mayo 09, 2010

Elías 11.4

RECUERDO cuando comencé… cuando comencé a escribir mi vida… mi vida que llamé la búsqueda del camino… camino que no hallé… que no hallé o del cual me salí… me salí de lo cotidiano para escribir… escribir mi vida de una forma diferente… diferente fue el resultado, no salió como esperaba… esperaba que fuese una historia simple… simplemente terminó siendo una larga historia… una larga historia triste que no termina… que no termina aún…

¿Es acaso que el fin se acerca? ¿Será mi fin o el fin del mundo tal como lo conozco?


Al final desaparecerá lo que fuimos y quedará lo que somos.

¿Es este el fin de los tiempos? ¿He de soportar esta miseria para soportar la mayor miseria venidera?

El humano será puesto a prueba.

¿Sobreviviré, oh Dios, al quebranto del fin?

Y veré mi nombre en el libro en el juicio final, frente a Él estaré y sabré el resultado de mi juicio.

¿Me libraré, oh Dios, del castigo?

El mundo acabará siendo yo participe de ello. Miraré la ruina de la humanidad, así como veo mi propia ruina en este momento.

¿En verdad mis ojos verán a los ángeles descender o mi alma será llevada antes que todo comience?

Y pienso en quién he sido, lo que he logrado, lo que he hecho de mi vida. Resolviendo que no he hecho nada en la vida, ni he logrado y nada he sido.

De tal forma que soy nada, nada he hecho y vivo en la nada. ¿Sucederá lo mismo al mundo? Así como yo soy nada ¿regresarán todos a la nada?

Elías 11.3

Y mi camino es interminable. Sigo, pero algo me inquieta. No sé cómo ni en qué momento se ha soltado de mi mano.

– Juliette, Juliette…
– Se ha ido –me dice Elizar detrás de mí.
– Debe estar ocupada en sus asuntos...
– Así es... Por cierto, su nombre no es...
– A veces siento que no soy importante para ella –me entristecí mucho.
– Hay mucho de ella que no sabes y otros que no puedes ver... Por cierto que no son...
– Aun así no necesito más que saber si me ama.
– Eres un tonto, has puesto en tus prioridades a alguien que siempre tiene que hacer algo más importante que estar contigo.

Me quedé en silencio y me detuve. Elizar tenía razón, yo lo daría todo por estar un momento a su lado, pero ella… Yo movería montañas, pero ella ¿acaso movería una piedra por mí?

– Yo la entiendo, Elizar. Acepto no ser lo más importante, ser su amigo si no me alcanza para más. Ella tiene una vida, soy yo quien no la tiene.
– Luego no te quejes si te lastima. O tú a ella...
– No puedo obligarla, ella sabrá en que lugar me pone en su vida, con un pequeño rincón en su corazón me basta.
– Eres un tonto. Te arrastras por un amor imposible. Mírala, ella puede vivir sin ti, pero tú…
– …pero yo muero de tristeza sin ella.

Elías 11.2

Empezamos a caminar juntos una vez más. En medio de mi infinita oscuridad, mi bello amor brilla como una estrella y camina junto a mí. Pero mi felicidad se mezcla con el temor y ruego que mi amada no me abandone. Tal vez ella vea esta vez algo de mí que antes no vio. Temo entonces que deje de amarme.

– Juliette… debes saber que… –ella me miró con dulzura, sentí su calidez frente a mi rostro.– Estoy loco, hace tiempo perdí la razón… soy un tipo extraño.

Ella pareció no haberme escuchado quizá no lo dije suficientemente fuerte… o quizá lo dije en mi pensamiento y no pudo oírme.

Dios, sácame de esta oscuridad, libérame de mi mismo, quita el temor en mí. Dame la fuerza para cambiar lo que sea necesario cambiar. Limpia mi alma de esta depresión tan profunda que me enloquece cada día más. Y permíteme disfrutar del amor que por milagro has puesto en mi miserable vida, quiero disfrutar del amor de mi Juliette, dame la oportunidad que necesito.

Elías 11.1

Estaba yo sentado en la vereda de la vida sin esperar nada, en total oscuridad. Entonces sentí una mano en mi hombro, ella se sentó junto a mí y me abrazó.

– Juliette… ¿Eres tú? –lloré pero mi rostro no mostraba expresión. Tras su silencio insistí.
– Todo fue una confusión... –le dije.
– Te quiero mucho –dijo mientras me abrazaba con delicadeza, casi sin sentir sus manos.
– Y yo a ti, no te vayas nunca más… nunca me dejes otra vez.

Me quedé abrazado a ella un largo momento.

– Mi amor, mi estrella… no te veo –le dije con tristeza.
– Yo tampoco puedo verte, no sé con certeza como llegué aquí, pero cuando te toqué mi alma se llenó de una inmensa alegría y supe que me necesitabas.
– También estoy feliz, mi amor, más feliz que nunca… y temo… tengo miedo de tanta felicidad… y aun así quiero ser feliz contigo.
– Mi Elías, el amor en mi corazón es grande y es para ti si lo quieres. No decaigas en este momento de angustia… levántate, caminemos juntos la senda de la vida.
– Es muy duro seguir, mi amada. Todo está destruido, mi esperanza a muerto… –le mostré mi mano y la esperanza en ella.
– Tú, el mismo siempre tú, intensamente tú... mi incondicional. No existirá un lazo entre tú y yo, no habrá promesas ni juramentos...nada de nada... –ella tomó mi esperanza rota y la transformó en una pequeña estrella brillante, para que no se perdiera en la oscuridad.
– Me has devuelto la esperanza, tú, quien quiera que seas… te amo, solo tú podías hacerlo.

La tomé en mis brazos abrazándola con ternura, acariciando su espalda suavemente, me levanté sin soltar su mano.

– Mientras estés conmigo seguiré, caminaré… seguiré en el camino solo por tu amor. Y aunque no te vea en esta oscuridad mía ni logre ver el camino delante de mí, yo continuaré.

Elías 11

Me siento tan estúpido, Elizar. Soy un completo idiota que lo ha perdido todo y aun sigue aquí, ¿para qué? No tengo quien me ame, ¿para qué vivir?

Corro y corro, no sé si para alcanzar algo o es que estoy huyendo. Corro y me tropiezo, me levanto todo herido, ¿por qué? ¿para qué?

Y estoy aparte de todos, es lo que mas me duele de la vida. Todo esta rotoen pedazos y no tiene sentido, pero me aferro con locura a lo único valioso para mí que es lograr el amor de alguien, sin embargo nadie parece interesado en ello, mas insisto con vehemencia.

Me distraigo creyendo que deseo cosas materiales, un trabajo, dinero, poder, pero nada de eso tiene valor para mí, nunca lo ha tenido, solo es distracción, olvidarme de cuánto deseo ser amado.

Mi corazón ya no late, esta totalmente destruido ¿Quién quiere un corazón roto? Cada vez que veo a alguien feliz con su otra mitad me lleno de un inmenso dolor, no lo comprendo.

– Acepta que es así y que eso no cambiará.
– No quiero hacerlo.
– Es inútil suplicar, cuantas veces ya lo has hecho.
– Debe haber una forma, un día de lluvia, un lago luminoso en mi destino.
– Es inútil, resígnate una vez más…

mayo 08, 2010

Elías 10.9

A mi amada Juliette:

Perdón por insistir, sé que no soy alguien para ti, sé que me has olvidado. Solo quiero decirte lo que no te pude decir, porque no tuve oportunidad de despedirme de ti.

Fuiste la primera que me quiso, sentí tu amor tan cálido y dulce. Me hiciste sentir especial como nunca nadie siquiera lo había intentado. Y me cobijé en tus brazos abriendo mi corazón.

Perdón por insistir, sé que no soy alguien para ti, sé que me has olvidado. Solo quiero decirte lo que no te pude decir, ya que cuando dijiste “adiós” no creí que fuera para siempre.

Te esperé, creo que aun te espero. Sé que es ridículo hacerlo después de este tiempo. Pero no logro cerrar este capítulo sin despedirme de ti.

Si de alguna forma tu desearas volver conmigo te abriría mis brazos y te estrecharía con fuerza. Porque nadie más me ha querido como tú. Y tal vez pienses que no me fue tanto, pues yo te digo que aunque fuese poco tu cariño, ese cariño ha sido más de lo que cualquiera otra me ha dado.

Perdón por insistir, sé que no soy alguien para ti, sé que me has olvidado. Solo quiero decirte lo que no te pude decir, porque el destino nos separó inadvertidamente.

Me dio gusto conocerte, estar a tu lado, compartir contigo. Gracias por quererme un poco, gracias porque por primera vez sentí lo que era el amor y sentirse especial para alguien.

Perdón por insistir, sé que me has olvidado. Solo quiero decir que no me he olvidado de ti.

Espero que seas muy feliz, que logres todo lo que deseas en la vida, te deseo lo mejor, cuídate, te mando un beso desde la distancia.

Perdón por insistir, ya te habrás olvidado de mí. Solo quiero decirte que hoy me despido de ti.

Elías 10.8

Camino solo en la negra noche y Elizar se ha desvanecido por un momento, sé que regresará. ¿Por qué no lo logro ser importante para alguien? ¿Por qué camino solo?

Mi hermosa estrella se apagó de repente y lloré lágrimas amargas. Todo se volvió negro, el crepúsculo se volvió noche y la noche en noche sin estrellas.

Triste sin nadie a mi lado ¿Acaso hubo alguien alguna vez? No, jamás.

– Jamás, jamás... –oí detrás de mí a la fémina muerte.
– Akeus, no digas eso, que mi tristeza no puede ser más eterna.
– Eres muy divertido –dijo con su dulce voz.
– Toma mi mano, ven, camina conmigo.
– Yo siempre camino contigo –se rió.
– ¿Ahora te burlas de mí?– me detuve para dar la vuelta y enfrentarla quedando cara a cara con ella, sus labios me tientan una vez más.
– Hazlo y el reloj se romperá, dejarás este mundo y desperdiciarás la oportunidad –intervino Elizar.

Reapareció con sus sabias palabras, sin embargo se veía extraño, deprimido. Me sentía muy mal, tan dolido que solo pensaba en terminar con esto pronto y la abracé aferrándome para que no se fuera.

– Estoy solo, he perdido la esperanza de encontrar el amor, la vida no es nada sin amor. Deseo mi muerte, querido Elizar.
– Bésala entonces y muere de una vez –dijo hastiado.
– ¿Qué dices? –me sorprendió.
– Haz lo que te plazca, Elías –y se sentó en medio de la nada.

Mis manos soltaron a la dama de la muerte quedándome boquiabierto. Elizar se había rendido frente a mis ojos.

Akeus se acercó a él sentándose muy cerca inclinándose hacia su rostro para susurrarle.

– ¿A ti también te gustaría, verdad Elizar?

Entonces lo hizo, la tomó entre sus brazos y la besó apasionadamente. Quedé totalmente desconcertado viéndolos como dos enamorados… y de pronto recordé la forma masculina de Akeus. En un parpadeo el ángel de la muerte tomó aquella forma y para mi sorpresa por primera vez ví a Elizar como una mujer muy bella. Realmente no sabía qué decir ante tal suceso, estaba impactado con el cambio.

– No es gran cosa –dijo Elizar levantándose y volviendo a tomar la forma en que lo conocí.
– ¿Cómo es posible esto?
– Que yo lo haya hecho no cuenta, solo es válido si tú lo haces.
– Pero y tu…
– Estás perdido joven Elías –interrumpió Akeus.
– Siempre has estado solo –dijo Elizar dándome la espalda.

Lo entendí todo al fin, siempre he estado solo.

Elías 10.7

Me levanté y caminé por la ciudad, disminuido, triste y Elizar me acompañaba caminando también con su rostro lleno de tristeza. Jamás lo vi así, siempre fue casi inexpresivo, sereno, paciente, su máxima expresión una leve sonrisa. Y ahora caminaba junto a mí como si jamás se hubiese ido. No valía la pena contarle mi vida hasta ahora, él lo sabe todo.

Por primera vez tomé su hombro y de alguna extraña forma lo animé, siendo que yo ni ánimos tenía.

– ¿Tú me animas a mí? –dijo extrañado.

Quité mi mano rápidamente y me sentí un tonto así que seguí caminando. Pero me detuve de golpe al ver una bella mujer sentada en la orilla de un hermoso lago.

Me acerqué como hipnotizado a ese magnífico paisaje lleno de luz y calidez sentándome junto a aquella mujer contemplando su pura belleza. Ella me miró con sus dulces ojos claros y me sonrió tiernamente. Era realmente la mujer más hermosa que había visto, estoba perdido en sus ojos que miraban despreocupados el lago.

Una sensación me recorrió el cuerpo tentándome a acercarme más y más a su rostro, tanto como mis labios a los suyos. Ella no se apartó, al contrario, cerró sus ojos para yo besarla.

Moría por esos labios y olvidé todo lo demás. Estaba tan cerca… tan cerca… hasta que sentí un tremendo golpe en la cabeza…

– Tarado… –me dice Elizar y volteé a verlo algo molesto por la intromisión.

Luego volví a mirar a la joven y me sorprendió no muy gratamente ver que se trataba de Akeus.

– Entonces… yo… me siento un idiota –dije y Akeus se rió ligeramente – ¿Por qué me engañas de esa manera? –pregunté sonrojado.
– Yo no te engaño, tú te engañas –respondió.
– Ciertamente la muerte tiene rostro, pero las personas la ven a su gusto, a veces fea o bella, hombre o mujer, joven o anciana, etc. –agregó Elizar.

Entonces me resigné a mi estupidez, aunque admito que el ángel de la muerte es mejor en su forma femenina. Así que la bella fémina muerte se levantó y el lago desapareció volviéndose noche una vez más.

– Te esperaré, joven Elías –volvió a sonreirme y se marchó.

Y pensar que estuve a punto de besar a la muerte en aquella ocasión, mientras Elizar me miraba como diciendo “eres el idiota más grande del mundo”.

Elías 10.6

Finalmente he enloquecido. Sí, en esta ciudad es de día, mas para mi es siempre noche.

Y ella fue mi luz en esta negra noche. Tenue luz que para mi fue como una estrella, radiante, pura, bella.

Me dejaste porque estoy loco y tú eres normal, con una vida normal. Yo lo entiendo. Así soy, mi calma se vuelve tormenta y me llena de emociones inciertas, siempre me abandona la razón y solo mi corazón tiene voz, no sé contrarrestar ese sentimiento que termina arrastrándome a la desolación.

Merezco tu desprecio, tu silencio, tu olvido. Vete, deja a este loco. Cierto, estoy loco.

Continúo en la ciudad, ido. Sentado en la vereda mirando los vehículos pasar, me ignoran. Sentado en la vereda mirando a las personas pasar, las ignoro. Nadie es alguien en esta ciudad. Miro sin mirar. Y no sé… espero, estoy esperando… supongo.

Entonces Akeus, el ángel de la muerte, un tipo blanco vestido sencillo con las más fabulosas alas angelicales en su espalda, sacó un reloj de arena pequeño y le dió un vistazo. La parte de abajo era arena blanca y la de arriba, en menor cantidad, era dorada.

– Tengo que irme, no se han decidido aun, pero volveré, cuando me llames o cuando sea el momento.
– ¿Cómo es que la arena tiene dos colores? –le pregunté curioso al notarlo.
– No vale la pena engañarte. Éste es tu reloj, ya estás muerto.
– Eso no puede ser... –lo pensé un poco luego de la sorpresiva respuesta –. ¿En verdad lo estoy?
– El tiempo se acabó –intervino Elizar.
– ¿Tú lo sabías? Realmente he enloquecido, esto no está pasando.
– La arena blanca se acabó y vine a buscarte ese día. Estabas frente a un barranco y esperé.
– Quédate, te dije –siguió Elizar.
– Y lo hice, lo hice, Elizar.
– Entonces comenzó a caer la arena dorada. Es tu tiempo extra en este mundo –continuó Akeus.
– ¿Por qué? ¿solo porque me quedé? –me sentía desconcertado.
– Porque te quedaste podrás ver lo que te habrías perdido al irte.
– Un suceso –dijo Elizar.
– Entonces ¿qué haré con el tiempo dorado? –miré a ambos.
– No importa, es irrelevante –concluyó Akeus y se desvaneció.
– ¿Qué haré, Elizar? –ahora estaba preocupado.
– Ya oíste, es irrelevante. Tú ya no estás aquí.
– Completaré el tiempo entonces –me quedé cabizbajo, ido otra vez.
– Entiendes ahora que, en este tiempo dorado, nada hay para ti.
– Ahora lo entiendo.
– Y nada hay para mí tampoco.
– Sí, tampoco, solo esperar aquel suceso y el último grano dorado en mi reloj.