercó al barco impulsivamente para tomar su oportunidad, tan veloz como un rayo golpeó a uno de los hombres. El otro impávido ante la situación no alcanzó a respirar cuando una patada lo lanzó al mar frío. El hombre golpeado primero ha muerto instantáneamente tras el brutal impacto que lo dejó con la cabeza totalmente fuera de su sitio. La amazona fríamente le arrebató a este su abrigo mullido de piel y se lo puso, para luego empujar el cuerpo con su pie dejándolo cae al mar.

Con total tranquilidad ella subió al barco, un tembloroso joven, de no más de 13 años, no podía moverse de su sitio tras ver la escena y la amazona pasó junto a él deteniéndose a su lado.

— Nadie más abordará, que parta de inmediato este barco...

Al ver que el joven era incapaz de moverse, ella le tomó de sus ropas abrigadas y lo lanzó cerca de la cabina del capitán, pero tuvo la delicadeza de no herirlo, este de inmediato se levantó y abrió la puerta para avisarle al capitán.

—¿Una mujer extraña dices?

El capitán la observó de reojo por un espejo. La amazona permanecía con sus ojos fijos hacia la cabina de mando lo cual asustó al hombre, ella tenía una mirada decidida y peligrosa que nadie podría siquiera discutirle en absoluto .

— ¿Y no te ha dicho a donde va?

Negando con su cabeza el joven le dio a entender que no tenía idea, entonces para evitar problemas el capitán decidió partir de inmediato y ordenó al joven soltar las amarras, este obedeció rápidamente y zarpó el barco con rumbo desconocido.

Ella había sido una guerrera del Inframundo eso lo tenía claro, pero ahora su destino la llevaba muy lejos. Su armadura de Scorpio sapuri había quedado atrás con paradero desconocido, sentada en una caja al borde del barco que se mecía constantemente logró recordar sin mucho detalle un enfrentamiento en un paraje muy similar al que se encontraba antes de abordar, sin dudas estaba muy lejos del Inframundo, pero por alguna razón no tenía prisa en volver, algo le apretaba el pecho y la perturbaba sin explicación.

Se cruzó por su mente llamar a su preciada sapuri, aquella que obtuvo con tantísimo esfuerzo, por la cual había arriesgado la vida, mas ni siquiera lo intentó, había perdido conexión con ella como si se encontrara en un lugar inaccesible. Quizá solo necesitaba tomarse un tiempo para reflexionar lo ocurrido y entender qué estaba pasando. Entonces sus pensamientos se vieron interrupidos por las susurrantes palabras del joven que sostenía temblando una pequeña bandeja con un trozo de pan y un vaso de agua.

La noche ya había llegado, ella lo miró con sus ojos azules clarísimos  y él no pudo evitar dar un salto casi dejando caer la bandeja, pero se mantuvo firme. Momentos antes había comido el capitán y él, entonces pensaron que quizá ella tendría hambre también y el hombre lo envió con la bandeja aunque en primera instancia se había negado a hacerlo.

— Tienes agallas, chico... —tomó ella el vaso y le dio un sorbo, aquel líquido le recorrió la garganta seca, dio un leve mordisco al pan y volvió a darle la espalda al chico observando el oscuro horizonte.

— Señorita... ¿nos podría decir a donde va? digo, se nos acabará el combustible en algún momento... es decir, hace horas navegamos sin rumbo y...

— El lugar más frío que conozcan...—dijo casi como un susurro sin salir de su contemplación.

El chico se quedó petrificado sosteniendo la bandeja ahora vacía. Cualquier navegante de aquel puerto conocía la ubicación aproximada del lejano territorio asgariano, pero era una travesía peligrosa y pocos lograban llegar allí, ¿acaso a este lugar se refería la mujer? ¿al mítico Asgard?

Lo cierto era que Sekiam no sabía donde ir, inexplicablemente había llegado a ese puerto y el frío en su corazón le impulsó a decir esas palabras casi inconscientemente. así que en ese instante el joven solo atinó a asentir con su cabeza y se retiró para decirle al capitán lo que a él le parecía que deseaba la joven extraña.

Solo unos días bastaban para llegar al punto más cercano de las tierras asgarianas y estando casi en el lugar el clima comenzó a arreciar, una fuerte tormenta los había alcanzado impidiéndoles avanzar, aquello era el gran peligro de adentrarse en esas aguas, a veces podía ser tranquilo y otras la furia de los mares se desataba. Resguardados en la cabina el joven y el capitán luchaban por mantener el barco navegando contra el fuerte oleaje que bañaba la cubierta donde permanecía Sekiam solo sosteniéndose de una amarra.

— Es imposible, no podremos cruzarla, zozobrará el barco, ¡nos hundiremos! —dijo el joven atemorizado al capitán.
— Prefiero morir en el mar que en manos de esa chica loca que está afuera... —le respondió este sosteniendo el timón con fuerza.
— ¿Falta mucho? —interrumpió la amazona abriendo la puerta de la cabina.

Estaba totalmente mojada y su trenza azabache desgreñada por el clima.

— La tierra firme esta justo al frente —le dijo el capitán—.Pero con esta tormenta no avanzamos ni un nudo...
— Abriré paso entonces...—declaró ella con seriedad.

Cerró la puerta y se posó sobre la cabina en dirección al frente. el barco menor se movía mucho por el oleaje, pero logró afirmarse dejando una mano libre. Concentró todo su cosmos, aun sin portar armadura ella era una amazona entrenada y su poder no le había abandonado. Una esfera púrpura enorme se concentró en su mano y la lanzó contra el mar agitado abriendo un camino para el barco, pero no tardó en desvanecerse y ella siguió gastando su energía contra la feroz tormenta abriéndose camino.

Finalmente estaba a la vista el territorio asgariano cubierto de niebla se podía observar no muy lejos tierra firme, sin embargo la tormenta seguía y no podían acercarse más por las grandes olas, ante esto ella sin mediar duda alguna se lanzó al mar bravío abandonando el barco, con su fuerza llegaría a la orilla y estaría a salvo pero los tripulantes del barco no tuvieron la misma suerte. Era imposible para la embarcación pequeña soportar la tormenta, sin previo aviso ella alcanzó a ver como el barco zozobraba en el mar.

Dando la espalda a lo ocurrido y con una tormenta de nieve en el sitio, algo le hizo voltear, quizá un leve sentimiento. Dejando su abrigo entre las rocas de la orilla que había alcanzado ella se lanzó al mar enfurecido y con la ayuda de su cosmos nadó por las temibles aguas hasta llegar al barco que se hundía. Se sumergió para revisar la cabina, esta aun no se llenaba de agua, allí estaba el capitán en su silla con el mar hasta la cintura mientras el agua entraba por todas partes pero lentamente.

— Lo sacaré de aquí... —le dijo ella con obvia tensión en su rostro, pero el capitán meneo su cabeza— ¡No me venga con tonterias que el capitán se hunde con su barco! ¡salve su vida!—pero el hombre estaba totalmente resignado, ella observó su rostro mirando hacia el frente y su serenidad era impresionante, nunca había visto tanto valor en alguien que no fuese un caballero. Entonces la amazona comprendió que no podía hacer nada para ayudar al marinero.

— Olvídate de mi, estaré bien, ve por Phil si quieres salvar una vida... eso será el pago por el viaje...

Sekiam obedeció al capitán como si fuese la orden de su maestro, un hombre así merecía el máximo respeto y salió de allí, el joven debía estar cerca. Sumegiéndose una vez más entre las olas inquietas pudo ver el cuerpo inerte de Phil hundiéndose. El lugar de donde ella venía era donde la esperanza debía ser olvidada y así ella creía que estaba su esperanza, pero sin importar el estado del muchacho ella lo sacaría de allí.

Extendió su mano lo más que pudo aguantando la respiración bajo el agua, hasta que sus dedos rozaron la mano de Phil y con un impulso cósmico le alcanzó para llevarlo a la superficie.

El barco se hundió por completo entre el oleaje incesante mientras Sekiam nadó con el joven hasta la orilla. Lo vio tan pálido y sin vida tendido en el suelo nevado, ni siquiera atinó a hacerle resucitación, había sacado un cadáver, nada se podía hacer y solo lo vio mientras intentaba recuperarse de tan tremendo esfuerzo.

— Ha sido inútil, ¡no se por qué lo he hecho! —se molestó consigo misma— ¡Nunca he salvado a alguien, por que habría de hacerlo ahora!...

Y tras decir esto le golpeó el pecho al muchacho y este escupió el agua que había tragado justo en la cara de la amazona. Así reaccionó con un gran respiro Phil y empezó a temblar profusamente por el frío sin poder pronunciar palabra, mirando temeroso a Sekiam que estaba impávida viéndole con grandes ojos sin dar crédito a lo que sucedía.

Ella también tenía frío, pero se levantó con la misma cara de asombro y recogió no muy lejos de allí el abrigo que había dejado para dárselo a Phil y abrigarle. Luego más serena lo cargó en su espalda y emprendió el rumbo sin saber su destino, solo que debía continuar y proteger al muchacho hasta encontrarle refugio. Entonces una leve sonrisa se dibujó en su rostro con una sensación de dicha que hace tiempo no sentía.

Tras un largo andar que llevó a la amazona a dar su mayor esfuerzo, a lo lejos se divisaba una enorme estructura, un palacio, en medio de la nevada la joven de ojos azules decidió continuar con el muchacho acuestas en esa dirección. Este se encontraba dormido sin fuerzas, pero una suave brisa lo despertó, se vio a si mismo avanzando por entre la gruesa capa de nieve y cubierto completamente con un cálido abrigo. Reconoció el cabello negro de la amazona y su trenza descuidada sobre el hombro.

— ¿Acaso no tiene frío?... —dijo el chico, pero no se dio cuenta que lo había dicho en voz alta.
— Claro que no, al menos no como lo sentirías tu...—dijo en tono agradable, ya empezaba a retomar su normal personalidad más relajada.
— Cómo... cómo es posible eso...

Agotada con el sudor congelado en su rostro la amazona se detuvo junto a un pino nevado a descansar bajando con cuidado al muchacho. La nieve azotaba con fuerza y un leve temblor era observable en la boca de Sekiam.

— Una guerrera como yo puede soportar climas tan extremos como este, más aun ahora que...
— ¿Que clase de guerrero puede hacer eso? —le dijo Phil con sus ojos bien abiertos totalmente impresionado por la fortaleza de la joven.
— Un caballero...

No dijo más la amazona perdida en sus propios pensamientos y el chico prefirió no insistir, pero aquello lo inundó de admiración hacia esa mujer. No lejos de allí se divisaba ahora más claramente una gran construcción. Sekiam pensaba que podría haber alguna aldea cerca donde pudiesen refugiarse. Entonces al volver su mirada hacia Phil, este se le había quedado mirando mientras los labios de la amazona temblaban más notoriamente.

— Señorita usted es muy fuerte, pero vestida así no llegaremos lejos...—e hizo ademán de quitarse el abrigo, pero Sekiam se lo impidió con solo mirarlo muy seriamente.
— Yo puedo resistir, pero tu morirás en este frío... ¿a donde me han traído?
— ¿Acaso no lo sabe? Pensé que era aquí donde deseaba ir...
— No, yo no sabía... en realidad... Bueno ¿y que lugar es este?
— La tierra de Asgard por supuesto.

Sekiam lo miró un momento con asombro y después su cuerpo empezó a templar también, a lo cual reaccionó cruzando sus brazos involuntariamente en un acto inútil de abrigarse, así que se levantó de súbito y cargó a su compañero de viaje en su espalda.

— Debemos encontrar refugio... pronto... Asgard, ¿qué podría hacer yo en este lugar? moriremos congelados...

Siguió caminando en contra del viento, ya su cuerpo no resistiría mucho más, su cosmos le rodeo, pero era muy débil. Por suerte no tardaron en llegar a algo parecido a una aldea pues empezaban a verse senderos y edificaciones cubiertas de nieve otras en ruinas muy cerca de donde estaban los viajeros, ahora estarían a salvo.

noviembre 13, 2015

Historias de una leona (2)

Regreso a las montañas

Instalada en su templo la nueva amazona del Santuario contemplaba el lugar con admiración desde su casa la vista era una maravilla, siempre en tierra llana no habia podido apreciar la magnificencia del gran reino. Solo unos pocos dias tras su investidura ya se sentia parte de todo y con seguridad esperaba el momento en que serviria al Santuario, por ahora no habia ordenes sobre como proceder asi que se dispuso a relajarse. Desde su llegada no hizo mas que concentrarse en su objetivo y aunque habian pasado unos años le parecia que era poco tiempo, finalmente podia despejar su mente de tanto entrenamiento, pero esto solo le hizo recordar que tenia algo pendiente.

Habia dejado su hogar para estudiar en una buena escuela de la ciudad pero nunca regreso alli, ahora que su destino era claro tenia ya que volver a la montaña y tratar de explicarle a su familia a que se dedicaba ahora. Sin embargo, era algo demasiado dificil de dar a conocer, seguramente no lo comprenderian, ni siquiera sabia si tenia permitido decirlo fuera del reino. La cabeza de Sekiam daba vueltas mientras permanecia apoyada en uno de los pilares de la entrada en Leo.

- ¿Que tanto le aqueja, señorita de Leo?- aparecio un joven unos metros adelante en las escalinatas
- Nada -respondio ella seriamente

Y claro con la mascara dorada en su rostro no se podia imaginar ninguna expresión diferente. Ayden habia subido con otra intencion, pero al ver que algo perturbaba a la amazona se arriesgo a preguntarle y ante la negativa de ella insistio.

- Sekiam, no puedes seguir considerandome tu enemigo... superalo

- Que tonterias dices, tu superalo, di de una vez a que has venido ¿Acaso algun mensaje importante?
-Todo sereno en el Santuario, la reconstrucción avanza rapido, podrias dar una mano en ello si no tienes otros asuntos...
- Pues creo que si los tengo...- dijo ella con un suspiro tenia que resolver eso de alguna manera para quedarse en paz como amazona.
-¿Tienes pensado un viaje?- se acerco mas el joven que vestia ropas comunes
- Si, es inevitable, pero debo resolverlo antes de continuar con esto
- Asi que a la amazona de Leo le persigue su pasado- rio Ayden

Esperaba que ella reaccionara con molestia, pero no dijo nada solo dejo de apoyarse en el pilar y comenzo a bajar las escalinatas.

- No creo que me extrañen, no tardare mucho...
- Voy contigo- se apresuro a decir el muchacho pero ella volteo y con solo su postura le indico que no era buena idea.
- Deberias meterte en tus propios asuntos...

Y asi siguio la amazona quien bajo por las casas de sus compañeros aquella tarde soleada para luego tomar rumbo hacia su pueblo, podria haber ido muy velozmente, pero se lo tomo con calma, aun tenia algo de dinero entre sus pertenencias ademas de ropa comun con la que se vistio, dejo su armadura en la caja y aunque tenia pensado llevarla para explicar el asunto en ultimo momento lo reflexiono prefiriendo dejarla ya que decidio que no diria que era un caballero.

Mientras abordaba el tren siguio pensando en cual seria el plan, trataba de recordar que era lo que tuvo pensado en esa epoca pues bruscamente lo habia dejado, sus estudios estaban incompletos, al parecer le gustaba la cocina y quiza la idea era tener su propio restaurant, no estaba segura si eso pensaba años atras o era lo que pensaba ahora, todo estaba mezclado, el pasado se veia difuso para la joven, cierta pereza mental le negaba volver a aquellos tiempos.
Un subito pensamiento le llevo a Ayden, si este era huerfano no tendria problemas como ella en este momento, ya tendria todo resuelto y no habria a quien darle explicaciones, su pasado tormentoso o no habria sido ya enterrado, pero ¿acaso él era huerfano? si no lo conocia, no sabia nada de él, estaba afirmando cosas que no sabia realmente, pronto dejo aquella confusión atras al tener que cambiar de tren para varias horas mas tarde llegar a la gran ciudad cerca de su pueblo.

El departamento lucia igual como lo dejo solo que con una considerable capa de polvo, en otros tiempos pertenecio a una tia, era muy pequeño y no tenia uso para su dueña por lo que se lo dio a Sekiam. Una pequeña habitacion central donde estaba su cama junto a la ventana, una mesa con solo una silla, cuarto de baño y un cuarto como cocina era todo el lugar, aun tenia tiempo para inventar algo.

Aunque ya era de noche cuando llego no podia instalarse sin dejarlo habitable asi que puso manos a la obra, esto le ayudo a pensar mejor su movimiento iria a su casa unos dias mas tarde y no inmediatamente, Al venir el dia todo estaba listo y se acosto en la comoda cama, los recuerdos empezaron a aflorar en el lugar, la vida de su familia era muy sencilla, se suponia que encontraria un trabajo para mejorar esa situacion, pero como caballero no recibia ningun tipo de salario, aunque quiza pudiera tener alguna labor que le diera dinero. Tanto pensar se quedo dormida sobre la cama, estaba cansada por el viaje.

Un paseo por la ciudad le ayudaria mas de lo que ella imaginaba, tratando de aclarar su mente dio algunas vueltas por el centro, todo se veia distinto aunque estaba igual que siempre, en pocos años habia madurado y tenia mas confianza que en otros tiempos solo esto hacia una gran diferencia en su percepcion de lo que le rodeaba, se dio cuenta que ya no tenia prisa, que no habia temor tras doblar una esquina ni añoranza de la tierra en que nacio, estaba totalmente desapegada de todo.

Miraba las vitrinas y aunque habia cosas muy bonitas no le interesaba nada, se recordo a si misma mirando esas mismas vitrinas y cuanto deseaba poder llevarle un regalo a su pequeña hermana, pero ahora ese sentimiento ya no existia, algo no estaba bien. Inesperadamente en el reflejo del vidrio vio un rostro conocido que compraba algo en un puesto de la calle justo tras ella, esta vez si se molesto, no podia ser que él estuviera alli por casualidad, asi que emprendio su retirada del lugar.

- Que casualidad que nos encontraramos - dijo el joven Ayden quien la habia seguido hasta la ciudad con sigilo
- No es casualidad y lo sabes...- Ella permanecio dandole la espalda pues estaba sin su mascara
- Estamos de "civiles" no hay necesidad de darme la espalda, ademas yo...
- Tienes razon, no deberia exponerme de esta manera... todo este viaje se resume a esto, simplemente no pertenesco mas a este sitio, mi lugar es ahora el Santuario, mi armadura y mi mascara... Gracias, haz completado el puzzle que tenia en mi cabeza...

Hablo esto con cierta tristeza, al final Ayden le habia recordado que ya no era esa chica que dejo su casa, su destino era otro, a pesar de los sentimientos debia dejar las cosas asi y no volver nunca mas al pasado que no tenia nada que ver con ella. No alcanzo a dar un paso la amazona cuando el joven la detuvo al tomarle del brazo.

- Si me cuentas el problema quiza pueda ayudarte...

- ¡¿Y por que no te metes en tus asuntos?!- dijo ella con evidente molestia
-¡Por que ya no tengo asuntos!... Ya no pude ser un caballero ni tengo familia ni lugar al cual regresar... Pero lo buscare, tendre que hacer mi vida como cualquier otro... Al menos dejame ayudarte antes de irme definitivamente.
-¿Ayudar a quien te quito el lugar que querias?- silencio al joven un momento
- No me quitaste nada, lo ganaste y no guardo rencor por eso, eran las reglas...- y ahora Sekiam quedaba en silencio.
- Es mejor que me vaya...- dijo al fin ella y camino sin prisa en la dirección que tenia.

A pesar de no ser un encuentro casual esto le hizo reflexionar, quiza lo mejor era irse, volver al Santuario y olvidar toda su vida anterior, le habria gustado ver a su pequeña hermana, estaba muy cerca, pero no tenia como explicar el asunto, esa ya no era su vida. Estando ya en su departamento busco en su bolso el unico objeto que le recordaria lo que ahora era, su mascara dorada.

Sentandose en la unica silla al borde de la ventana se coloco la mascara y miro hacia la gran ciudad, mas alla a lo lejos casi podia verse las montañas, el bosque frondoso, solo una distancia minima habia entre ella y su familia, si ya no podia volver a ser lo de antes ni cumplir con sus objetivos al menos deberia despedirse de Ina, quiza hacerle llegar una nota. Corrio la silla hacia la mesa y busco lapiz y papel, la ventana entreabierta dejaba pasar un viento frio que mecia la cortina blanca.

Se sintio satisfecha con el primer intento, era breve pero expresaba todo lo que sentia, ignoraba por completo que pensaba su familia de ella, que quiza habia muerto, quiza se habia olvidado de ellos, no podia saberlo. Entonces mientras examinaba su nota una voz se oyo por la ventana.

- Yo podria entregar esa nota, solo debes decirme a quien...

- Ayden... ¿No te rindes verdad?- esta vez se lo tomo con mas ligereza la joven
- Soy un... era un caballero de Athena, estoy programado para no rendirme- dijo con falso orgullo
- Lo siento, pero debo hacerlo yo misma

Se levanto de la silla y cerro la ventana por donde se asomaba Ayden, era el ultimo piso del edificio y tenia un pequeño balcon tras la ventana donde poner macetas. Ya habia decidido que iria al pueblo en la mañana, ahora era tarde y debia dormir. A media noche el ruido de la lluvia le entreabrio los ojos, por la ventana se veia caer copiosa la lluvia, de pronto recordo al joven, pero no podia ser que aun estuviera alli afuera. Tenia que asegurarse y se levanto en pijamas para mirar por la ventana no sin antes ponerse su mascara, la abrio y su sorpresa fue enorme.

- ¿Es en serio?- dijo al ver a Ayden empapado acurrucado en el espacio del balcon- Oye no puedes quedarte ahi- lo movio un poco pues parecia profundamente dormido
- Ya te dije que no tengo donde ir- se quedo quieto en el mismo lugar y posicion
- Cielos, entra, no puedes estar afuera con esta lluvia- ella lo tironeo hacia la ventana y con pesadez el joven cayo dentro de la habitacion, Sekiam cerro la ventana y se apresuro a traerle una toalla- Como eres de bruto...

A él parecia no importarle la lluvia ni el frio aunque acepto la toalla solo se seco un poco pues queria seguir durmiendo, estaba muy comodo en el suelo alfombrado junto a la ventana. Mas tranquila la amazona volvio a su cama, se sento y lo miro un rato, luego se acosto y durmio con facilidad, debia partir temprano. Cuando el joven desperto a la mañana siguiente ella ya no estaba, un delicioso y oloroso desayuno le esperaba en la pequeña mesa, Sekiam habia ido a su casa.

Cruzando el poblado varios kilometros mas al interior del bosque estaba la cabaña de su niñez, con sigilo observo el sitio esperando ver a su hermana, era muy temprano, mas o menos la hora que ella partia de su casa a la escuela, no habia fallado pues vio que salian su madre y hermana de la casa. Se despidieron en la puerta y la pequeña Ina emprendio su recorrido por el sendero por lo que Sekiam la siguio hasta encontrar el lugar apropiado.

Pronto Sekiam tuvo su oportunidad una piedra en el zapato de la niña detuvo su caminata y mientras estaba distraida tratando de quitarla la amazona se puso frente a ella llamandola por su nombre, la joven vestia ropa comun que usaba en otro tiempo por lo que esperaba que su hermana la reconociera a pesar de los años y su corta edad. La pequeña primero la miro un largo rato como asegurandose que no era un sueño y pero luego se lanzo a los brazos de su hermana mayor muy feliz de verla.

- Ina, lo siento tanto... dime ¿acaso he llegado muy tarde?
- Dijeron que no volverias- sollozo ella
- Oh Ina, estoy bien, aqui estoy... ¿y ustedes?¿hay algo que deba saber?- estaba preocupada Sekiam
- No lo se, no se me ocurre nada...
- Bien, ¿entonces papa y mama estan bien?
- Si, papa trabaja en el campo y mama me cuida... y a los animales... y a Susu
- Je, Je ¿quien es Susu? - pregunto la amazona con una sonrisa
- Mi perrita, es pequeña, tiene mucho pelo...

La dorada de Leo estaba conmovida por su encuentro con Ina, solo tenia unos 8 años y ambas hablaron largo rato luego que Sekiam quitara la piedra del zapato de su hermana y volvieran a emprender rumbo a la escuela, asi se entero por que Ina iba sola a la escuela siendo tan pequeña, el problema en las rodillas de su mama habia empeorado y ya no podia hacer largos viajes, no tenian parientes en la zona que pudieran ayudales asi que la pequeña emprendia en solitario el recorrido.

Una gran culpa cayo sobre la caballero en ese momento, habia dejado no solo sus planes sino que tambien su responsabilidad con los suyos. pero ahora no podia volver atras, al parecer tanto tiempo sin dar señales habian hecho pensar a la familia que ella estaba desaparecida, entre sus ropas la nota que habia escrito aun estaba guardada, ya no sabia si lo puesto alli era suficiente o sirviera de algo, no sabia que hacer, pero su orgullo le impedia dar la cara a sus padres, simplemente no podia decirles en lo que se habia convertido.

Tras llegar a la escuela puso en el bolso de Ina aquella nota para que supieran que lo que la pequeña les contara era cierto, solo una cosa podia hacer ahora, aun siendo un caballero tendria que buscar algun empleo en las cercanias del Santuario aprovechando la temporada pacifica y asi poder cumplir con enviar algo de dinero a su familia, no podia renunciar a su puesto de caballero, pero tampoco podia desentenderse de su gente como si no existieran, haria el esfuerzo en cumplir ambas tareas.

- Debes cuidarte mucho, pequeña Ina, volvere a visitarte ¿esta bien?, no puedo asegurarte cuando, pero nos veremos de nuevo, no olvides a tu hermana mayor - la abrazo muy fuerte- Recuerda decirselo a nuestros padres, entregales esta nota, no explica mucho, pero ellos entenderan que estoy bien y diles tambien que hare todo lo posible por enviarles algo de ayuda ¿si?

Se despidieron y aunque Ina se resistio en separarse de ella la convencio para que se fuera a su clase, Sekiam tampoco queria dejarla muchas emociones la invadian, sin embargo cuando se perdio de su vista volvio a ser la amazona decidida, ahora todo estaba claro para la joven, tenia que volver al Santuario pronto solo debia recoger sus pocas pertenencias del departamento y regresar, asi que se dirigio con rapidez a la ciudad. Recordo entonces por el camino a Ayden ¿estaria aun alli?

Entro al departamento y en efecto estaba ahi el joven, muy comodo acostado sobre su cama durmiendo placidamente, Sekiam tomo su mascara que habia dejado sobre la mesa y se la puso mientras buscaba algunas cosas acomodando su bolso para partir sin preocuparse de ser silenciosa. entonces desperto Ayden estirandose muy confianzudamente y este le pregunto como le habia ido en sus asuntos.

- Pues bien, creo que en parte lo he resuelto, al menos ya se que debo hacer...- siguio en lo suyo- ¿Y tu? ¿Ya resolviste que haras de ahora en mas?

Dejo en duda al muchacho, penso por un momento que quiza a Sekiam si le importaba él o al menos tenia curiosidad por saber cual seria su destino. No habia pensado mucho que hacer ni siquiera ese dia cuando subio las casas hasta llegar a Leo cuando pretendia despedirse de la joven dejando todo esto de ser un caballero atras. Asi que miro un poco el sitio, la cama era muy comoda, todo era de un estilo muy simple y agradable, sin duda le parecia un buen lugar para vivir.

- Me gusta tu departamento, es genial, y la ciudad es agradable... podria encontrar un trabajo...
- Que tal si te quedas...- vio Sekiam una oportunidad - No te cobrare muy cara la renta aunque tampoco esperes que sea gratis...

Ayden se quedo impavido con la propuesta de la caballero, podria estar siendo sarcastica o le estaria jugando una broma, no podia saberlo, ni como leerlo en su rostro asi que le pregunto directamente si ella estaba hablando seriamente y siguiendo en preparar su bolso respondio que si.
- ¿En serio?... Vaya, me impresionas, seria increible, me ayudarias mucho de verdad, en verdad te lo agradeceria mucho- enrojecio de pronto el muchacho
- Y tu me ayudarias a mi, ten - le dio ella la llave del departamento - Pienso en poco tiempo volver asi que cuando regrese acordaremos el monto, por lo pronto deberias buscarte un empleo...
- Si... si, eso hare, gracias - estaba muy feliz Ayden

Sekiam le sonrio aunque él no pudo notarlo, ya estaba lista asi que puso en su hombro el bolso y se despidio del joven ex-aspirante a caballero y partio de vuelta al Santuario. Su viaje nuevamente en tren le permitio acomodar mejor todo lo que habia vivido estos dias y asi se sintio mucho mejor al llegar a su destino, tras un descanso se dirigio al pueblo cercano busco por alli si habia alguna vacante y tuvo algo de suerte, un cupo de ayudante de cocina se le presento y lo tomo de inmediato, sus habilidades culinarias afloraron con la practica y no paso mucho tiempo en que disponia de dinero para depositar a su familia, mas tarde volveria a la ciudad para encontrarse con Ayden, pero esa es otra historia.