Quietud en el horizonte de figuras sombrías, no hay tormenta que surcar, los pasos gráciles se deslizan por el témpano llano. La espera eterna del sol, del amanecer brioso me congela los dedos y paraliza mis pensamientos. El verde sueño, las flores y su aroma, lejanos no son más que recuerdos.
El desierto frío, sus montañas blancas en la lejanía, la infertilidad de una tierra vacía, fantasmas y cascarones huecos la habitan, en medio de ellos mi alma recuerda vagamente los tiempos en que gozábamos de la calidez, de ese cielo amplio cian y las frutas frescas que saciaban nuestra sed.