mayo 09, 2010

Elías 11.4

RECUERDO cuando comencé… cuando comencé a escribir mi vida… mi vida que llamé la búsqueda del camino… camino que no hallé… que no hallé o del cual me salí… me salí de lo cotidiano para escribir… escribir mi vida de una forma diferente… diferente fue el resultado, no salió como esperaba… esperaba que fuese una historia simple… simplemente terminó siendo una larga historia… una larga historia triste que no termina… que no termina aún…

¿Es acaso que el fin se acerca? ¿Será mi fin o el fin del mundo tal como lo conozco?


Al final desaparecerá lo que fuimos y quedará lo que somos.

¿Es este el fin de los tiempos? ¿He de soportar esta miseria para soportar la mayor miseria venidera?

El humano será puesto a prueba.

¿Sobreviviré, oh Dios, al quebranto del fin?

Y veré mi nombre en el libro en el juicio final, frente a Él estaré y sabré el resultado de mi juicio.

¿Me libraré, oh Dios, del castigo?

El mundo acabará siendo yo participe de ello. Miraré la ruina de la humanidad, así como veo mi propia ruina en este momento.

¿En verdad mis ojos verán a los ángeles descender o mi alma será llevada antes que todo comience?

Y pienso en quién he sido, lo que he logrado, lo que he hecho de mi vida. Resolviendo que no he hecho nada en la vida, ni he logrado y nada he sido.

De tal forma que soy nada, nada he hecho y vivo en la nada. ¿Sucederá lo mismo al mundo? Así como yo soy nada ¿regresarán todos a la nada?

Elías 11.3

Y mi camino es interminable. Sigo, pero algo me inquieta. No sé cómo ni en qué momento se ha soltado de mi mano.

– Juliette, Juliette…
– Se ha ido –me dice Elizar detrás de mí.
– Debe estar ocupada en sus asuntos...
– Así es... Por cierto, su nombre no es...
– A veces siento que no soy importante para ella –me entristecí mucho.
– Hay mucho de ella que no sabes y otros que no puedes ver... Por cierto que no son...
– Aun así no necesito más que saber si me ama.
– Eres un tonto, has puesto en tus prioridades a alguien que siempre tiene que hacer algo más importante que estar contigo.

Me quedé en silencio y me detuve. Elizar tenía razón, yo lo daría todo por estar un momento a su lado, pero ella… Yo movería montañas, pero ella ¿acaso movería una piedra por mí?

– Yo la entiendo, Elizar. Acepto no ser lo más importante, ser su amigo si no me alcanza para más. Ella tiene una vida, soy yo quien no la tiene.
– Luego no te quejes si te lastima. O tú a ella...
– No puedo obligarla, ella sabrá en que lugar me pone en su vida, con un pequeño rincón en su corazón me basta.
– Eres un tonto. Te arrastras por un amor imposible. Mírala, ella puede vivir sin ti, pero tú…
– …pero yo muero de tristeza sin ella.

Elías 11.2

Empezamos a caminar juntos una vez más. En medio de mi infinita oscuridad, mi bello amor brilla como una estrella y camina junto a mí. Pero mi felicidad se mezcla con el temor y ruego que mi amada no me abandone. Tal vez ella vea esta vez algo de mí que antes no vio. Temo entonces que deje de amarme.

– Juliette… debes saber que… –ella me miró con dulzura, sentí su calidez frente a mi rostro.– Estoy loco, hace tiempo perdí la razón… soy un tipo extraño.

Ella pareció no haberme escuchado quizá no lo dije suficientemente fuerte… o quizá lo dije en mi pensamiento y no pudo oírme.

Dios, sácame de esta oscuridad, libérame de mi mismo, quita el temor en mí. Dame la fuerza para cambiar lo que sea necesario cambiar. Limpia mi alma de esta depresión tan profunda que me enloquece cada día más. Y permíteme disfrutar del amor que por milagro has puesto en mi miserable vida, quiero disfrutar del amor de mi Juliette, dame la oportunidad que necesito.

Elías 11.1

Estaba yo sentado en la vereda de la vida sin esperar nada, en total oscuridad. Entonces sentí una mano en mi hombro, ella se sentó junto a mí y me abrazó.

– Juliette… ¿Eres tú? –lloré pero mi rostro no mostraba expresión. Tras su silencio insistí.
– Todo fue una confusión... –le dije.
– Te quiero mucho –dijo mientras me abrazaba con delicadeza, casi sin sentir sus manos.
– Y yo a ti, no te vayas nunca más… nunca me dejes otra vez.

Me quedé abrazado a ella un largo momento.

– Mi amor, mi estrella… no te veo –le dije con tristeza.
– Yo tampoco puedo verte, no sé con certeza como llegué aquí, pero cuando te toqué mi alma se llenó de una inmensa alegría y supe que me necesitabas.
– También estoy feliz, mi amor, más feliz que nunca… y temo… tengo miedo de tanta felicidad… y aun así quiero ser feliz contigo.
– Mi Elías, el amor en mi corazón es grande y es para ti si lo quieres. No decaigas en este momento de angustia… levántate, caminemos juntos la senda de la vida.
– Es muy duro seguir, mi amada. Todo está destruido, mi esperanza a muerto… –le mostré mi mano y la esperanza en ella.
– Tú, el mismo siempre tú, intensamente tú... mi incondicional. No existirá un lazo entre tú y yo, no habrá promesas ni juramentos...nada de nada... –ella tomó mi esperanza rota y la transformó en una pequeña estrella brillante, para que no se perdiera en la oscuridad.
– Me has devuelto la esperanza, tú, quien quiera que seas… te amo, solo tú podías hacerlo.

La tomé en mis brazos abrazándola con ternura, acariciando su espalda suavemente, me levanté sin soltar su mano.

– Mientras estés conmigo seguiré, caminaré… seguiré en el camino solo por tu amor. Y aunque no te vea en esta oscuridad mía ni logre ver el camino delante de mí, yo continuaré.

Elías 11

Me siento tan estúpido, Elizar. Soy un completo idiota que lo ha perdido todo y aun sigue aquí, ¿para qué? No tengo quien me ame, ¿para qué vivir?

Corro y corro, no sé si para alcanzar algo o es que estoy huyendo. Corro y me tropiezo, me levanto todo herido, ¿por qué? ¿para qué?

Y estoy aparte de todos, es lo que mas me duele de la vida. Todo esta rotoen pedazos y no tiene sentido, pero me aferro con locura a lo único valioso para mí que es lograr el amor de alguien, sin embargo nadie parece interesado en ello, mas insisto con vehemencia.

Me distraigo creyendo que deseo cosas materiales, un trabajo, dinero, poder, pero nada de eso tiene valor para mí, nunca lo ha tenido, solo es distracción, olvidarme de cuánto deseo ser amado.

Mi corazón ya no late, esta totalmente destruido ¿Quién quiere un corazón roto? Cada vez que veo a alguien feliz con su otra mitad me lleno de un inmenso dolor, no lo comprendo.

– Acepta que es así y que eso no cambiará.
– No quiero hacerlo.
– Es inútil suplicar, cuantas veces ya lo has hecho.
– Debe haber una forma, un día de lluvia, un lago luminoso en mi destino.
– Es inútil, resígnate una vez más…

mayo 08, 2010

Elías 10.9

A mi amada Juliette:

Perdón por insistir, sé que no soy alguien para ti, sé que me has olvidado. Solo quiero decirte lo que no te pude decir, porque no tuve oportunidad de despedirme de ti.

Fuiste la primera que me quiso, sentí tu amor tan cálido y dulce. Me hiciste sentir especial como nunca nadie siquiera lo había intentado. Y me cobijé en tus brazos abriendo mi corazón.

Perdón por insistir, sé que no soy alguien para ti, sé que me has olvidado. Solo quiero decirte lo que no te pude decir, ya que cuando dijiste “adiós” no creí que fuera para siempre.

Te esperé, creo que aun te espero. Sé que es ridículo hacerlo después de este tiempo. Pero no logro cerrar este capítulo sin despedirme de ti.

Si de alguna forma tu desearas volver conmigo te abriría mis brazos y te estrecharía con fuerza. Porque nadie más me ha querido como tú. Y tal vez pienses que no me fue tanto, pues yo te digo que aunque fuese poco tu cariño, ese cariño ha sido más de lo que cualquiera otra me ha dado.

Perdón por insistir, sé que no soy alguien para ti, sé que me has olvidado. Solo quiero decirte lo que no te pude decir, porque el destino nos separó inadvertidamente.

Me dio gusto conocerte, estar a tu lado, compartir contigo. Gracias por quererme un poco, gracias porque por primera vez sentí lo que era el amor y sentirse especial para alguien.

Perdón por insistir, sé que me has olvidado. Solo quiero decir que no me he olvidado de ti.

Espero que seas muy feliz, que logres todo lo que deseas en la vida, te deseo lo mejor, cuídate, te mando un beso desde la distancia.

Perdón por insistir, ya te habrás olvidado de mí. Solo quiero decirte que hoy me despido de ti.

Elías 10.8

Camino solo en la negra noche y Elizar se ha desvanecido por un momento, sé que regresará. ¿Por qué no lo logro ser importante para alguien? ¿Por qué camino solo?

Mi hermosa estrella se apagó de repente y lloré lágrimas amargas. Todo se volvió negro, el crepúsculo se volvió noche y la noche en noche sin estrellas.

Triste sin nadie a mi lado ¿Acaso hubo alguien alguna vez? No, jamás.

– Jamás, jamás... –oí detrás de mí a la fémina muerte.
– Akeus, no digas eso, que mi tristeza no puede ser más eterna.
– Eres muy divertido –dijo con su dulce voz.
– Toma mi mano, ven, camina conmigo.
– Yo siempre camino contigo –se rió.
– ¿Ahora te burlas de mí?– me detuve para dar la vuelta y enfrentarla quedando cara a cara con ella, sus labios me tientan una vez más.
– Hazlo y el reloj se romperá, dejarás este mundo y desperdiciarás la oportunidad –intervino Elizar.

Reapareció con sus sabias palabras, sin embargo se veía extraño, deprimido. Me sentía muy mal, tan dolido que solo pensaba en terminar con esto pronto y la abracé aferrándome para que no se fuera.

– Estoy solo, he perdido la esperanza de encontrar el amor, la vida no es nada sin amor. Deseo mi muerte, querido Elizar.
– Bésala entonces y muere de una vez –dijo hastiado.
– ¿Qué dices? –me sorprendió.
– Haz lo que te plazca, Elías –y se sentó en medio de la nada.

Mis manos soltaron a la dama de la muerte quedándome boquiabierto. Elizar se había rendido frente a mis ojos.

Akeus se acercó a él sentándose muy cerca inclinándose hacia su rostro para susurrarle.

– ¿A ti también te gustaría, verdad Elizar?

Entonces lo hizo, la tomó entre sus brazos y la besó apasionadamente. Quedé totalmente desconcertado viéndolos como dos enamorados… y de pronto recordé la forma masculina de Akeus. En un parpadeo el ángel de la muerte tomó aquella forma y para mi sorpresa por primera vez ví a Elizar como una mujer muy bella. Realmente no sabía qué decir ante tal suceso, estaba impactado con el cambio.

– No es gran cosa –dijo Elizar levantándose y volviendo a tomar la forma en que lo conocí.
– ¿Cómo es posible esto?
– Que yo lo haya hecho no cuenta, solo es válido si tú lo haces.
– Pero y tu…
– Estás perdido joven Elías –interrumpió Akeus.
– Siempre has estado solo –dijo Elizar dándome la espalda.

Lo entendí todo al fin, siempre he estado solo.

Elías 10.7

Me levanté y caminé por la ciudad, disminuido, triste y Elizar me acompañaba caminando también con su rostro lleno de tristeza. Jamás lo vi así, siempre fue casi inexpresivo, sereno, paciente, su máxima expresión una leve sonrisa. Y ahora caminaba junto a mí como si jamás se hubiese ido. No valía la pena contarle mi vida hasta ahora, él lo sabe todo.

Por primera vez tomé su hombro y de alguna extraña forma lo animé, siendo que yo ni ánimos tenía.

– ¿Tú me animas a mí? –dijo extrañado.

Quité mi mano rápidamente y me sentí un tonto así que seguí caminando. Pero me detuve de golpe al ver una bella mujer sentada en la orilla de un hermoso lago.

Me acerqué como hipnotizado a ese magnífico paisaje lleno de luz y calidez sentándome junto a aquella mujer contemplando su pura belleza. Ella me miró con sus dulces ojos claros y me sonrió tiernamente. Era realmente la mujer más hermosa que había visto, estoba perdido en sus ojos que miraban despreocupados el lago.

Una sensación me recorrió el cuerpo tentándome a acercarme más y más a su rostro, tanto como mis labios a los suyos. Ella no se apartó, al contrario, cerró sus ojos para yo besarla.

Moría por esos labios y olvidé todo lo demás. Estaba tan cerca… tan cerca… hasta que sentí un tremendo golpe en la cabeza…

– Tarado… –me dice Elizar y volteé a verlo algo molesto por la intromisión.

Luego volví a mirar a la joven y me sorprendió no muy gratamente ver que se trataba de Akeus.

– Entonces… yo… me siento un idiota –dije y Akeus se rió ligeramente – ¿Por qué me engañas de esa manera? –pregunté sonrojado.
– Yo no te engaño, tú te engañas –respondió.
– Ciertamente la muerte tiene rostro, pero las personas la ven a su gusto, a veces fea o bella, hombre o mujer, joven o anciana, etc. –agregó Elizar.

Entonces me resigné a mi estupidez, aunque admito que el ángel de la muerte es mejor en su forma femenina. Así que la bella fémina muerte se levantó y el lago desapareció volviéndose noche una vez más.

– Te esperaré, joven Elías –volvió a sonreirme y se marchó.

Y pensar que estuve a punto de besar a la muerte en aquella ocasión, mientras Elizar me miraba como diciendo “eres el idiota más grande del mundo”.

Elías 10.6

Finalmente he enloquecido. Sí, en esta ciudad es de día, mas para mi es siempre noche.

Y ella fue mi luz en esta negra noche. Tenue luz que para mi fue como una estrella, radiante, pura, bella.

Me dejaste porque estoy loco y tú eres normal, con una vida normal. Yo lo entiendo. Así soy, mi calma se vuelve tormenta y me llena de emociones inciertas, siempre me abandona la razón y solo mi corazón tiene voz, no sé contrarrestar ese sentimiento que termina arrastrándome a la desolación.

Merezco tu desprecio, tu silencio, tu olvido. Vete, deja a este loco. Cierto, estoy loco.

Continúo en la ciudad, ido. Sentado en la vereda mirando los vehículos pasar, me ignoran. Sentado en la vereda mirando a las personas pasar, las ignoro. Nadie es alguien en esta ciudad. Miro sin mirar. Y no sé… espero, estoy esperando… supongo.

Entonces Akeus, el ángel de la muerte, un tipo blanco vestido sencillo con las más fabulosas alas angelicales en su espalda, sacó un reloj de arena pequeño y le dió un vistazo. La parte de abajo era arena blanca y la de arriba, en menor cantidad, era dorada.

– Tengo que irme, no se han decidido aun, pero volveré, cuando me llames o cuando sea el momento.
– ¿Cómo es que la arena tiene dos colores? –le pregunté curioso al notarlo.
– No vale la pena engañarte. Éste es tu reloj, ya estás muerto.
– Eso no puede ser... –lo pensé un poco luego de la sorpresiva respuesta –. ¿En verdad lo estoy?
– El tiempo se acabó –intervino Elizar.
– ¿Tú lo sabías? Realmente he enloquecido, esto no está pasando.
– La arena blanca se acabó y vine a buscarte ese día. Estabas frente a un barranco y esperé.
– Quédate, te dije –siguió Elizar.
– Y lo hice, lo hice, Elizar.
– Entonces comenzó a caer la arena dorada. Es tu tiempo extra en este mundo –continuó Akeus.
– ¿Por qué? ¿solo porque me quedé? –me sentía desconcertado.
– Porque te quedaste podrás ver lo que te habrías perdido al irte.
– Un suceso –dijo Elizar.
– Entonces ¿qué haré con el tiempo dorado? –miré a ambos.
– No importa, es irrelevante –concluyó Akeus y se desvaneció.
– ¿Qué haré, Elizar? –ahora estaba preocupado.
– Ya oíste, es irrelevante. Tú ya no estás aquí.
– Completaré el tiempo entonces –me quedé cabizbajo, ido otra vez.
– Entiendes ahora que, en este tiempo dorado, nada hay para ti.
– Ahora lo entiendo.
– Y nada hay para mí tampoco.
– Sí, tampoco, solo esperar aquel suceso y el último grano dorado en mi reloj.

enero 11, 2010

Elías 10.5

Estoy caminando sin sentido, como un loco, ciego, desesperado, un fantasma cualquiera con cuerpo material. No hay consuelo para mí, ya no hay más.

Soy la oveja que va por el camino de piedras y ha tropezado una vez más. Cansada, herida por todas las caídas, ya no puede continuar y la oscuridad la envuelve, sintiendo el frío que es duro, pero más le duele haber perdido de vista al pastor y por lo tanto el pastor se ha olvidado de ella.

Siempre la pobre oveja se sintió ignorada por el pastor, porque ella eligió el camino de piedras. Y ahora ha caído por última vez, no quiere levantarse más.

– No más… –oigo a Elizar.
– No más… –dice Akeus.

Otro día, ¿para qué? El sol no saldrá más. Nunca más. La única que iluminaba mi camino me dejó, me abandonó, no me amaba, nadie lo hará.

Otro día, ¿para qué? Más dolor, más soledad, mi herida no sanará jamás. Así es mi vida, estar solo.

– Solo –oigo la voz de Joel.
– Sola –aparece la voz de Sekiam.
– Sola –oigo el susurro de Eli.
– Solo –dice abatido Elizar.
– Solo –repito.

Elías 10.4

Luego de un silencio le pregunté:

– ¿Por qué me encuentro solo? Estoy muy triste, Elizar. He vivido solo tanto tiempo, mira, estoy herido de muerte por ello… ¿Me acompañará esta herida hasta el final? ¿O será sanada algún día?
– No lo sé…

Y quedé impactado ante su respuesta. Mi sabio amigo había fallado, pues resulta que no guardaba todas las respuestas. Entonces al mirarlo recordé aquello que tenemos en común.

– Te entiendo. Tú traes la misma herida. Es lo que compartimos. La traemos desde que recordamos nuestra existencia en esta vida. Intentamos ignorarla, pero cada cierto tiempo duele y hoy…
– Hoy nos duele más que nunca…
– Estas como yo, Elizar. Herido, vacío, cabizbajo, añorando el amor. Nuestra interrogante es la misma…
– ¿Esta herida tendrá cura?–dijo desconcertado.
– Cierto, eso es. ¿Qué sientes cuando piensas en eso?
– Me duele más y pierdo la esperanza…
– Yo también, la tristeza me invade y quiero llorar para siempre, dejar la vida y al fin morir…

Entonces, súbitamente, Akeus apareció detrás de nosotros. ¿Acaso había venido al fin por nuestras almas? Elizar continúo a mi lado abatido, no hizo seña alguna de preocupación por la repentina aparición del Ángel de la Muerte. Así que volteé y lo enfrenté.

– ¿Qué haces? ¿has venido por nosotros?
– Veo tu inmensa tristeza por aquella soledad de la que hablas. Tan profundo es tu dolor y tu deseo de morir que me has traído. Espero el momento en que decidas quitarte la vida –respondió de inmediato.
– Quédate, ¿recuerdas? –me dijo Elizar.
– Eso hice y no obtuve nada. Solo más pena, más dolor, más soledad, más fracaso, más y más decepción, angustia y lo peor de todo el desamor.
– Vivimos esperando poder sanar esta herida. Esperando día a día.
– No seremos sanados, Elizar. Con el tiempo solo se hará más profundo. Vamos, renunciemos ahora.
– Volviste a caer. A tocar el fondo donde es oscuro y frío –nos dice Akeus con su semblante indiferente.
– Está oscuro y hace frío en esta maldita ciudad. Todo lo que alguna vez tuve lo perdí.


Elías 10.3

Ahora me toca olvidar una vez más. Estoy solo, otra vez me han dejado. Y reflexiono sobre ello ¿Qué hice mal? Le di todo mi amor ¿Por qué no lo quiso? Le dije te quiero mil veces ¿Por qué me abandonó?

– Porque siempre estará tu corazón roto, porque debes continuar herido, porque siempre estarás solo.
– Déjame Joel, no quiero oírte ahora.
– Y la pena te inunda, te ahogas en la oscuridad de tu tristeza y abandonas el amor que tanto dolor te causa.

Estoy abandonado a mi suerte. Y mi vida nunca cambiará. Mi tormento no se agotará jamás.

Continúo ciego, errante, vacío, esperando sin esperanza que mi tiempo al fin se agote.

Cansado, herido, muerto, vago en la nada sin nada en mi corazón.

Agitado, caigo y me resigno, el destino me golpea con fuerza, solo me queda aguantar hasta el último suspiro.

Me arrastro en el mar de mi infelicidad esperando hallar, mas no hallo, dolido me duermo con los ojos llenos de lágrimas que caen desde siempre y no se acaban. Lloro tristemente mi vacío, mi soledad infinita en el universo.

Me levanto apenas y continúo. La calle se oscurece a mi paso, no veo más que la vereda por donde camino cabizbajo. No hay luz, es eterna noche en la gran ciudad.

Finalmente me siento en la orilla de la vereda solo. Lloro mi soledad y abandono mi esperanza, la dejo caer en el pavimento, ya no puedo más. Entonces veo que alguien la recoge y la pone en mi mano una vez más.

– Ten, no la pierdas. Resiste –lo miro impresionado –. No permitiré que la dejes, tu esperanza, por pequeña que sea, es tuya.
– Elizar, regresaste… amigo.
– Aún tenemos oportunidad, no te desesperes.
– Será un enfrentamiento duro con la cruel realidad, mi querido Elizar.
– Estaré allí, continúa.
– Pero ¿qué sucedió? ¿por qué te fuiste?

Su silencio me congeló la sangre, preferí no insistir.

– Simplemente haz lo que tengas que hacer.
– Tengo mucho miedo, temo que no halla esperanza, temo no poder continuar.
– Haz lo que tengas que hacer. Se levantó de mi lado y se paró en la vereda.
– Deja que esté un momento más aquí, solo un momento –le dije secando mis lágrimas.
– Solo un momento.
– Gracias por estar aquí.
– Continua escribiendo, no dejes de hacerlo, hasta el último suspiro.

Elías 10.2

– Vaya historia, Seki. Me gustan tus historias aunque sean un poco cursis. Ciertamente ese encuentro jamás podría pasar, Johann y Eli pertenecen a diferentes dimensiones y jamás se encontrarán.
– Lo sé, es por eso que ella disfruta de mis historias en las que recreo este encuentro imposible.
– Recuerdo haberlas oído, muchas historias en las que ambos se conocen en la realidad, de mil formas diferentes, bajo variadas circunstancias, todas grandes historias de amor. Quisiera que crearas una de Juliette y yo.
– Mmm... eres un caso difícil, improvisaré un poco…

“Elías estaba sentado en la plaza de la gran ciudad sin salida. Junto a él muchas personas iban y venían, él los ignoraba mientras trataba de encontrar una razón para seguir. De pronto un aroma dulce pasó por su lado, era Juliette, pero él la dejó pasar pues estaba tan envuelto en su miseria que no la vió… "
– ¿Cómo? Vamos Seki, no seas mala.
– Ja, ja, ja ... Bueno, bueno, tendré piedad.

"Elías estaba solo sentado en la plaza de la enorme ciudad, esa ciudad fría de los más altos edificios, esperando por ella, su bella Juliette. Aunque las personas iban y venían él casi no les prestaba atención, todos sus sentidos estaban alerta para reconocer aquel dulce aroma del amor. De pronto frente a él venía en su dirección una hermosa mujer, emocionado se levantó ansioso por el encuentro, pero ella pasó de él encontrándose con otro hombre unos metros atrás de Elías."

– ¿A eso le llamas piedad? Debes darle un final feliz, todo cuento tiene un final feliz –le exigí.
– No me culpes porque tu vida sea una tragedia griega. Tu caso es difícil, Elías, creo que ni aún mi imaginación puede crear un buen final para ti y tu Juliette de ensueño.
– Entonces no te esfuerces. Me resignaré a que la he perdido para siempre.
– Para perder algo primero debes encontrarlo, deberías admitir que lo de esa Juliette y tú nunca fue.
– Pero mi amor por ella arde como mil soles.
– Está bien, que tal algo como...

" Un día Elías decidió dejar de sentirse miserable y abandonar toda esperanza de encontrar una Juliette en su vida, entonces ella apareció. Era un día de lluvia torrencial, empapado el joven seguía su eterno andar y una sombra le seguía, tras darse cuenta de ella se detuvo, pero la sombra continuó como si fuese por una vía distinta sin verlo. La lluvia le empapaba a ella también y parecía tener frío por lo que Elías le alcanzó cobijándola con su abrigo. No había ningún aroma especial en el aire, tampoco era ella una mujer muy bella, pero quizá necesitaba algo de compañia en su miseria y Elías se sintió feliz de prestarle su abrigo y caminar junto a ella hasta que ya no lo necesitase."

– Ese final si me gusta, pero primero tendría que encontrar esa lluvia torrencial.
– La imaginación todo lo puede crear, pero la realidad es lo que es.
– Tú lo tienes fácil en el amor, en tus historias puedes disfrutar de él con intensidad y al terminar vuelves a empezar.
– Pero no es real como el amor que puedes sentir tú, con todo lo malo que puede traer no ser correspondido y llevar esa herida por la vida, lo sientes en la realidad que es la única que existe.
– No me envidies por ello, Seki, que cualquier día cambiaría esta realidad por una historia tuya sin pensármelo.
– El creador es más ingenioso con las historias que yo, soy una simple novata ante las posibilidades de sus historias, te podría sorprender el desenlace.
– Esta espera se ha vuelto una carga demasiado pesada para esta pobre alma. Muchas veces me pregunto cómo será amar y ser correspondido...
– Por ahora sólo podemos imaginarlo y sentirlo al soñar.

Elías 10.1

Y vuelvo a caminar por esta ciudad, vagando sin rumbo, pensando en mil cosas. Mis ojos se nublan y no distingo lo que hay a mi alrededor. Camino cabizbajo en silencio, sin oír, sin oler, respirando suavemente un poco el aire, sin ver, sin sentir pues finalmente mi corazón se volvió de piedra.

Solo una vez más, pero la verdad es que siempre ha sido así, no es algo extraordinario. Y miro sin mirar a los que me rodean pues no veo el brillo que tanto anhelo hallar.

Vago de nuevo entre mil pensamientos inútiles, abrazando a la resignación, tomando de la mano a la desesperanza. Camino ciego intentando aferrarme a algo que valga la pena y no lo encuentro.

Me recuesto en la nada y a mi lado puedo ver a Seki durmiendo con una sonrisa en sus labios.

– ¿Acaso aun sueñas? –le pregunto.
– Yo siempre soñaré, a pesar de todo, pero cuando tu dejes de hacerlo ya no me verás. Aun así seguiré imaginando aunque me ignores y lo abandones todo.
– ¿Y que imaginas? ¿Qué te hace sonreír?
– Imagino una historia que jamás podrá ser real, se trata de una historia más en la que mi protagonista es feliz.
– ¿Quién es el principal en tu historia? –pregunto curioso – ¿Acaso se trata de mí?
– No, en esta ocasión elegí a Eli.
– Cuéntame aquella historia que soñabas –me volteé hacia ella colocando mis manos como almohada baja mi cabeza.
– Esta bién, pero no sé si te agrade, siempre resultan muy cursis mis historias.
– Insisto en conocer esa historia, sin duda una entre miles que relatan el anhelado encuentro.
– Así es, entonces te contaré…

“Iba Eli por un camino de tierra hacia la casa de la abuela en el campo, apenas con un bolso pequeño en su espalda. Iría allí a pasar las vacaciones pues como sabrás a ella le encanta los paisajes boscosos, el aire fresco y caminar entre árboles. Era tarde, pero sin prisa caminaba por el sendero cuando oyó detrás de ella un caballo que se acercaba. Un gallardo joven venía por el mismo camino, vestido completamente de negro con un sombrero y un pañuelo que le cubría la boca. Cabalgaba despacio en su negro caballo con la cabeza agachada. Entonces Eli se detuvo al verlo, logró reconocerlo en seguida y le dijo:
– Johann... ¿Eres tú? –incrédula de lo que sus ojos veían.

Su felicidad era completa en ese momento, el destino finalmente se apiadaba de ella y traía a su encuentro el alma que siempre había esperado hallar. Entonces él levantó su cabeza y la miró con sus bellos ojos verdes clarísimos.
– Sube…–dijo párcamente y ella subió al caballo ágilmente detrás de él sin pensárselo un momento, le conocía de sus sueños y lo abrazó con fuerza como asegurándose que era real.

Johann la llevó a su casa no muy lejos de allí. Era una casona de aspecto sombrío resguardada por cercas de pesado acero entrecruzadas por todo el perímetro. Luego de entrar se sentaron en la fastuosa sala cerca de la chimenea.
– ¿Acaso me conoces? –le preguntó él al fin mientras acomodaba la madera para encender el fuego.
– Te vi muchas veces en mis sueños, esperaba encontrarte algún día, aunque creí que nunca podría.
– Entonces no sabes nada de mí, ni lo que cuenta la gente de éste lugar o sobre mí, de otra forma habrías huido como los demás.
– Así es, no se nada de ti, solo que si lograba verte en la realidad iría contigo a donde me lo pidieras.
– Te sorprenderías si hubieses escuchado los rumores, me temerías y no habrías venido hasta aquí.
– ¿Porqué lo dices? ¿Qué es lo que dicen de ti?
– Dicen que tengo mas de 100 años, un pacto con el diablo me mantiene joven y demonios cuidan mi hacienda.
– Pero, eso no es cierto ¿verdad?
– Yo diría que en parte… Sucede que es una forma para que las personas se alejen de estas tierras. Uno de mis antepasados creo el mito y pasa de generación en generación –encendió la chimenea y tomó asiento junto a ella en el mullido sofá.
– ¿Y cómo lo hacen? ¿Acaso nadie nota que son diferentes personas las que viven aquí?–se sentía curiosa por saber más.
– Siempre el primogénito es la copia fiel del padre, así ha sido por mucho tiempo, tanto tiempo que se perdió desde cuando ha sucedido, solo sé que continuará… tú has venido para que continúe.
– ¿Yo? –y su rostro de sonrojó ante el significado de esas palabras.
– Las personas aquí ven un joven vestido de negro en un caballo que va y vine por el camino en busca de provisiones para su hacienda, nadie la trabaja ni protege, vive solo en una enorme casa y no hay persona en su sano juicio que intente acercarse a él o su hacienda.
– ¿Qué sucedió con tu familia?
– Se fueron, me dejaron a cargo y he estado solo desde entonces, pero mi padre me dijo que esto sucedería un día… No creí que se haría realidad.

Entonces él tomó la mano de ella y mirándola a los ojos le preguntó con un tono dulce:
– ¿Te quedarías conmigo? Yo también esperaba conocerte.
– Claro que sí, me quedaré contigo –y lo abrazó como si le conociese de toda la vida.
– ¿En verdad dejarías todo por un extraño? –estaba gratamente sorprendido.
– No eres un extraño, te conozco desde hace tanto tiempo, solo faltaba poder verte en la realidad, frente a mí y que tomaras mi mano como lo hiciste hace un momento –le sonrió con el rostro lleno de felicidad y luego sintió sus labios sobre los suyos como en aquel sueño, pero esta vez era real.”