diciembre 05, 2008

Elías 4-6

Elías 4

Silencioso compañero, voz transparente, pues a veces creo oírlo, pero su voz no viene a mis oídos, sino que parece nacer de mi interior.

No le había preguntado su nombre, ni él el mío, y cuando lo hice su respuesta simplemente fue:

– No es necesario que tenga un nombre, tampoco que me digas el tuyo, estas cosas no tienen importancia entre nosotros.

Entonces le dije:
– Te llamaré mi sombra, porque me sigues donde voy.
Él sonrió y dijo:
– Y yo te llamaré mi sombra, porque ésta se encuentra detrás o frente a ti según la hora del día o tu posición.
– Te diré también amigo, porque en eso te has convertido –le dije.
– Y tú serás mi amigo, por darme un lugar a tu lado.
– Te diré, entonces, mi sabio amigo –me entusiasmó que hablara tanto conmigo.
– Bien, pero lo sabio será como decírselo a tu reflejo, pues soy tan sabio como tú lo eres.
De pronto me sentí nostálgico:
– ¿Estarás a mi lado siempre, sabio amigo?
– Contigo siempre he estado.
– ¿Dices desde que nací? –dije extrañado.

Entonces no dijo nada más, solo sonrió como suele hacerlo y preferí no molestarlo.

En nuestro camino encontramos una gran ciudad. Al fin el bosque había terminado. Sentí que despertaba de un largo sueño.

Elías 5

Entré a esa ciudad y la recorrí fascinado por su arquitectura, la gran cantidad de personas, la forma de vida y sus transportes.

Tiempo después descubrí para que soy bueno, o al menos eso pensé entonces. Me entusiasmé como nunca, sentí que había encontrado mi camino. Creí que yo era especial y que había un lugar para mí en este mundo.

Con todo mi entusiasmo y mi fe, recorrí aquella ciudad buscando establecerme. Para eso debía estudiar, prepararme bien para comenzar y ya no parar. Además debía encontrar un trabajo para pagar mis estudios.

Entonces mis sueños se derrumbaron. Se volvió más y más complicado, me sentí perdido.

Lo peor de todo es que perdí a mi querido amigo, mi compañero de viaje. Me quedé sólo una vez más.

– Esta ciudad es todo lo que hay. No puedo salir, pues no existe salida.

Entristecí, sufrí amargamente aquellos momentos sin fin. Busqué a mi sabio amigo, pero en aquella ciudad todo esfuerzo era inútil.

Vagué, me perdí en mis pensamientos, el tiempo se detuvo, nada tenía razón de ser y no había consuelo para mí.

Sólo en este lugar que me ahogaba, que no permitía el movimiento. Me quedé quieto en la inmensidad del todo y el vacío de la nada.

Me sentí morir, sentí que ya no había nada. Pero Akeus no venía por mí y me resigné.

Quieto veía a la gente pasar, también vi cosas interesantes, no lo puedo negar, aprendí algunas cosas, descubrí otras, me acerqué un poco a mi mismo y en todo hallé una enseñanza. Pero nada me ayudaba a moverme.


Elías 6

A mi gran amigo puse un nombre: Elizar, que en mi pueblo de origen tiene su significado, al igual que mi nombre: Elías. El mío significa “río que desciende desde las montañas”, Elizar es “el mar que reposa y observa con tranquilidad”.

Elizar es el mar y yo soy el río, iguales y diferentes, es lo que somos.

Todo es distinto, ahora no hay tiempo suficiente, demasiados pensamientos, deberes y obligaciones. Aquí no hay frutos que puedes recoger cuando quieras, para comer se debe pagar. Es un mundo sofocante y loco. Me siento tan distinto a ellos.

Sé que las personas de esta ciudad tienen dificultades y sueños rotos como yo, pero ellos están resignados a sus formas de vida y las reglas de lo material. Los miro y pienso: pertenecen a este lugar.

En cambio yo me sentí totalmente ajeno, diferente en una escala elevada. Porque mi diferencia con ellos iba más allá que decir negro en lugar de blanco, arriba en lugar de abajo, los de esta ciudad creen que esa es la diferencia entre las personas.

Cuando me preguntan ¿blanco o negro?, yo digo ¿cuál es la importancia?, si resulta que es importante pensar la respuesta digo generalmente gris u otro color que represente fielmente mi postura.

Luego de mucho tiempo me di cuenta que quien entra a la ciudad pertenece a ella y su misión es simplemente acomodarse.

En una gran tienda había un espejo enorme. Al pasar vi mi imagen y tras de mí el resto de la gente continuaba con lo suyo.

– ¿Ésta es mi imagen? Por Dios, que descuidado he sido.

Con el tiempo mi capa se había roto, la capa que fue mi bandera ahora era un trapo viejo, descolorido, zurcido que ya no daba más. Mi escudo se desvaneció con el pasar de los días, meses, años, no recuerdo exactamente.

Busqué trabajo, sí, trabajo, eso que te traba y te tira para abajo. De aquí para allá, nada concreto. Encontré uno demasiado pesado, otro muy inestable, pero que tenía relación con mi talento. De esta forma la situación comenzó a mejorar, lentamente apareció una luz en este lugar.

Con las pocas monedas que gané pude renovar mi vestimenta y me siento más cómodo frente a los demás. Tengo un techo, comida y algo llamado familia, de la cual no quiero referirme porque es algo cambiante que atrapa mis emociones y esta totalmente fuera de mi control.

Extraño a Elizar, quisiera que viera cuanto he mejorado. Aunque comparado a lo que era antes cualquier cosa es mejor.

A veces pienso que no volveremos a vernos. Estamos demasiado lejos y parece difícil que nuestros caminos vuelvan a juntarse.

Al parecer Elizar no puede existir en esta ciudad y al no poder salir lo he condenado al mundo invisible.

diciembre 02, 2008

Elías 1-3

Elías 1

Mi alma se remonta al inicio de todas las cosas. He tenido muchas vidas y no recuerdo ninguna de ellas, solo sé que allí están al pensar en cuanto tiempo llevo aquí.

Éste es el relato de mi vida presente. No comienza en mi niñez, pues de eso no tengo muchos recuerdos y no quisiera ir por ellos, eso solo perturbaría aún más mi alma atormentada.

Esto parte en los años en que me sentí inspirado a plasmar mis pensamientos y el pasar del tiempo de una forma distinta.

Soy un guerrero, de una tierra que desconozco, que estaba perdido en el bosque desde que nací en esta época. ¿Cómo vestía? Nunca puse mucha atención a eso, pero recuerdo que llevaba un magnífico escudo y la bandera de mi nación como capa.

Había vagado tanto tiempo en solitario, caminando sin rumbo y sin esperanzas en un futuro. Era un castigo respirar, despertar, hablar, en pocas palabras vivir no tenía sentido para mí.

Tengo algunos recuerdos de lo que fui antes de llegar al bosque, pero no es importante ese tiempo y no tengo ganas de ir hacia atrás por recuerdos inútiles.

Este bosque significó la pérdida de mi tranquilidad y me obligó a pensar en cosas que jamás imaginé.

Olvidé la paz, el sosiego y el amor, mas me mantenía aferrado a aquellas palabras, deseaba tenerlas, a pesar de haber perdido su significado no podía dejar de apretarlas en mi puño.

Decidí buscar "el camino", en alguna parte debía hallarse una senda que me condujera a mi destino.

Debía encontrar este camino para que mi vida fuese una vida, ya que estaba estancado en aquel bosque sin fin.

Deseaba pisar aquella senda mágica para continuar, para ser, para existir.

En ese tiempo conocí a alguien muy especial que siempre estuvo y jamás.


Elías 2

Aparecía y desaparecía, como una sombra. Era un ser mágico fabuloso, donde yo estaba él también.

Llegué a pensar que era mi guía e intenté seguirlo, pero así como llegaba se iba.

En ocasiones fui atacado y muerto muchas veces, siempre en el corazón, la herida no cerraba y sangré sentimientos mientras continuaba.

Entonces un día, vi a ese magnífico ser bajo un árbol. Logré acercarme lo suficiente y de inmediato lo comprendí todo... yo era su guía, caminantes ambos y unidos por nuestra herida sangrante siempre en el corazón, pues éramos iguales en sentimiento.

Juntos recorrimos el inmenso bosque, era nuestro fin cada noche y nuestro despertar un dolor agónico. Sufrimos mucho pues nuestra miserable vida parecía no tener fin y nuestra herida no sanaba.

Entonces un día, oímos al Ángel de la Muerte, llamado también Akeus en mi pueblo, quien llevaba un alma en su mano y le pedimos nos llevara. Negó con su cabeza diciendo:

– Si buscan el fin no lo hallarán junto a mí, es más, jamás lo hallarán pues no existe.
– No nos desalientes de esa manera –le dije.
– Puedo ver tu angustia, pero no les mentiré. Ustedes merecen saber que aquello que llaman fin no es más que un comienzo, la muerte da paso a nacer una vez más. Aun no es tiempo de girar su reloj de arena, nada puedo hacer por ustedes –y se marchó sin voltear.

En nuestro largo andar llegamos a un pequeño pueblo. Nos detuvimos a descansar y resultaron tan amables que pensamos en quedarnos.


Elías 3

Se parecían a nosotros, pero más tarde nos dimos cuenta que pertenecían a una raza diferente llamada Hums.

Ellos nos hacían sentir los más inteligentes, los más hábiles y los más sabios. Así los ayudamos para agradecerles sus elogios y su amabilidad.

Finalmente éramos importantes, así llegamos a la conclusión que no deseábamos ser importantes, ser alagados o ser tomados en cuenta como grandes personajes. Si éramos más inteligentes, hábiles y sabios que ellos se debía a que no poseían estas cualidades.

Recordamos, entonces, nuestra búsqueda era otra y debíamos continuar. Nos fuimos por la noche en silencio y prometí regresar cuando volviera a existir.

De pronto en medio de nuestra búsqueda, hice algo que jamás había hecho. Cuando nos detuvimos a descansar, miré con detenimiento a mi compañero. Me di cuenta que no sabía nada de él, me había seguido quien sabe por cuanto tiempo, jamás se lo pregunté. ¿Cuál era su objetivo? Como saberlo si nunca me dirigió la palabra.

Era tan alto como yo, su cabello negro como el mío, pero más largo y ondulado. Su piel blanca contrastaba con la mía, morena de expresión ruda. Sus ojos café claro, siempre mirando al horizonte con increíble tranquilidad.

Creo que desde que me acompaña he cambiado un poco, no soy tan ansioso, ni impaciente, logro acomodar mis emociones y me he vuelto algo despreocupado por lo inesperado.

Así me tiene este ser mágico, me hace retroceder, avanzar, llorar y sonreír con solo tocar mi hombro o tirar de mi capa.