diciembre 13, 2015

Despertar del enemigo - La contienda desigual [12]

Repentinamente el mar despertó azotando las costas, las fuerzas del dios y las aguas tomaban su lugar sobre el pueblo cercano al reino de Athena, los 7 Generales Marinos corrían veloces por entre las casas ávidos de destrucción mientras las grandes olas les seguían arrazando el lugar. Pronto estuvieron en la primera casa ya dentro del Santuario, sin defensor allí continuaron su camino, pasando hacia Tauro donde se había reunido un grupo de plateados, los pocos que salieron a resguardar las Doce Casas.

— ¿Quién quiere perder su tiempo con estos idiotas?—dijo una de ellos, morena de ojos verdeazulados clarísimos.
— Adelántense —contestó el albino, parecía entusiasmado y rápidamente atacó a los caballeros destrozando sus cuerpos con sus propias manos.

La resistencia era nula por la falta de Caballeros Dorados, más arriba en las Doce Casas Adar llegó a la octava casa del Escorpión.

— ¿Qué haces Kythnos? Vamos de una vez, es hora de pelear con los invasores...—con seriedad habló el pisciano, pero el Dorado de Escorpión estaba paralizado.
— No, espera... el Patriarca ha dicho que resguardemos cada uno nuestra casa, no debemos desobedecer...—se notaba nervioso, esta era la primera vez que había una amenaza inminente.
— No digas tonterías —su tono se volvió frío como no le había visto antes Kythnos—. El Patriarca del que hablas no es más que un inútil que tomó ese puesto hace 10 años, lo único que hace es mimar a Dian en lugar de enseñarle lo que es ser una verdadera Athena.

Sorprendido ante esto Kythnos fue incapaz de moverse del sitio, esta era la hora de la verdad y no había esperanza para el Santuario, todo lo que conocía se le derrumbaba en ese instante, luego de tantos años volvía a ser un simple novato.

— Haz lo que quieras, Kythnos, pero esos tipos llegarán hasta Dian si no los derrotamos. Quédate, pero que no pasen de aquí —con estas duras palabras el caballero se fue bajando las casas para encontrarse con los enemigos y luchar.

Pasó por Libra y se reunió con Fares en Virgo, ella llevaba un collar muy largo de cuentas en su mano que Adar no había visto antes. Sus ojos permanecían cerrados y en posición de loto cerca de la entrada de su casa.

— ¿Y ese collar? —preguntó el rubio curioso por el objeto.
— Es en lo que he trabajado este tiempo, incluso ya hace su trabajo —le indicó al joven una de las cuentas de un color distinto.
— Pelearemos juntos de nuevo...—dijo después con algo de nostalgia—. Aunque si quieres me adelanto.
— Kythnos es solo un novato, acabarán con él... los tiempos de paz no soy adecuados para los guerreros confiados...—se levantó la chica de hermoso cabello rosa.
— Encarguémonos nosotros entonces —dijo el caballero de Piscis y acercó su mano a la de ella pero no pudo tomársela ya que los rivales se encontraban ya subiendo esa escalera.

Adar se colocó delante y sin mayor presentación uno de los Marinos se precipitó hacía él con su lanza, el Dorado le esquivó por poco propinándole un fuerte golpe en el rostro a la morena. En el suelo se dibujó una fina línea que continuaba hasta un pilar cercano, este se derrumbó de inmediato con el corte perfecto de la Marina.

— Veo que no dudas en golpear a una dama —bromeó la chica de la lanza—. Yo soy Sibat de Krysaor y pelearé contigo —pero uno más de los presentes se interpuso indicando con su mano que retrocediera.
— Yo me encargaré de este tipo, se ve fuerte, por fin aparecen los famosos caballeros de oro —se burló Kuda, el Hipocampo.

Sin ánimos de presentación tras ellos empezó a sonar una dulce melodía, uno de los rivales tocaba una flauta traversa. Pero el pelirrojo del grupo le detuvo avanzando hacia Adar.

— Ha pasado tiempo, no me digan que se han olvidado de mí —sonrió el hombre, Adar le reconoció de inmediato.
— ¿Cómo es posible? Tú... cobarde, reuniste a tus amigos para venir aquí, enfréntanos ahora que nos hemos convertido en caballeros —dijo furioso Adar.
— Dije que volvería, deberías estar feliz, acabaré con toda su miseria patéticos caballeros de Athena, debieron prepararse mejor... Oh, claro, no tienen un Patriarca, murió el pobre tipo hace mucho tiempo... —se burló jactándose de lo ocurrido en el pasado.
— Miserable... te haré tragar tus palabras...—avanzó el pisciano decidido haciendo aparecer en su mano una de sus rosas más peligrosas, la rosa blanca y la envió directo al pelirrojo, mas el cosmos de este se intensificó y deshizo la rosa cuando esta estuvo a punto de atravezarle el corazón.
— No entiendes que no eres rival, ni antes ni ahora Dorado de pacotilla...—frunció el ceño esta vez el Marino—. Sibat, Kuda y Ragun, encárguense de estos tipos, los demás avancen conmigo.

Los Dorados no pudieron impedirle el paso a los Generales pues los que se quedaban se interpusieron para comenzar sus batallas. Kuda de Hipocampo invocó súbitamente el torbellino de agua atrapando al pisciano en él y enviándolo varios metros más abajo por las escaleras, tomando así distancia de la lucha en la entrada de Virgo.

— Es cierto...—dijo el pelirrojo al observar en su paso el reloj del Santuario—. Aun con la intervención del viejo nórdico podríamos decir que el tiempo de todo el mundo se agota...

Rió burlonamente el caballero vestido con la armadura del Kraken y chasqueando sus dedos el reloj se encendió con llamas rojas siendo visible en todo el reino.

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